Los Barcos y mariposas de Mariana Baggio y su banda llegaron ya a su cuarto disco, y es ésta la concreción de un nuevo paso en un camino largo y sostenido, que muestra parte de la mejor música pensada para chicos que se está haciendo en la Argentina. Baggio junto a Martín Telechanski en la producción musical, Gabriel Spiller, Lautaro Capella, Alejandro Goldberg, Dolores Usandivaras, más una cantidad de invitados de lujo, hacen canciones de esas que entran en la categoría “para todo público”, aunque han sido concebidas pensando en los chicos como receptores privilegiados. Hoy, a las 16, Barcos y mariposas 4 se presentará en la Sala Siranush (Armenia 1366), en un concierto que en los días previos ya tuvo tanta convocatoria, que obligó a una nueva función, el sábado 13 de junio.

Las canciones de Mariana Baggio cantan sobre esas cosas tan pequeñas y cotidianas que pasan de largo en la vorágine doméstica. Lo que hacen, entonces, es descubrir para esos desprevenidos que son casi siempre adultos –porque los chicos, probablemente, ya lo sabían– la magia que hay si “Todas las hojas están volando”, el asunto de “Una pelota que rebota”, el magnetismo de “Ver pasar el tren”, lo que encierra “Un piolín tan largo”. Cantan las cosas de los chicos, grandes guardadores de tesoros, como lo recuerda “Cosas que quiero” (“En esta caja guardo cosas que quiero, un dibujo, una carta, guardo arena del mar...”), o “Quitapesares”. Invitan a jugar con las palabras, como en “Mezclas raras” o “Un globo no es un lobo”. Proponen grandes viajes y aventuras “En la luna”, en “La nave”; paisajes como el de “Voy con mi canoa”; y delirios como el de “Juan”: “A Juan le empezó a pasar un día, que no podía dejar de caminar, entonces todo se le empezó a complicar...”.

Musicalmente, suena un trabajo artesanal de arreglos y concepción de cada canción, con sus colores, matices y climas propios. Hay canciones pequeñas, más cercanas al susurro, hay muchos ruiditos de todo tipo (y percusiones como botellas de vidrio, baldes y cencerros), hay arreglos de vientos y cuerdas, orquestaciones que dan otro cuerpo a las canciones. A esto se suma, cuenta Baggio en diálogo con Página/12, detalles encantadores como mantener la primera canción de cada disco toda hecha con una sola vocal (en este cuarto disco, “Yo no toco ‘Los Orozco’, yo toco otro”), incluir una canción cortita, y una de un viaje de aventuras: si antes fueron “Los exploradores” y “Piratas” (grandes hits de los jardines de infantes), ahora se invita a partir en “La nave”.

“Barcos y mariposas 4 sigue la línea de lo que veníamos trabajando, pero con una vuelta de tuerca. Hay algunos arreglos bastante complejos, porque nos vamos engolosinando, nos copamos y empezamos a buscar y rebuscar con cada canción”, describe Baggio, echando por tierra el prejuicio de que la música que se hace para chicos sería “más fácil” de hacer. “Para nada. Al contrario, es más difícil porque es una gran responsabilidad hacer música para chicos. Justamente por ser niños, quedan muy embebidos en todo lo que reciben. Queda para siempre, es algo que marca. Soy muy consciente de que asumo esa responsabilidad”, advierte. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre hacer música “para chicos” y música “para grandes”? “Tiene que ver más con la temática, con el mundo en que te sumergís. Y a lo mejor uno busca acompañar con ciertos juegos musicales lo que propone la canción. Más allá de eso, desde el punto de vista musical, la búsqueda es la misma”, marca Baggio.

Otra particularidad que tuvo la edición de este disco es que se lanzó una preventa antes de su edición, para ayudar al financiamiento, con muy buen resultado. “Hubo un montón de gente que colaboró, como también se coparon una cantidad de músicos invitados, y logramos cubrir toda la primera edición. Y en muy poco tiempo, tan solo en quince días”, se alegra la artista. Lo cual demuestra que Barcos y mariposas tiene su hinchada de chicos, y de grandes.