GRACIELA SPERANZA Y EL ENCUENTRO DE PENSAMIENTO URBANO
La directora de programación del ciclo en el San Martín apunta al modo en que las urbes se disgregan en islotes de seguridad, que perciben a las zonas marginales bajo el estereotipo de la violencia. “Contrastando el desánimo y el desconcierto que provoca el aumento de la pobreza urbana y la segregación espacial, queremos mostrar una mirada esperanzada”, señala.
› Por Silvina Friera
La mitad de la población mundial vivirá en las ciudades el próximo año. El futuro se opaca demasiado, al menos en esta parte del mundo. Los tres primeros puestos del ranking mundial de megavillas miseria corresponden a capitales latinoamericanas: México (con 4 millones de habitantes), Caracas (más de dos millones) y Bogotá (otros dos millones). Al compás del crecimiento de las diferencias sociales, se acentúa la segregación espacial. Por un lado, enclaves fortificados de la periferia –off worlds, como los llamó Philip K. Dick en la novela que inspiró Blade Runner–, comunidades cerradas que garantizan la seguridad, la homogeneidad social y la exclusión de lo diferente. Por otro, y sin salir del perímetro urbano, la Villa 31, con más de 16 mil habitantes hacinados, viviendo en condiciones infrahumanas, pero rodeados por los rascacielos acristalados de las torres y hoteles cinco estrellas de Retiro. ¿Cómo escapar de esta lógica de reclusión y exclusión? ¿Qué estrategias se pueden adoptar para redemocratizar el espacio público? El Segundo Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano que empieza el lunes en el teatro San Martín (Corrientes 1530) será el ámbito donde sociólogos, escritores, arquitectos, antropólogos, filósofos y artistas argentinos y extranjeros debatirán acerca de los nuevos desafíos de la vida urbana. El escritor John Berger y el utopista cibernético William Mitchell participarán a través de videoconferencias, y entre las visitas se destacan Néstor García Canclini, Andreas Huyssen, Teresa Caldeira, David Harvey, Patricia Melo y Pedro Lemebel.
Organizado por la Jefatura de Gobierno de la ciudad, el proyecto y la dirección de programación del encuentro (que se extenderá hasta el miércoles) son de la escritora y crítica Graciela Speranza. “El entusiasmo celebratorio de la vida urbana se opaca por el aumento de la pobreza”, admite Speranza en la entrevista con Página/12. En un libro de publicación reciente de Mike Davis, que todavía no se tradujo, Planet of Slums (Planeta de villas miseria), señala que “una villa miseria en Buenos Aires tiene el peor feng shui del mundo: está construida sobre un antiguo lago, un pantano tóxico, un cementerio o en una zona inundable”.
–¿Por qué las ciudades han dejado de ser una promesa de prosperidad?
–Urbanización se ha convertido prácticamente en sinónimo de aumento de vivienda precaria, de asentamientos, de pobreza. Si la ciudad antes era un espacio de ascenso social, de florecimiento económico, de creatividad cultural (y gran parte de la historia de las vanguardias se escribe con reinvenciones de los recorridos urbanos), hoy no puede garantizar la prosperidad; más bien lo que se comprueba es que la población migrante no tiene más remedio que instalarse en ese perímetro urbano degradado, y que ha quedado privada de los lazos de solidaridad de la comunidad rural y de las ventajas que le ofrecía la ciudad en términos económicos, políticos y culturales.
–¿De qué modo la segregación espacial afecta el espacio público?
–El aumento de las segregaciones basadas en lo espacial va creando ínsulas autónomas en conflictiva convivencia con zonas de marginalidad y pobreza. Este nuevo tipo de urbanización es dispersa, fragmentaria, cerrada y excluyente, y está ocasionando una desarticulación del espacio público y el crecimiento de enclaves fortificados. Nuevas reglas organizan el espacio urbano, según patrones de diferenciación social que hacen que sea difícil sostener la libre circulación y la libertad de movimiento, uno de los valores principales de las ciudades modernas. Durante 2005, el 45 por ciento de los emprendimientos inmobiliarios residenciales de Buenos Aires fue de torres-country. Hay que pensar qué significa cercar y quebrar la trama urbana antes de que sea demasiado tarde.
–¿Cómo quiebran la trama urbana estos nuevos emprendimientos inmobiliarios?
–Las torres-country eliminan la estructura de manzana, los comercios, la funcionalidad de la calle y del barrio en una especie de “efecto túnel” que degrada la ciudad, desacopla una capa social de la vida urbana. Teresa Caldeira estudia los nuevos patrones de segregación espacial en San Pablo y descubre dos nuevos modos de discriminación: privatización de la seguridad y reclusión de algunos grupos sociales en enclaves fortificados. Caldeira advierte que los relatos del delito refuerzan sentimientos de peligro y producen interpretaciones y explicaciones estereotipadas que reorganizan el espacio público. La experiencia del crimen desordena el mundo. La narrativa del delito intenta ordenarlo con categorías inflexibles y términos opuestos –bien y mal– que simplifican y cercan el mundo, elaboran prejuicios y eliminan la ambigüedad.
–¿Cómo se hace para escapar de esta lógica excluyente?
–Uno de los objetivos del encuentro es tratar de pensar interdisciplinariamente y en conjunto formas de revitalización del espacio público; de qué modo puede volver a transformarse en un espacio atractivo, seguro y estimulante para el encuentro con lo diferente. Si señalamos como alarmante la segregación espacial es porque depende no sólo de políticas gubernamentales sino también de decisiones privadas, de inmobiliarias y de arquitectos. Y sin embargo, uno observa con bastante preocupación que frente a estas transformaciones no se ven demasiadas voces críticas en la prensa, en los suplementos de arquitectura. Esta tendencia a la segregación habría que revertirla abriendo pasajes, por eso invitamos a escritores, porque son un gran ejemplo de cómo se puede atravesar las fronteras. La función primordial del relato literario como relato espacial, dice Michel De Certeau, es la de autorizar el establecimiento, desplazamiento y trascendencia de los límites, con figuras narrativas tales como la del puente, el pasaje. El puente, el pasaje (como transgresión del límite) es una desobediencia de la ley del lugar, representa una partida, un ataque al Estado, a la ambición de un poder conquistador, o un exilio; en cualquier caso, la traición de un orden. Este es un momento para recuperar el pensamiento de las vanguardias que se conectaron intensamente con la ciudad.
–¿A qué tipo de vanguardia se refiere?
–Frente a los nuevos límites, es tiempo de recuperar a Guy Debord y la “deriva urbana situacionista”, una invitación a vagar sin rumbo por las calles de la ciudad y a abrirse a las maravillas ocultas del espacio urbano hasta alcanzar una desorientación liberatoria. “Escuchar atentamente la ciudad, como se escucha un lenguaje”, como proponía Debord, que también señalaba que la única comunicación auténtica sucede en la calle, “bestia negra” de la sociedad del espectáculo.
–¿Cómo incide el desarrollo tecnológico y digital en la vida urbana?
–La multiplicación vertiginosa de las redes digitales y los avances de la tecnología informática han convertido el mundo estructurado por límites y espacios cerrados en un ámbito cada vez más dominado por conexiones, redes y flujos. La conectividad se ha vuelto uno de los rasgos esenciales de la vida humana en el siglo XXI: un mundo de relaciones fluidas y flexibles, en el que los efectos de las acciones cotidianas se propagan y atraviesan los límites convencionales. Nuevos tejidos urbanos posibilitan la creación de lugares de encuentro mediados electrónicamente, sistemas de producción descentralizada, servicios gestionados a distancia. Es evidente que se naturalizaron todos estos usos, pero todavía no pensamos cómo estas transformaciones modifican el espacio de la ciudad y el movimiento de los habitantes.
–Pero el uso de las nuevas tecnologías, ¿no repliega a los ciudadanos al ámbito privado?
–Sí y no. Creo que precisamente puede haber nuevas formas de comunicación a distancia que revaloricen encuentros personales imposibles. Asistimos a una nueva “economía de la presencia”, asegura el utopista cibernético William J. Mitchell, que permite enfrentar las perspectivas apocalípticas de la superpoblación urbana con e-topías. Mitchell habla de transformaciones suaves que no alteran dramáticamente la fisonomía urbana. La revolución industrial exigió la creación de extensas zonas industriales, de viviendas para los trabajadores, de oficinas en el centro de la ciudad y de sistemas de transporte de gran capacidad. Los resultados del crecimiento provocado por la industrialización fueron a menudo extremadamente destructivos. La infraestructura para las nuevas telecomunicaciones es mucho más suave y menos intrusiva en sus efectos físicos. En el siglo XXI la condición de la urbanidad civilizada se puede basar menos en la acumulación de objetos y más en el flujo de información, menos en la centralidad geográfica y más en la conectividad electrónica, menos en el aumento del consumo de los recursos escasos y más en su gestión inteligente. Contrastando el desánimo y el desconcierto que provoca el aumento de la pobreza urbana y la segregación espacial, queremos mostrar una mirada esperanzada sobre lo que la técnica puede aportar a la transformación de las ciudades.
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