Domingo, 10 de septiembre de 2006 | Hoy
MUESTRA EN EL RECOLETA SOBRE DESAPARECIDOS DE AMERICA LATINA
La exposición, presentada por Laurel Reuter el año pasado en el North Dakota Museum of Art, está compuesta por dibujos, fotografías, objetos y videoinstalaciones de trece artistas latinoamericanos.
Por Oscar Ranzani
Es sabido que la vida política de América latina estuvo marcada durante el siglo XX por dictaduras que implementaron el terrorismo de Estado. También es conocido el papel jugado por los Estados Unidos en la consolidación de estos regímenes militares. Sin embargo, la artista norteamericana Laurel Reuter desconocía la existencia de los crímenes de lesa humanidad cometidos por los genocidas y descubrió la palabra “desaparecido” recién a fines de los ’80, a raíz de unos artículos publicados por el periodista Lawrence Weschler en The New Yorker, que mencionaba a los desaparecidos de Brasil y Uruguay. Desde entonces, el tema la obsesionó y, a mediados de los ’90, comenzó a estudiar las creaciones artísticas visuales relacionadas con esta temática. El año pasado presentó en el North Dakota Museum of Art (del cual es directora) la muestra The Disappeared (Los Desaparecidos), compuesta por dibujos, grabados, fotografías, objetos y videoinstalaciones de trece artistas latinoamericanos que abordaron la temática de los desaparecidos durante las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay y de la violencia política en Guatemala y Colombia. Esta exposición puede visitarse en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) de martes a viernes de 14 a 21 y los fines de semana de 10 a 21, hasta el 15 de octubre.
“Quería artistas que hubieran vivido sus propias experiencias en sus países”, comenta Reuter a Página/12. “Conocí a muchísimos de ellos y seleccioné las obras que me parecían más fuertes desde el aspecto visual. Vi muchos puntos de vista diferentes de acuerdo con las edades, con la experiencia y con el país en que habían vivido”, sostiene la curadora, quien señala que lo que más le asombró estudiando el tema –por desconocimiento– fue el rol ejercido por su país durante los años de plomo. “Quedé horrorizada, me dio vergüenza”, reconoce Reuter, cuya muestra recorrerá el continente.
El artista chileno Arturo Duclós construyó una bandera de su país con 76 fémures humanos. “Son osamentas que provienen de personas NN en Chile”, comenta Duclós, quien destaca que la importancia de su obra radica en “cómo el signo de la bandera junto con el otro signo se convierte en uno solo. Esa es la intención primaria y quizás es la obra más directa. Es como mostrar una realidad que se identifica con un símbolo que, en este caso, es el símbolo nacional”. “En el fondo –agrega– apunta a la violencia de Estado que hubo en nuestro país durante toda la dictadura, cuando la bandera se convertía en el símbolo de interpretación de toda la sociedad a partir de las Fuerzas Armadas porque los militares se ponían por el centro y los valores patrios y nacionales enfrente de todo. Y ese valor después se vio corrompido, estigmatizado y violentado a partir de la muerte y la violencia de Estado que empleó la represión militar.”
El argentino Marcelo Brodsky está exponiendo una instalación de 57 fotografías y dos videos que reflexionan “sobre las ausencias que produjo la desaparición en nuestra generación”. Desde que regresó a la Argentina, Brodsky se propuso trabajar sobre su identidad. Entonces, decidió convocar a sus compañeros del 1º año del Colegio Nacional de Buenos Aires y los retrató a cada uno con el fondo de una toma del ’67 en la que está toda la división. Esa foto ampliada también puede verse en la Sala Cronopios y estremce al observar que dos de los retratados (remarcados con círculos) fueron compañeros desaparecidos. Los otros tienen inscripciones sobre sus vidas. Profundizando en el ámbito familiar, Brodsky también expone algunas fotos de su hermano Fernando, secuestrado y desaparecido. Además, hay imágenes fotográficas del Río de la Plata, con toda la carga simbólica que implica. “Nosotros somos rioplatenses. Pues ese nombre que nos identifica está cargado, porque en ese río que nos da el nombre tiraron a la gente. Entonces, eso constituye un elemento de identidad que es necesario trabajar; el arte lo hace de una manera polisémica”, dice Brodsky.
Nicolás Guagnini tenía tan sólo once años cuando su padre fue secuestrado por un grupo de tareas a los 33, la misma edad que tenía este artista plástico porteño cuando concibió la instalación que está emplazada fuera de la Sala Cronopios, compuesta por una calcomanía de vinilo (de un rostro) sobre una armadura blanca. Guagnini –que además es cineasta y escritor– explica que “en esta obra que titulé 30.000 (el número de desaparecidos en Argentina) utilicé la fotografía de mi padre que mi abuela cargaba en las manifestaciones. Mi padre fue un periodista que escribía sobre política nacional e internacional. Fue desaparecido el 12 de diciembre de 1977”. La obra tiene un significado metafórico: “Cuando el espectador se mueve alrededor de la imagen, el rostro de mi padre aparece y desaparece”, subraya el artista.
En memoria es una serie de veintinueve banderas de seda celeste con dibujos en aerosol de bicicletas realizados por Fernando Traverso. Como se explica en el catálogo: “Hasta que se vio forzado al exilio, Fernando Traverso era parte de la resistencia en Rosario. Muchos de sus compañeros de la resistencia fueron desaparecidos. Muchas veces la primera evidencia de que alguien había sido llevado era el encontrar su bicicleta abandonada, siendo éste el medio preferido usado como transporte por la resistencia”. Cada una de estas banderas homenajea, entonces, a sus compañeros de lucha.
Luis Camnitzer nació en Alemania en 1937 pero se crió en Uruguay. Siendo un fervoroso militante estudiantil, conoció el horror de joven, ya que la mayoría de sus amigos terminaron recluidos y torturados durante la dictadura uruguaya. Actualmente está presentando De la serie de la tortura uruguaya, compuesta por 35 fotograbados. “Hice los 35 grabados de esta serie con la mayoría de ellos sin ser explícita con respecto a la violencia. En su lugar traté de crear una situación en la cual ni la imagen ni el texto por sí solos revelan demasiado. Es solamente cuando se juntan que pasa algo”, reconoce Camnitzer. “Los grabados –describe el artista plástico– muestran objetos cotidianos en lugar de información exótica tomada de otro lado. Saqué las fotografías en mi sótano, en forma algo casual, y los detalles corporales son míos. Las imágenes y los textos son relativamente triviales y, en sí mismos, faltos de significado. Es cuando se encuentran ambos que se produce una revelación sobre la violencia. La configuración no se dirige solamente al torturado, a la empatía con la víctima sino también al torturador y a uno mismo como un cómplice de la situación.”
La artista uruguaya Ana Tiscornia está presentando Retratos, compuesta por trece fotografías digitales con portarretratos, trabajadas de una manera particular: las caras aparecen al alejar la vista y desaparecen al acercarla. Tiscornia había realizado hace un tiempo una intervención en el Museo Histórico Cabildo de Montevideo, donde su idea fue “la de hacer una especie de puesta al día de la historia, una actualización, y para eso incluí imágenes y objetos que pudieran dialogar con los que estaban expuestos en las salas del museo”. Entre las piezas que introdujo “estaba la serie de retratos nublados que muestro ahora –detalla Tiscornia–. Al principio pensé que esos retratos representaban el común de la gente que yo quería incluir en nuestro museo. Más tarde me di cuenta de que ésos eran también los desaparecidos”.
Otro de los trabajos que puede verse en el Recoleta es Aliento, del poeta visual colombiano Oscar Muñoz. Está compuesto por una serie de discos de acero con foto-serigrafías de rostros que sólo aparecen cuando la persona se acerca y “le da vida con su aliento”, según señala Reuter. “El rostro de los muertos se transforma en poesía por un simple acto de atención humana”, agrega la curadora. Además, hay un registro fotográfico de la instalación colectiva Identidad, en la que participaron artistas como Luis Felipe Noé, Carlos Alonso, Juan Carlos Romero y León Ferrari, entre otros trece destacados artistas plásticos que colaboraron con la tarea de Abuelas de Plaza de Mayo. Vale recordar que Identidad se expuso en diciembre de 1998 en el Centro Cultural Recoleta.
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