OSVALDO BURUCUá HABLA DE ESENCIA, SU CUARTO DISCO
El guitarrista y compositor aborda en su nuevo trabajo obras de Abel Fleury, Polo Giménez y Joaquín Mora. “Siempre sentí empatía por la gente no reconocida, por la otra historia”, dice Burucuá.
› Por Cristian Vitale
Escogió tres figuras y las condensó bajo un término: Esencia. No es ni por asomo que Abel Fleury, Polo Giménez y Joaquín Mora –cada quien con sus improntas- configuren “todo” lo que es Osvaldo Burucuá, hoy, pero sí lo explican en parte. “Siempre sentí empatía por la gente no reconocida, por la otra historia, como dice el tema de Nebbia, entonces puse el foco en tres nombres que son esenciales para nuestro acervo, para nuestra cultura musical”, enmarca el guitarrista, compositor e intérprete que, bajo tal nombre (Esencia, claro), publicó su cuarto disco a la fecha. “Como trabajo desde siempre en forma independiente, tengo la libertad de grabar y sacar discos cuando a mi se me canta, sin influencias indeseadas y, en este caso, se juntó material mío que me había puesto a grabar en estos tiempos y esas versiones que de alguna manera hilan el trabajo como una suite clásica”, anuncia este notable guitarrista argentino nacido en 1960 que, además de los discos en su haber (Paisaje, El cielo y Violero, además del flamante) ha acompañado con sus versátiles cuerdas a Luis Salinas, Carlos Aguirre, Juan Falú, Silvia Iriondo, el Grupo Vocal Argentino y Chavela Vargas, entre muchos otros De Fleury, maestro de la guitarra argentina, Burucuá visita en “Trinos y alas”, la inspirada tríada “Milonguero del ayer-Pico blanco-Te vas milonga”, y “Alma en pena”. “Para los guitarristas, Fleury es una eminencia no solo acá sino en todo el mundo. Yo lo escuché tocado por guitarristas polacos, rusos, en fin, te preguntás cómo podían llegar sus piezas hasta allá, en una época en la que ni siquiera había fotocopias”, se ríe. “La idea fue darle una visión folklórica a Fleury, porque no me gusta para nada lo que hacen los músicos clásicos, que lo tocan así nomás: por eso lo hice con erke, charango y bombo”, explica el músico que también se prendió de las estelas del compositor y pianista Rodolfo “Polo” Giménez, compositor de la clasiquísima “Paisaje de Catamarca”. “Para los que tocamos folklore desde chicos, estamos con este tema y con ‘Del tiempo i mama’, pero estas piezas son la punta de un iceberg de composiciones suyas que tienen un lirismo y una belleza que no ha sido explorada”, sostiene el músico.
De entre ellas, Burucuá tomó un escondido (“Escondido de amor”); un bailecito: “Viejo corazón”, que popularizó Mercedes Sosa, y una zamba llamada “Caminito de mi pueblo”. “Esta se grabó una sola vez por los Chalchaleros, allá lejos en el tiempo, y es de una belleza gigantesca. ‘Escondido del amor’, por su parte, es una canción que encontré en un libro de partituras que me llegó vía Hilda Herrera, gran celosa y cuidadora de la música argentina, y me maravilló eso, que incluso tiene la voz original del Polo”, cuenta Burucuá que de Joaquín Mora, histórico pianista, bandoneonista y compositor de tango, versionó precisamente dos tangos (“Más allá” y “Divina”), y el vals “Sin esperanzas”, que el tanguero negro compuso junto a José María Contursi. “En estos últimos años se está haciendo un relevamiento de lo negro en los centros urbanos como Buenos Aires, y creo que la música de Mora colabora con esto: la primera vez que lo escuché fue vía Dino Saluzzi, y cuando vos escuchás tres notas y te quedás petrificado, es que algo pasa”, justifica Burucuá.
–¿Toma a Mora como el mayor “hallazgo” del disco?
–Tal vez. Es que los músicos somos curiosos y esto que tocamos no es por generación espontánea, porque hubo gente que tocó tal cosa, porque antes hubo otra gente que tocó otra, y así... con el tango solo ya tenemos mucho más que cien años encima. Y hay una situación muy especial que me causa una gran ansiedad, que es el descubrir algunos tesoros perdidos entre el maremagnum, entre las toneladas de música que hay. Está muy bueno bucear en la música que ha sido compuesta antes que uno: me gusta mucho eso de salir al rescate de partituras y cosas olvidadas.
Burucuá complementó los rescates históricos –que entre los tres autores llegan a doce piezas– con composiciones propias como la tonada “Guadalupe” (con letra de un ducho en tal metier, como Jorge Marziali); un vals peruano titulado “Corazón limeño”; una vidala (“Vidala para decir”) y un doblete surero dado por la milonga: “Atravesando el llano” y “Huella urbana”. “Son dos obras para guitarra y cuarteto de cuerdas, una milonga y una huella que son dos géneros que te obligan a un respeto y un compromiso muy especial con las raíces, porque son músicas que se mantienen casi vírgenes, sin ser contaminadas por el establishment y la histeria de estos tiempos. También grabé a Serrat”, se empeña en destacar el guitarrista.
–Un tema de los primeros, si: “Umbrío por la pena”. ¿Por qué Serrat en el contexto de un disco esencialmente argentino?
–Porque es uno de los músicos que están tatuados en la gente de mi generación. Ver a Serrat en los 70 por TV, rastrear sus grabaciones, escuchar sus músicas, en fin, yo soy fan de él y eso me llevó a tomar esta pieza de aquel disco glorioso con Miguel Hernández. Yo pienso que a esta altura tenés que abrir todas las canillas y dejar que salga el agua, y todo va a salir con el sello tuyo... no sé, soy un hippie y toda la música que me parezca linda es bienvenida.
–Un hippie gauchesco, en todo caso.
–(Risas.) Tal vez tenga que ver con que confío en que en cada nota que uno toca va la pasión y el feeling de uno, más allá de géneros y estéticas.
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