NOCTURNO HINDú
› Por Cecilia Hopkins
Hace 18 años, la directora y actriz Gabriela Izcovich estrenó Nocturno Hindú, basada en la novela de Antonio Tabucchi. Fue la primera de las muchas veces que llevó al escenario textos narrativos: entre otros, Paul Auster, Hanif Kureishi, David Lodge y Sandor Marai, siguieron al autor de Sostiene Pereira. Además de Izcovich actuaban Javier Lorenzo y Alfredo Martín. Con Agustín León Pruzzo en reemplazo de Lorenzo, la obra se presenta los sábados a las 23 en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034). La escenografía es de Alicia Leloutre y la iluminación, de Mariano Do-brycz. Ezequiel Izcovich compuso la música, tomando en cuenta que, para Tabucchi, la novela tiene una estructura y una temática en común con el nocturno, forma musical del Romanticismo que el autor define como “una pequeña sonata tocada en sordina por un solo instrumento”, pieza evocadora que acompaña “el deseo de encontrar a una persona desaparecida”.
El peregrinaje que relata la novela y que Izcovich plantea con economía de recursos y gran parte de los diálogos originales, termina siendo un viaje de autoconocimiento: un hombre deambula por la India buscando a un amigo sin darse cuenta de que busca al otro que hay en él mismo. Es allí donde Tabucchi homenajea al portugués Fernando Pessoa –a quien tradujo al italiano– haciendo referencia a su afición por subrayar el carácter plural de sus personajes, reflejos de sí mismo. “El concepto del doble”, explica Tabucchi en un escrito, “no es más que la parte de ti que ya no eres o la que querrías ser, la proyección del deseo de lo que nos falta”.
La directora vuelve a recrear el caos de los diversos escenarios que recorre el protagonista en su búsqueda. Martín captura la perplejidad del hombre occidental enfrentado a una cultura para él incomprensible, otro de los asuntos que plantea la novela. El desconcierto radical que embarga al personaje en cada situación desconocida es siempre motivo de risa. “Es un actor que sabe expresar el padecimiento de sus personajes desde una seriedad que resulta humorística”, define la directora a quien convoca frecuentemente: “Con el tiempo llegué a la conclusión de que en teatro casi la totalidad del trabajo está garantizado si uno elige actores con los que siente afinidad”.
La idea de reponer la obra surgió en 2012, tras la muerte del escritor: “Me vino una gran nostalgia porque fue un estímulo muy importante”, dice Izcovich y subraya que, tras su adaptación, el autor prácticamente le regaló los derechos. Mientras estaban en temporada en el Teatro del Abasto, un profesor de la universidad donde daba clases Tabucchi vio la puesta y resolvió llevarla a Italia para que el autor la viera. “No se vendió ni una entrada”, recuerda Izcovich. “Estaban mis padres, el dueño del teatro, Tabucchi y su mujer.” A pesar del traspié, el agrado con que el autor recibió el espectáculo se tradujo en contactos editoriales que sirvieron a la directora para concretar posteriores proyectos.
¿Cuál es el sentido de la búsqueda de este hombre en una geografía caótica? La directora responde: “La vida tiene mucho de laberinto y, mientras la recorremos, las elecciones que hacemos, en los recorridos que emprendemos, lo vamos haciendo de la mano con nosotros mismos. Con todos los que somos, porque como dice Pessoa “se puede ser plural, se puede ser más de una persona”. Tenerlo presente es muy importante. Aunque se tenga familia, pareja, amigos, creo que la vida es una sucesión de soledades. Pienso que para ser feliz lo importante es ser uno mismo, con todos los desdoblamientos que uno puede tener a lo largo de la vida”.
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