Domingo, 17 de septiembre de 2006 | Hoy
LA TRASTIENDA DE “ATLAS, LA OTRA PASION”
El docu-reality que emite Fox Sports catapultó al club más débil de la Primera D a su “época de oro de proyección internacional”. Sus historias son como la contracara del fútbol hiperprofesional, aunque las cámaras convirtieron a sus protagonistas en “estrellas”.
Por Emanuel Respighi
Proveniente de la mitología griega, como el titán al que Zeus castigó con la dura tarea de sostener el mundo sobre sus espaldas, en la cultura moderna “Atlas” perdura como símbolo de fuerza o resistencia estoica. A la vista de los más de 50 años de vida, plagada de desafiliaciones, últimos puestos en la categoría más débil de la AFA y ningún ascenso (ni siquiera saboreó la ilusión de jugar al menos una final), puede decirse que el Club Atlético Atlas hace honor a su nombre. Es que pese a la desdichada historia que acompaña al club de General Rodríguez, no deja de asombrar la perseverancia con que la institución se mantuvo “viva”, aunque más no sea con el objetivo de que alguna vez pueda salir del fondo de la tabla. Y a contramano de lo que sucede en el fútbol profesional, el milagro de Atlas llegó merced a la TV, a partir de Atlas, la otra pasión, el docu-reality (por Fox Sports, todos los lunes a las 23) que catapultó al club de la Primera D a su actual “época de oro de proyección internacional”.
Suerte de ensayo rebelde ante la profesionalidad del fútbol, relato en clave dramática de historias de vidas, manifiesto audiovisual sobre el fútbol en tanto pasión y deporte, Atlas, la otra pasión funciona como contracara de la sobreabundancia televisiva futbolera. Sin la superproducción que caracteriza a las señales deportivas, con una mirada omnisciente pero no intervencionista, el programa que sigue a sol y sombra los entrenamientos, partidos y vestuarios del plantel de Atlas descubre un mundo del planeta fútbol que nunca había sido abordado por los grandes medios: el de los antihéroes que sábado a sábado dejan todo en potreros sin verde, ubicados en lugares a las que ni siquiera la construcción preelectoral llega con sus ladrillos o prebendas. Un ciclo que muestra cómo es jugar al fútbol y tener sueños de gloria deportiva ¡sin tener pelotas oficiales!
La seducción
del contraste
Al llegar al descampado/estadio Ricardo Puga, en el barrio Las Malvinas de General Rodríguez, el contraste no deja de sorprender. Allí, en ese “coloso” que sufrió más de lo que disfrutó, conviven hoy las dos caras de Atlas: el antes y el después del fenómeno televisivo. Por un lado, la realidad del último equipo de los últimos (en 2004 quedó desafiliado de la AFA por haber salido último de la tabla de posiciones): un estadio envejecido, con un única tribuna de cemento de no más de diez escalones y 15 metros de largo, cuyo buffet abandonado y alambre oxidado deja entrever un pasado apenas diferente (nunca mejor, claro). Por otro lado, el Atlas posreality: jugadores con celulares en mano, camionetas 4x4, pecheras naranjas Nike como ropa de entrenamiento y hasta duchas con agua caliente, un recurso en extinción en la divisional. “Me siento Batistuta”, dice alguien, entre risas. “Pero seguís siendo un muerto de la D”, lo aniquila otro compañero.
En ese campo maltrecho, la desigualdad salta a la vista. Aunque el pasto sigue brillando por su ausencia y la pelota continúa picando según la lleven a puro azar los numerosos pozos que ofician de campo de juego, “el marrón” es hoy la cenicienta del torneo: ningún otro equipo de la divisional –ni siquiera del ascenso– posee como publicidad estática a marcas como CableVisión, Bagó, Nike... Si hasta los jugadores, que antes si apenas podían tomar agua de unas pocas canillas, ahora sacian su sed con Gatorade, bebida exclusiva de las grandes estrellas. “Y, encima, a veces tengo que soportar a alguno que otro que se queja porque no hay más Gatorade”, cuenta no sin asombro Maximiliano Ambrosio, el conductor y productor del ciclo a través de Autobombo.TV.
Según cuenta el productor, el programa se transformó no sólo en un éxito en Argentina sino en toda la región. “Especialmente en Colombia, Ecuador y México, desde donde nos mandan cientos de mails pidiéndonos comprar la camiseta. Claro que no hay logística para eso, ni tampoco camisetas... Nike no hizo producción para vender al público, no pensaba que iba a generarse tanta pasión alrededor de Atlas”, cuenta Ambrosino. Incluso, muchos jugadores consagrados son fanáticos del programa. De hecho, es conocida la historia de que cuando El Gráfico le pidió hacer una tapa a Juan Román Riquelme, previa al Mundial, el jugador del Villarreal aceptó la propuesta sólo con una condición: que le regalsen los 20 DVD que conforman la primera temporada de Atlas.... Así fue cómo, gestión mediante, el ahora ex 10 de la Selección dio la nota y se llevó los DVD a Alemania. “Es que los jugadores consagrados identifican el programa con sus inicios”, cuenta Ambrosino.
No me pidan
que cabecee
Claro que aunque el acuerdo con la productora hizo que todos los jugadores de Atlas cobren viáticos (que van de los 100 a los 500 pesos), tengan siempre un micro listo para viajar a jugar de visitante, pomadas para los masajes y bebidas frías, las luces de las cámaras también trajeron complicaciones. “A algunos se les subieron los humos a la cabeza y aparecieron algunas rispideces. Hay gente que hace cosas para la cámara, para figurar”, cuenta el delantero Adrián Benítez, quien vivió las dos etapas del club, la pobre y la rica, como jugador. “Antes no había ropa –dice–, mucho menos plata. No había ropa para entrenar. El micro, cuando aparecía, se quedaba a cada rato. Yo no entrenaba en toda la semana y el sábado jugaba igual. Si me pasaban a buscar por casa para llegar a juntar once. Era un delirio.”
Ahora que dejaron de ser anónimos y el público los reconoce por la calle y les pide autógrafos (“a mí se me cae la cara de vergüenza, pero si no les firmo quedo como un agrandado”, dice Carlos Bello, el arquero titular del equipo), todos los equipos, dicen, les quieren ganar. “Es como les pasa a River y Boca: sólo que acá se matan para hacernos un gol, ganarnos y aparecer el lunes en el programa”, explica Néstor Retamar, como manera de explicar los motivos que hicieron del Atlas candidato un equipo que pelea por salir de la mitad de la tabla. El “borombombom / borombombom / son todos extras / de Fox Sports” ya se transformó en el clásico cantito con el que las hinchadas rivales reciben a Atlas en cada presentación.
“La TV da atributos que la naturaleza no da”, desliza alguien que prefiere el anonimato, al preguntar sobre si las mujeres se acercan más que antes. “Sigo siendo el mismo y ahora se me acercan muchas más mujeres que antes. La TV da tranquilidad económica y a la gente le gusta”, dice Diego Naveira, el capitán del equipo. Ya lo dijo alguna vez el Turco García, el ex jugador de Racing y Huracán: “Si no hubiera sido jugador de fútbol hubiese muerto virgen”.
Gracias al programa, los jugadores cumplieron muchos sus sueños que, de otra manera, nunca se hubieran concretado: conocieron a Carlos Bilardo y al Bambino Veira, se entrenaron con Diego Latorre y hasta fueron invitados a jugar un partido amistoso a Paraná (perdieron 4 a 0). Pero aunque Fox está detrás, lejos está Atlas de ser una institución modelo. De hecho, días atrás el plantel fue invitado a jugar en la Bombonera contra el equipo de jugadores libres, en el preliminar de la primera final de la Recopa entre Boca y San Pablo. Entusiasmados, los jugadores de Atlas llegaron temprano al club para jugar en una cancha llena y de Primera División, probablemente por primera y única vez en sus carreras. Sin embargo, el sueño casi queda incumplido: el micro tuvo un problema y pasó a buscarlos por General Rodríguez ¡dos horas después de lo previsto! Sólo pudieron jugar 20 minutos...
Entre el ser y
el (a)parecer
La repercusión que alcanzó Atlas... rompió, incluso, la lógica de la divisional, en la que por lo general los planteles se conforman con muchachos del barrio. Ahora, cámaras y fama mediante, la mayoría de los jugadores quieren jugar en Atlas (¿o simplemente salir en TV?). “Pensar que antes sólo venían a jugar los que no tenían chance alguna en Alem. Porque en Atlas, bien o mal, siempre había algún lugar”, se queja José, un ex jugador del club que a partir del suceso televisivo volvió a sus pagos y ahora integra la Comisión Hacete hincha del Marrón, que intenta canalizar el éxito televisivo en las arcas del club. Es que en General Rodríguez, dice, la mayoría son hinchas de Alem, el equipo poderoso, gerenciado por alguno de los Mastellone, la familia dueña de La Serenísima.
Desde que Atlas es protagonista del ciclo de TV, los pocos hinchas –en su mayoría familiares de jugadores– que concurrían a ver un partido de la D se transformaron en cientos y, en algunos casos, en miles. Es que propios y extraños se sienten atraídos. Seguramente no tanto por la calidad de juego que se puede ver en esas canchas de tierra y yuyos crecidos. La atracción, más bien, responde a la ilusión de aparecer, aunque sea de refilón, en alguna toma televisiva en el programa. Es que Atlas... dejó de ser un docu-reality de un club de la D para convertirse en la pantalla familiar, reconocida, del fútbol del ascenso.
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