MARTíN BAUER, NUEVO DIRECTOR DEL TEATRO ARGENTINO DE LA PLATA
La sola noción de un teatro dedicado a ópera y ballet en los comienzos del siglo XXI implica un conflicto. En el caso del Argentino de La Plata, un gigante fuera de escala diseñado por la última dictadura cívico-militar para reemplazar a la sala original, destruida en 1977 por un incendio que muchos suponen intencional, esa tensión es extrema. Situado lo suficientemente lejos de Buenos Aires (a casi 65 km) como para no formar parte de su paisaje cultural y no lo suficientemente alejado como para tener una vida totalmente autónoma, más de la mitad de sus 60.000 metros cuadrados cubiertos se encuentra abandonada. Como en otros casos, su mayor capital son los organismos artísticos propios –una orquesta, un coro y un ballet– y los técnicos especializados.
“El aporte mayor que puede hacer a la comunidad un teatro como el Argentino es dedicándose a aquello para lo que está preparado y para lo que, al mismo tiempo, otras salas no lo están”, dice Martín Bauer, su nuevo director. “Allí debe haber ópera, conciertos y ballet, pero a partir de esa certeza hay que ponerse a pensar cuáles son los problemas, las contradicciones y las posibles respuestas en esta época. En principio hay que entender que el pacto de un teatro estatal es con la comunidad, que no es exactamente lo mismo que el público. Son muy pocos, proporcionalmente, quienes han ido al Instituto Di Tella. Y sin embargo a todos nos afecta positivamente que Buenos Aires haya tenido al Di Tella. Por otra parte, una porción de las programaciones que se diseñen para esta sala tendrán que ver con el mejoramiento del nivel de sus organismos artísticos. Yo puedo pensar que la orquesta debe hacer Mahler, Shostakovich o Stravinsky, pero debe también tocar Mozart, porque eso le permite trabajar otra clase de aspectos, que la hace mejor como orquesta.”
Ex director del Tacec (Teatro Argentino Centro de Experimentación y Creación) del Argentino, durante la gestión que tuvo al frente a Marcelo Lombardero, y, antes, codirector del CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón), Bauer coordina, desde hace dos décadas, el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín y, en los últimos años, otro ciclo más, el Colón Contemporáneo. Dos de las actividades que el teatro platense presenta esta semana próxima marcan, en todo caso, la extensión de sus intereses y su preocupación por el equilibrio. Ayer estuvo allí el célebre Cuarteto Arditti, uno de los grupos de cámara más importantes entre los especializados –o casi– en música compuesta a partir del siglo XX. Y mañana se abrirá la temporada operística con un título que los vaivenes políticos –o presupuestarios– habían obligado a cancelar el año pasado: La Bohème de Giacomo Puccini, con una puesta de Ricky Pashkus que había programado Valeria Ambrosio, su antecesora en el cargo. “Hay composiciones insoslayables y hay también producciones nuevas que el teatro tiene que mostrar”, resume. De hecho, la programación, donde conviven la genial De Materie, de Louis Andriessen –un holandés posminimalista que funciona como gurú para gran parte de los nuevos compositores estadounidenses– y Cosi fan tutte de Mozart muestra a las claras esa intención.
Entre los estrenos previstos para 2016 se destaca la ópera El viento que arrasa, basada en la novela de Selva Almada y con música de Luis Menacho, que se presentará en septiembre en el Tacec, Written on skin (escrito sobre la piel) del compositor británico George Benjamin (en octubre) y una nutrida temporada de conciertos a cargo de la orquesta del teatro, donde podrán escucharse, entre otras grandes obras, el Requiem Alemán de Brahms, la Sinfonía Nº 2 de Mahler, La consagración de la primavera de Stravinsky, Sensemayá, de Silvestre Revueltas y Atmósferas, de Ligeti. Acompañado por un equipo que incluye al director Pablo Maritano, en el área de la programación de ópera, y Maricel De Mitri, Carlos Trunsky y Alejandro Parente en la conducción del ballet, Bauer asegura que no tiene “ningún prejuicio”. “Me gusta la mezcla de lo más nuevo y lo clásico: me gusta en el interior de un concierto, como cuando el Cuarteto Keller armó su repertorio alternando Johann Sebastian Bach y György Kurtág, y me gusta en el sentido amplio, que es la línea que tendremos en el teatro. Al público hay que atraerlo, hay que tratarlo bien y, también, hay que desafiarlo. Hay que exigirle. Si no, no tiene sentido.”
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