Dom 11.09.2005
espectaculos

ENTREVISTA A PIERRE CURZI, DEL SINDICATO DE ARTISTAS CANADIENSE

“La cultura necesita sostén político”

El actor, uno de los protagonistas de Las invasiones bárbaras, vino a participar de un encuentro sobre diversidad: “La cultura puede darle a la gente el sentido de lo colectivo”.

› Por Silvina Friera

Dibuja una especie de globo terráqueo con sus manos y dice: “Lo que más me impresiona es el calor humano que se siente en esta ciudad, las mezclas y la intensidad de la vida en las calles”. Pierre Curzi estuvo en Buenos Aires, donde participó del III Encuentro Internacional sobre Diversidad Cultural como presidente del Sindicato de Artistas y copresidente de la Coalición por la Diversidad Cultural. Uno de sus últimos trabajos en cine, Las invasiones bárbaras, film de Denys Arcand, se estrenó el año pasado en la Argentina. En esa película, el actor canadiense se lucía como Pierre, el amigo que ofrece su casa de fin de semana para que el profesor pueda morir rodeado de sus afectos: mujer, hijo, nuera, amigos, ex amantes y una adicta a la heroína que le hace fumar esa droga o le aplica inyecciones para paliar los dolores.
Curzi recuerda que su padre fue un inmigrante italiano que se integró sin dificultades a la cultura de Quebec. “Ese vigor que me atribuyen puede venir de mis antepasados italianos, pero creo que el teatro y el cine me dieron el gusto por la creación colectiva. Quizá sea una deformación que me viene desde joven”, señala el actor. “No puedo concebir al actor aislado de la cultura en la que vive y crea. El actor siempre tiene un rol social”, asegura Curzi. La muerte de un amigo en 1996 marcó un antes y un después en la vida del actor de Las invasiones... y La decadencia del imperio americano. “El Sindicato de Artistas francófonos quedó acéfalo y con la muerte de mi amigo me di cuenta de que había cosas que, si uno deseaba concretarlas, tenía que hacerlas ya porque mañana podría estar muerto.” Desde 1997 preside el Sindicato de Artistas de Canadá y es uno de los fundadores de la Coalición por la Diversidad Cultural, integrada por productores y artistas de las diferentes disciplinas de su país. Parafraseando a Borges, se podría decir que a los francófonos los unió el espanto: EE.UU. pretendía que la OMC considerara a los bienes culturales como mercaderías de libre comercio. “Por la proximidad geográfica con EE.UU., la cultura canadiense sólo existe gracias a políticas culturales implementadas en el ámbito nacional y provincial”, sostiene Curzi.
–¿Cuáles son los principales problemas de la cultura canadiense?
–En el lado inglés es la identidad cultural, mientras que en la parte francesa es la profusión cultural. La parte francófona es una región, como un país pequeño, que produce mucha cultura. Hay otro problema que no va a estar ni regulado ni arreglado por la Convención de la Unesco, que es la invasión del comercio en la cultura. En Quebec se logró retener el 15% del tiempo de transmisión en la pantalla de TV para la producción nacional, cuando hace diez años sólo ocupaba un 3%. La convención garantizará que se mantengan las políticas de subvención, pero sobre este 15% de producción nacional hay muchas presiones. El peligro es perder esa originalidad del cine quebequense. Sin la convención, el cine estadounidense pasaría por sobre nuestras producciones y las haría desaparecer.
–¿El Estado debe subvencionar siempre la cultura?
–Las realidades varían según los países. Para que cada país pueda tener una cultura con dignidad necesita de un sostén político, pero alcanzado cierto nivel, las industrias pueden funcionar sin esa ayuda. En Quebec siempre existió una cuota de contenido francófono en la TV, por lo tanto hay una producción abundante, variada y que se autofinancia. Pero en otras disciplinas como la danza, el teatro experimental o las artes plásticas es necesario un apoyo. También es importante mantener la propiedad sobre los medios de comunicación públicos como la radio o la TV para que el Estado siga brindando servicios gratuitos a toda la ciudadanía.
–Las coaliciones por la diversidad cultural que se fueron formando en distintos países, ¿son una manera de resistir a la globalización en tanto se oponen a la uniformidad cultural?
–Sí, contra la uniformidad, pero no necesariamente contra la mundialización. Al principio la idea madre era protegerse y luego abrirse. El fenómeno de la creación de las coaliciones culturales implica el conectarse con otras culturas y el diálogo con otros países. Estamos del lado de la mundialización para defender la producción de sentido cultural.
–¿Se imagina en un futuro próximo involucrado más activamente en la política, como diputado, gobernador o presidente?
–Me lo preguntan frecuentemente. No tengo ambiciones políticas. Con mi trabajo en el sindicato o en la coalición yo hago política civil; al menos en mi país la sociedad civil juega cada vez un papel más importante en la gobernabilidad, en un momento en donde se perdió el valor de lo que significa el hombre político.
–¿Por qué?
–Esta pérdida, que empezó en los últimos 30 años, quizá esté relacionada con el resurgimiento del individualismo como un valor fenomenal ligado al consumo. El hombre aislado como consumidor pudo haber degradado la representación política, pero soy optimista porque creo que la cultura es un medio para volver a dar a la gente el sentido de lo colectivo, de la justicia y del estar abiertos a los otros.
–La última película que llegó aquí fue Las invasiones bárbaras. ¿Cuándo se lo volverá a ver en otro film?
–Actualmente estoy haciendo TV y teatro. Participé en más de cuarenta películas, así que pueden pasar otras cuarenta hasta que me vuelvan a ver (risas). Por mi actividad sindical me dejaron de llamar para trabajar en la industria, que en Canadá está controlada por los distribuidores, los que se “guardan” el dinero para no dárselo a los creadores. Y como mi discurso no es amado por los poderosos, estoy filmando menos que antes.

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