CARLOS AMORALES
El mexicano presenta en el Malba la muestra “Los malos duermen bien”.
El Malba inaugura una nueva edición del “Programa Contemporáneo” dedicado al proyecto de un artista individual: Carlos Amorales, uno de los creadores más personales de la nueva generación de arte mexicano, exhibe por primera vez sus trabajos en la Argentina, en el museo de Figueroa Alcorta 3415. La exposición presenta la triple proyección de diapositivas y música The Bad Sleep Well (“Los malos duermen bien”). La muestra se completa con una selección de 25 collages provenientes de su “archivo líquido”, una compilación de aproximadamente mil imágenes vectoriales, que funcionan como herramienta para sus proyectos. Amorales nació en 1970 y en el período 1992-1996 asistió a diferentes escuelas de arte de Amsterdam. A fines de la década del noventa comenzó a trabajar en proyectos performáticos que estuvieron expuestos en lugares como el Tate Modern de Londres y el Centro Georges Pompidou de París. En 2003 su obra viró hacia dibujos digitales, animaciones y videos de sonidos, que realiza en colaboración con diseñadores gráficos, expertos en comunicación y músicos. El punto de partida de The Bad Sleep Well (título que surge de una película de Akira Kurosawa de 1963) es una investigación fotográfica sobre México D.F. que Amorales realizó con el comunicólogo Orlando Jiménez, en busca de elementos góticos o tenebrosos por distintas partes de la ciudad. En diálogo con Página/12, el artista cuenta que “la idea fue desarrollar una sugerencia de historia fantástica, de terror, pero con elementos urbanos que son parte de nuestro hábitat”.
–¿Cómo incorporó la técnica digital viniendo de la escuela del arte tradicional?
–Es gracioso, porque cuando todavía estaba en la academia de arte y tenía mi estudio jamás había abierto una computadora. Yo creo que lo que pasó fue una cosa de espacio: una vez que me quedé sin estudio empecé a trabajar en la laptop y a hacer mis cosas. Empecé a descubrir poco a poco los programas de dibujos y los fui utilizando de a poco para apoyar mis ideas con formas o para diseñar. Me costó mucho al principio porque me llevaba seis meses solamente tratar de aprender a manejar el programa que iba a usar.
–Al pensar en México, siempre se establece una relación directa con los muralistas: Diego Rivera, Orozco. ¿Cómo se ve el tipo de arte que hace en México, en contraposición con estas corrientes?
–El trabajo de los muralistas es un tipo de arte muy educativo, que buscaba enseñarle al pueblo la historia de México... y justamente creo que es con eso con lo que se está rompiendo ahora. Hay distintas posiciones: gente que se ha metido hacia lo fashion, otros que se han metido en recuperar el modernismo, otros en cosas decorativas. Hay distintas tendencias. En lo personal me gusta la potencialidad de poder contar una historia, de poder enfocar el trabajo, en mostrar una idea pero con una mirada abierta.
–En la presentación de la muestra dice que estas obras son una nueva forma de hacer un género fantástico en contraposición a Hollywood. ¿Qué quiere decir eso?
–Me interesa mucho la fantasía, el mundo fantástico. De alguna forma, en los últimos años siento que ha habido en el arte una corriente muy realista, muy enfocada a explorar la realidad y cómo funciona ésta. Yo personalmente siento que está un poco saturada toda esa explotación y me interesaba buscar otro tipo de cosas. Una de esas cosas es lo fantástico. Investigando, viendo y leyendo empecé a descubrir como dos vertientes, una más comercial o más basada en convenciones que todos reconocemos, que es como El señor de los anillos y derivaciones como Harry Potter. Todo ese tipo de fantasía que en el fondo está muy ideologizada o muy conducida y reconocemos fácilmente, pero no estimula realmente nuestra fantasía. Y luego hay otro tipo de trabajos, como una animación de los setenta que se llama Planeta fantástico, que es un delirio y está más basada en la psicodelia y otros tipos de corrientes. Esas cosas me interesan porque siento que son más motivantes. Es más pesado, no es tan entretenido pero sí te aleja más, y es un poco a lo que me refiero. Me interesa hacer un tipo de imagen que no sea una imagen conductivista, que no sea una imagen que te meta al mundo de la fantasía sino más bien que te detone. Menos dirigido hacia el espectador, menos narrativo.
–¿Cuando hace sus trabajos trata de imprimirles un mensaje?
–La verdad, no. Hay reflexiones en otro nivel, desde un punto de vista más formal o desde un punto de vista del proceso del trabajo donde uno toma actitudes o direcciones hacia lo que quiere hacer. Yo siento que desde la posición del artista es muy difícil poder dar un mensaje. Sobre todo ahora, porque según lo veo estamos en un momento donde es muy difícil tomar una posición. Estamos en un momento muy poco claro ideológicamente y además es un mundo que está muy maniqueo, se embarca casi religiosamente, es una guerra entre cristianos y musulmanes. Es muy difícil tomar una posición. Esto en contraposición a la generación de nuestros padres, que tenía otra contraposición: eras comunista o no. Había un sentido discursivo muy fuerte, muy marxista. Es muy difícil lograr eso. Tal vez es personal, pero me cuesta mucho dar un mensaje porque siento que me confundo. Al principio era un problema pero ahora lo veo más como una ventaja, como algo en lo que me interesa profundizar.
Por estas ambivalencias y ante la difícil situación de tomar postura, Amorales explica la elección del nombre de su muestra. “El título de la película de Kurosawa me pareció muy propicio, pues es un juego de palabras que denota un cinismo sobre el hombre. Además, supone una actitud moral que se puede entender con ambivalencia, según la posición que uno tenga ante la vida, sea uno bueno o malo. O sea, simplemente amoral...”
Informe: Suyay Benedetti.
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