OPINION
› Por Juan Sasturain
Después no digan que no se les avisó: amigos, ha pasado el tiempo. Como muchos saben o deberían saber, esta revista de historietas tuvo su versión original entre 1984 y 1992 –cien gloriosos números–, y los que la empezaron a hacer entonces eran un seleccionado subcuarenta mechado con (algunos) juveniles. Hoy, si se fijan en el índice, verán muchos de aquellos nombres repetidos –casi todos, bah–, así que si hacen las cuentas podrán sentir el vértigo habitual ante un listado de dinosaurios. Sin embargo, contra lo que se podría suponer, todos los autores gozan de buena salud física, moral y artística, sobre todo el grandísimo Copi, que –según dicen ciertos despistados– murió hace unos años.
Del resto, hay algunos que han permanecido semiperdidos, alejados de los lugares que solían frecuentar, otros incluso han permanecido en estado latente debajo de una piedra durante más de una década, pero todos están ahí –acá, quiero decir–. Por eso les aseguro que Tati existe, que El Tomi persiste, que el Marinero Turco subsiste, que los Breccia insisten –y cómo– todavía... Las grandes y gloriosas duplas dan el ejemplo: cuando todo se cae alrededor, Muñoz & Sampayo y Saccomanno & Mandrafina siguen juntos y famosos sin haber devenido matrimonios de conveniencia. Incluso gente decididamente grande (en todos los sentidos) como Trillo & Grillo empiezan recién ahora una vida en común. Un ejemplo.
Es que a todos los años les han pegado bien. No hablemos de Maitena, con lo que asomaba entonces y lo que es ahora; ni de Nine el Grande, acuarela universal; ni del tapado De Santis, acá con joven coequiper, devenido narrador que juega hace rato en primera; ni del precocísimo Max Cachimba –de pie, señores– que tenía quince cuando ganó el primer concurso de Fierro y ahora pinta cuadros de personajes con una cornetita en el culo y lo premian los académicos. Un lujo.
¿Qué se puede hacer con tantos veteranos? Por ahora, sólo cola para desbancarlos o –mejor– banco para poder entrar. Y la fila es nutrida, porque muchos son los llamados y pocos –necesariamente, con sólo 64 páginas– los elegidos ocasionales entre pendejos y más transitados. Con decirles que ahí están para publicar mañana, alternando, Altuna y Rep, Juan Giménez y María Alcobre, Crist y Peiró, el Bocha Flores y el incondicional Birmajer, Nine el Joven y Liniers; Lucas Varela y El Niño Rodríguez; Podetti y Fayó; Quattordio y Gustavo Sala; los pibes de La Productora y los desaforados de Barcelona, e incluso el incombustible Solano y el oxidado Chichoni, marca registrada de esta revista, si la hubo y la hay. Toda gente avezada.
Pero claro: después no digan que no se les avisó. Ha pasado el tiempo. Por ejemplo, ya no están Alfonsín ni Ediciones de la Urraca, ahora está Kirchner y nos edita Página/12. Sin embargo, sólo un poco de pudor y la resistencia al golpe bajo nos impide seguir subtitulando a Fierro “Historietas para sobrevivientes”. Porque cabría, qué duda cabe. La cría de Juan Salvo, presente una vez más, a los dos lados de la historieta: los que la hacen y los que la leen.
Precisamente, la última referencia de estas Contraindicaciones que quieren abrir paraguas y prevenir respecto de futuros equívocos, está dedicada a ustedes, lectores, y es la misma del principio: ha pasado el tiempo. Los lectores de Fierro eran hijos y hoy son padres. ¿Están ahí todavía? ¿Qué hacemos con ustedes? Yo, mejor, confiaría en el banco. No en las perversas y puteadísimas instituciones crediticias, por supuesto, sino en el banco de lectores. En esa reserva que nos garantice el continuará. En realidad, desde que éramos pibes, esto de las historietas siempre ha sido una cosa “de continuará”.
Así que, cruzando los dedos, bienvenida sea Fierro otra vez, Fierro Segunda época, Fierro “El regreso”, si cabe o les parece. Y bienvenidos ustedes, conocidos o por conocer. La verdad, es un gustazo hacer esto de nuevo. Buenas tardes a todos.
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