A DIEZ AÑOS DE LA MUERTE DE POLO
Fabián Polosecki, creador y conductor de programas como El otro lado y El visitante, inauguró una manera de narrar en la TV que luego renovaría desde el magazine al noticiero, demostrando la vigencia de su breve pero influyente carrera.
› Por Mariano Blejman
El 3 de diciembre de 1996, Fabián Polosecki dio su vida por terminada. Tal vez por eso, Polo sea el periodista más recordado de la historia contemporánea televisiva. Cada lustro, cada aniversario, cada documental o ciclo que se haya preciado de recorrer su breve pero poderosamente influyente carrera, es motivo para volver a mencionarlo. Muchos pueden pensar que es eso lo que tiene la muerte joven: el visionario se queda en el comienzo de sus pasos profesionales. A decir verdad, muchos periodistas gustan de escribir sobre la obra de este solitario. Por muchos motivos. Uno: en la vorágine de la fiesta menemista, Polosecki era un cable a tierra. Dos: el programa El otro lado inauguró en 1993 una manera de narrar en televisión. Un modo de contar que sería continuado en el segundo ciclo del programa, en el ’94, hasta emitir El visitante en el ’95, siempre por ATC. Tres: la idea de encontrarle “otro lado” a las cosas que “se ven” pareciera ser inherente al ejercicio periodístico. Cuatro: Polo era un periodista de televisión que hablaba poco, y no gritaba.
La narración de El otro lado no sólo influyó en la manera de contar sus programas (hasta su suicidio), sino también creando una línea de continuidad estética y argumentativa que salpicaría prácticamente todo el espectro televisivo (que es bastante amplio): en el ’97 llegaría con Zoo de la mano de Juan Castro y Dolores Cahen D’Anvers por América; y de manera directa seguiría con el propio Kaos en la ciudad de Castro en Canal 13. Todos ellos, en su momento, mostraban aquello que el país no miraba. Pero el crédito de El otro lado parecía estar centrado en historias marginales (aun a pesar de lo que pensaba su creador), o en la posibilidad de ingresar a mundos aparentemente cotidianos redescubriendo aquello que estaba demasiado cercano como para ser visto. El visitante, en cambio, inauguró una forma de contar que no necesitaba de formatos convencionales: no había un comienzo ni un final. Todo simplemente sucedía. La cámara acompañaba en un lugar y Polo (en verdad, su personaje) sacaba a relucir su oficio de “preguntador” y su capacidad para manejar los silencios.
Zoo convirtió en periodístico un formato inaugurado por Polosecki, aunque agregó rigor informativo y chequeo de fuentes. Pero había también una intención de retratar esos mundos desde un lugar más cercano: como si la cámara quisiese vivir aquellas vidas que no le pertenecían. Pero recién unos años después, con Kaos en la ciudad y en un país que parecía levantarse del derrumbe, un conductor y su micrófono (en un formato cercano al magazine de frivolidades) mostraban los retazos que habían quedado de la Argentina. Y luego vendría Ser urbano, con Gastón Pauls y la producción de Ideas del Sur de Marcelo Tinelli, personaje para nada interesado en los márgenes. Hasta el periodístico PuntoDoc se animó con la non fiction. Algunos recursos (historias cotidianas, cámaras íntimas, aventuras del entrevistador) invadirían la pantalla de manera transversal, más allá del tipo de programa. La non fiction rompe la cabeza informativa, usa recursos de la ficción con rigor periodístico, encuentra formas noveladas de contar sin perder el objetivo de mostrar eso que algunos llaman “realidad”.
El otro lado contaba historias. Pero tanto el entrevistado como el entrevistador (Polo) se dejaban llevar por largas horas de conversaciones. Los entrevistados eran desconocidos, generalmente marginales: prostitutas, barrenderos, basureros, conductores de trenes, ladrones. Mientras el país se embarcaba en el sueño neoliberal, Polo se dedicaba a conversar con aquellos que se estaban perdiendo la fiesta menemista. Era la cámara de los comunes. Por otro lado, El visitante consistía en visitar un lugar acotado y definido para descubrir quiénes eran los personajes del barrio, a veces imaginario, otras real.
Muchos creen que El otro lado y El visitante fueron los programas más influyentes de la televisión desde la vuelta de la democracia. Fabián Polosecki cambió la historia de la televisión como una prolongación de su militancia política que había tenido en la Fede, la juventud del Partido Comunista. Su forma de encarar los temas, su postura política frente a la vida: existe coherencia entre las notas que el autor escribía en Sur y en Página/12, donde trabajó entre 1989 y 1992, y el enfoque ideológico de sus programas. La influencia de Polosecki en los modos de hacer televisión ha traspasado fronteras durante años, en revistas, diarios, estudiantes de comunicación, bellas artes, artes visuales, periodismo y televisión.
Polo había pasado por Radiolandia, donde aprendió a inventar noticias antes que a hacer periodismo. “Desarrollás la cualidad de poder hablar una hora sobre algo que no te importa, hasta que la tipa tenga ganas de decirte lo que vos estás esperando desde el principio. No es aplicable a lo que hago en El otro lado, pero me la paso esperando a que un desconocido se afloje y me cuente algo que jamás pensó contarle a nadie”, decía Polosecki. Trabajó en la revista El Primer Tajo, intentó en periodismo de espectáculos hasta que en 1993 comenzaría en ATC El otro lado, por el que ganó tres Martín Fierro entre 1994 y 1995.
Fue Roberto Petinatto quien lo llevó por primera vez a la pantalla, para hacer una sección de Rebelde sin pausa (ATC). Al poco tiempo, el polémico interventor del gobierno menemista Gerardo Sofovich le propondría hacerse cargo de un ciclo. En apenas tres temporadas trasladó al formato periodístico los géneros de la narración cinematográfica, a veces con el acento en el documental, otras en la ficción. La televisión (desde noticieros a programas, magazines, investigaciones hasta los clips de Fútbol de Primera, entre otros) utilizaron una mezcla de lenguajes patentada por Polosecki. Y habría que rastrear incluso la relación entre esta idea y los usos y costumbres que adoptaría años después el llamado “nuevo cine argentino” (¿qué tipo de relatos propone si no Mundo grúa, El bonaerense o Un oso rojo, por dar algunos ejemplos?).
Polosecki veía más interesantes las conversaciones de las personas “cuando son compañeras de trabajo. O cuando se juntan en un bar, o simplemente se conocen, son vecinos, se visitan circunstancialmente, se aman circunstancialmente o cualquier cosa circunstancialmente, que cuando tienen la ambición de preguntarse o responder sobre cosas importantes y que después figure en algún tipo de texto periodístico”, contó una vez. Para él, la idea de implementar una especie de ficción televisada tenía que ver con esa posibilidad de acercarse a la realidad.
Aquellos dos programas de Polo propusieron contar historias de gente común. Entre los más emblemáticos pueden encontrarse “Policías y ladrones”, “La vaca”, “Agua de puerto”, “Reyes de la noche” y “Ciudad abajo”, donde trabajaron los directores Nacho Garasino, Daniel Lazlo y Diego Lublinsky, el guionista Pablo De Santis, los investigadores Marcelo Birmajer, Ricardo Ragendorfer, Pablo Reyero, Ariel Barlaro y Gustavo Salem, y el camarógrafo Claudio Beiza, entre otros.
Su rol de conductor estaba en su personaje: Polo, que hacía preguntas, y trataba de obtener pasajes interesantes de la vida de una persona. El otro lado duró dos años. El visitante duró 13 capítulos e iba por ATC los viernes a las 23, y jamás fue visto por algún gerente de programación antes de emitirse. ¿Era o no era periodismo? A Polosecki no le importaba, él quería contar historias. No quería entrevistar a actores, sino a personas comunes que hicieran de actores.
De cualquier modo, Polo luchó contra esa idea de que su programa trataba temas marginales: “De alguna manera es un estigma que nos acompaña. Porque nosotros propiciamos eso: entrevistamos putas, linyeras, chorros, policías, ese tipo de cosas. Pero nunca fue la orientación del programa. Nunca pensamos en hacer un relevamiento del mundo marginal. Es un programa que cuenta situaciones de vida, que habla sobre las pasiones humanas. Me molesta porque me parece que se quedó fichada esa idea. Y me irrita a mí mismo que así sea”.
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