“LITERATURAS DEL EXILIO”
La muestra que ocupa seis salas del Centro Cultural Recoleta busca representar el recorrido que debieron afrontar los republicanos tras la Guerra Civil, apelando a documentos históricos, instalaciones y tapas de diarios de la época.
› Por Oscar Ranzani
Cuando finalizó la Guerra Civil Española (1936-1939), Francisco Franco consolidó un régimen totalitario que condenó a numerosos republicanos al exilio. Como el caudal de gente que abandonó España fue tan importante, rápidamente las previsiones se vieron desbordadas. En Francia, por ejemplo, se crearon campos de refugiados, donde las condiciones de vida de quienes no tenían la documentación necesaria para permanecer libremente en ese país –la mayoría– eran muy duras. De las distintas maneras que los republicanos españoles podían abandonar aquellos campos, una posible era que se desempeñaran en compañías de trabajadores extranjeros (dedicadas a construir trincheras en zonas fronterizas). Cuando Francia fue invadida por los nazis en 1940, esas compañías fueron capturadas y algunos republicanos terminaron en campos de concentración alemanes. El exilio fue, entonces, un pasaporte al infierno. Otros tuvieron un destino más próspero al emigrar a Latinoamérica, sobre todo México y Chile. A partir del caso de un grupo de escritores catalanes que abandonaron Barcelona huyendo del franquismo, la exposición Literaturas del exilio avanza hacia lo general, profundizando en “la experiencia humana de los exilios”, según comenta Maribel Serrano, directora de la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (Seacex), una de las productoras de esta muestra que se inaugura hoy a las 19 en el C. C. Recoleta (Junín 1930).
Literaturas... se inauguró el año pasado en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, entidad impulsora de la idea. Como la tarea de Seacex apunta a la difusión de la cultura española en el exterior, esta institución entendió que podía convertirse en itinerante. Argentina es su primera estación y luego se trasladará a Chile y México: los principales países que acogieron a los exiliados. La muestra, imponente por su contenido y su dimensión (ocupa seis salas del Centro) trabaja con distintas facetas como la literatura, el arte contemporáneo y el cine documental a través de sus tres curadores: el escritor y crítico literario Julià Guillamon, el artista plástico Francesc Abad y el cineasta Joaquín Jordá (fallecido el año pasado).
El acceso a la muestra es un túnel oscuro, dentro del cual se escuchan unas voces (situadas en enero de 1939) que expresan la duda de si marchaban o no al exilio. “El túnel reproduce el refugio antiaéreo”, dice Guillamon en relación con que Barcelona fue bombardeada intensamente durante la Guerra Civil. Guillamon brinda un dato contundente: “Barcelona fue la primera ciudad del mundo donde la población civil fue bombardeada por la aviación militar, abriendo la puerta a lo que luego serían los grandes bombardeos de la Segunda Guerra. El túnel reconstruye un poco el ambiente de estos refugios”, explica. Al salir del túnel, tapas de diarios españoles y franceses dan cuenta de la diferencia de miradas: mientras la española muestra a Franco como “un gran salvador de la patria”, la francesa pone el acento en los problemas generados por la gente que cruzaba la frontera. A través de monitores de PC se observan fotografías de las distintas situaciones vividas en los pasos fronterizos. Un audiovisual se mete en la frontera entre España y Francia: en los sitios donde sucedió la historia, los actuales habitantes cuentan el pasado y la actualidad. Unos dibujos de José Bartolí presentan a los militares franceses como calaveras simulando la muerte y como bestias representando la monstruosidad. Hay un elemento que estremece: una alambrada auténtica, de fabricación alemana, perteneciente a un campo de Rivesaltes, al sur de Francia.
“Cuando los alemanes están a punto de iniciar la Segunda Guerra, esta gente tiene que buscar la manera de salir de Europa. Salieron huyendo de Franco y se encuentran con que también tienen que huir de Hitler”, sostiene Guillamon en una sala a la que se accede a través de molinetes de subte que representan el paso de un lugar a otro y la traba que implicaba este peregrinar. Allí se observan documentos de época retroiluminados que presentan los destinos de la diáspora republicana: París, Ginebra, República Dominicana, México, Chile, Argentina y Venezuela. En algunos casos, se trata de pasaportes que muestran el camino recorrido por una sola persona: uno tiene el itinerario Barcelona, París, Londres, Caracas. En la misma sala, hay una instalación de Francesc Abad que representa a los campos de exterminio nazis. Simula un muro pintado con rayas que simbolizan los trajes de quienes eran torturados y exterminados. “Esto es una alegoría con una foto grande con los 186 peldaños del Lager de Mauthausen. Esos peldaños la gente los subía tres veces al día con una piedra de cuarenta kilos, como la que está debajo de la foto”, explica Abad. Las fotos que acompañan ese sector pertenecen a Francesc Boix y sirvieron como prueba contra los nazis en los juicios de Nuremberg.
Otra sala expone la situación de los exiliados republicanos en Chile y México, los principales países latinoamericanos que los acogieron. “En el caso de México, quisimos mostrar la fascinación por ese país y por las figuras de la mitología mexicana. Y muy concretamente por Quetzalcoátl, un héroe mitológico ‘que se fue pero que volverá’. Los refugiados españoles que piensan que un día volverán se identifican con esa figura”, explica Guillamon. En el caso de Chile, la idea fue contar la historia “de la gente que le va bien y la que le va mal”.
El sector vinculado a la Argentina comienza con tapas de prensa: así como anteriormente se reflejaban las diferencias entre la prensa española y la francesa, también Literaturas del exilio expone titulares de Crítica (que tenía una postura de apoyo a los republicanos) con las de La Razón, con una mirada condescendiente hacia Franco. La sala de Buenos Aires tiene un carácter temático: “No nos interesa reproducir todo lo que fue el exilio en Buenos Aires sino que nos fijamos en un aspecto que creo muy significativo: en los años ’30, Buenos Aires es una ciudad cosmopolita, moderna. Lo quisimos reflejar mediante una fotografía de Horacio Coppola que refleja la ciudad. Y Barcelona también es una ciudad parecida, donde tienen cabida los movimientos de vanguardia más modernos y las nuevas tecnologías. Es por eso que un grupo de refugiados republicanos escogieron Buenos Aires. En segundo lugar, se encuentran muy cómodos para continuar realizando su labor”, cuenta Guillamon. Para la muestra se eligieron cuatro figuras: Antonio Bonet, Margarita Xirgu, Antonio López Llausás y Joan Merli.
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