Viernes, 12 de enero de 2007 | Hoy
“MIRADAS AL DESNUDO”, EN MAR DEL PLATA
La muestra itinerante del Museo Nacional de Bellas Artes incluye pinturas, dibujos, grabados y fotografías de desnudos.
Por Karina Micheletto
Para llegar al teatro Auditorium, ubicado en el corazón de la postal por excelencia de Mar del Plata, esa de la Rambla y los lobos marinos al sol, hay que atravesar otra postal de la ciudad: la del pueblo argentino reunido todos los veranos aquí, en la zona más popular de La Feliz. Hay bandera gorra y vincha, musiqueros y bailarines rodeados de públicos circulares, artistas de todo pelaje ofreciendo sus servicios a la gorra. Y gente, mucha gente. Atardece y el imitador del Chaqueño Palavecino, que se trajo un equipo de audio poderoso, atraviesa las paredes del teatro, sigue sonando en la alfombra roja. Adentro, sus canciones de amor salvaje resultan un buen fondo para lo que se ofrece: pinturas, dibujos, grabados y fotografías de desnudos. Miradas al desnudo, la muestra itinerante del Museo Nacional de Bellas Artes, parte del desnudo para llegar a reflexionar sobre la mirada. Y también sobre la forma en que fueron cambiando las miradas con el paso del tiempo, algo que se refleja en las más de 50 piezas, de estilos, funciones y temáticas diferentes, realizadas entre mediados del siglo XIX y finales del siglo XX.
“El desnudo es para el arte lo que el amor es para el poeta”, se lee en una pared a Paul Valéry. Hay reflexiones de Milan Kundera, de Walt Whitman. Pero las obras de Pablo Picasso, André Lhote, Eduardo Schiaffino, León Ferrari, Horacio Butler, Pat Andrea, Grete Stern, Annemarie Heinrich, Robert Mapplethorpe, entre otros artistas plásticos y fotógrafos, dicen muchas otras cosas. Hablan sobre las formas en que se encuentran o se desencuentran hombres y mujeres, sobre lo que se exhibe y lo que se guarda, sobre lo bello, lo erótico, sobre el pudor.
¿Cuánta ropa hace falta sacarse para estar desnudo? Está mucho más desnuda esa mujer que Eduardo Schiaffino –primer director del Bellas Artes–- capturó a principios del siglo XX, en un gesto cotidiano, que cualquiera de las vedettes multicolores que se ven afuera, en los carteles de los teatros de revistas. “Hay algo en el desnudo que pone de relieve conflictos interesantes: si la cultura en un sentido amplio es la que fija límites y establece qué es lo aceptado, el arte trata continuamente de transgredirlos. Y en las imágenes del cuerpo humano desnudo es donde se pone de relieve este conflicto, a través de la reflexión, del descubrimiento o del desafío a quien lo observa”, analiza Américo Castilla, director nacional de Patrimonio y Museos y director del Museo de Bellas Artes. “Por eso hablamos de Miradas al desnudo en un doble sentido: aquí se exhiben miradas desnudas, que también ponen al desnudo a quien mira”.
Pintor delante de su cuadro, de Picasso, pone en primer plano las miradas del pintor que graba y de su modelo, una obsesión del artista. Muchos años después, León Ferrari se apropia de una imagen del artista austríaco Egon Schiele y la interviene con “El amenazado”, de Borges: “Es el amor, tendré que ocultarme o huir... Me duele una mujer en todo el cuerpo”, repite el artista, con letra urgente, sobre el desnudo. También hay obras de Augusto Ferrari, padre de León. Algunas no nacieron pensadas para ser arte, como las fotografías que tomó a principios del siglo pasado para realizar las pinturas de la iglesia de San Miguel, con modelos desnudos en los que se basó para analizar diferentes poses del cuerpo humano.
Un bellísimo desnudo de mujer de la fotógrafa Annemarie Heinrich mereció un juicio por obscenidad. “Hoy parece ridículo, pero estaba en una vidriera de un marquero en la calle Las Heras, cuando alguien pasó, se escandalizó e hizo la denuncia”, cuenta Castilla. Más polémico aún fue el torso desnudo que fotografió el norteamericano Robert Mapplethorpe: “Llegó a poner en crisis todo el sistema de subsidios del estado al arte en Estados Unidos, porque los políticos republicanos más reaccionarios cuestionaron que se hubiera subsidiado lo que consideraban una inmoralidad”, explica. Otra fotografía tiene implícito este cambio de miradas según las épocas: luego de recibirse de química en 1901, Imagem Cunningham se tomó un autorretrato totalmente desnuda en el campus de la universidad, inaugurando el desnudo al aire libre. Años después, otra fotografía la deja ver, ya anciana, con una vieja cámara de fotos colgada, mirando a una espectacular modelo desnuda.
La muestra, que forma parte del programa de exhibiciones itinerantes de la Secretaría de Cultura de la Nación, estará aquí hasta fines de febrero y luego continuará exhibiéndose por el país. “Es una gran ocasión para que se vean obras del museo que de otra manera no son vistas, y Mar del Plata es una plaza ideal”, subraya Castilla. “Nos da la oportunidad de mostrar el patrimonio del museo a gente de todo el país.”
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