Domingo, 29 de abril de 2007 | Hoy
ENTREVISTA A LA SOCIOLOGA HOLANDESA SASKIA SASSEN
Sassen vino a la Feria a presentar Una sociología de la globalización, un libro que analiza el efecto del nuevo siglo en los Estados y su influencia en la relación entre los diferentes poderes y las empresas privadas.
Por Silvina Friera
La globalización es mucho más compleja de lo que parece a simple vista. Lo global trasciende el marco exclusivo del Estado-Nación, canonizado por la ciencia política, y al mismo tiempo habita parcialmente los territorios y las instituciones nacionales. ¿Cómo se inserta el Estado en los procesos globales? La socióloga holandesa Saskia Sassen, que presentó su nuevo libro Una sociología de la globalización (Katz) en la Feria del Libro, responderá que la participación estatal tiene un resultado paradójico: cuando el Estado se incorpora al proyecto global, pierde capacidad de intervención en la regulación de las transacciones económicas en su territorio y en sus fronteras, “desnacionaliza” o “privatiza” su autoridad. Pero no es un juego de suma cero, donde lo nacional y lo global se excluyen mutuamente por incompatibilidad de caracteres, ni mucho menos una lenta agonía de los Estados. “Uno dice globalización y se piensa en algo que está por fuera de todas las instituciones. Lo que sucede es que el Estado se globaliza, especialmente el Poder Ejecutivo, pero la Legislatura se domestica”, señala Sassen en la entrevista con Página/12.
–¿Por qué se domestica el Poder Legislativo?
–Las políticas que se implementan para globalizar la economía de un país tienen como efecto quitarle funciones al Legislativo, y estas funciones pasan a nuevas formas de autoridad privada o hacia el Ejecutivo, que se privatiza. Es un fenómeno que se percibe en la historia de los últimos veinte años, no es sólo en los Estados Unidos, en el caso de Bush y Cheney. Se trata de una cuestión sistémica mucho más profunda, que tiene que ver con el tipo de políticas que se han implementado para globalizar el mercado y el espacio de operaciones de las grandes empresas. Lo que le pasa al Legislativo es que pierde funciones, se va vaciando en su interior, y también se domestica comparado con el Poder Ejecutivo. El Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio sólo quieren manejarse directamente con el Poder Ejecutivo, no admiten otros interlocutores. En cuanto estos organismos se vuelven más y más poderosos, más y más el Poder Ejecutivo se alinea con estos actores globales. Entonces aparece una tensión creciente entre la globalización del Ejecutivo –más allá de los discursos nacionalistas que circulen– y el hecho de que el Legislativo se queda atrás, pierde funciones y la capacidad de controlar al Ejecutivo. La crisis del medio ambiente va a regenerar toda una serie de nuevas interioridades. La globalidad no necesariamente va a desaparecer, pero creo que el espacio interior de un país se está volviendo más estratégico. Por eso me obsesiona la pérdida de poder del Legislativo y que el Ejecutivo tome decisiones a puertas cerradas.
–¿Esta pérdida de funciones del Legislativo se da también en los sistemas parlamentarios?
–Sí, aunque los sistemas parlamentarios, desde sus orígenes, estaban supuestamente protegidos para eludir ese vaciamiento. El gabinete del Poder Ejecutivo viene del Parlamento, o sea que el gabinete en vez de ser privado ya está inserto en el momento público. Pero, por ejemplo, Blair instaló su propio gabinete privado al punto de que los ministros más poderosos que venían del Parlamento, como el de Relaciones Exteriores, Robin Cook, y la de Desarrollo, Claire Short, presentaron su renuncia. O pensemos en cómo Thatcher manejó al Parlamento. A medida que se dan estas nuevas políticas de desregularización y de liberalización económica, se produce una pérdida objetiva de la calidad de los parlamentarios y del propio parlamento.
–¿Cómo afecta al Estado-Nación el crecimiento de los mercados globales financieros y de servicios especializados?
–Cuanto más se globalizan las empresas, más crecen sus funciones centrales de gestión en cantidad y complejidad. Una manera de verlo es que parte de las funciones burocráticas de regulación pública que pierde el Ejecutivo pasan al sector privado, donde estos servicios se vuelven altamente especializados. El Estado conserva su función de garante de los derechos del capital global, como la protección de la propiedad privada y la ejecución de los contratos, entre otras, porque no es “víctima” de la inserción de lo global en lo nacional sino que participa de su implantación. Y se podría pensar que a raíz de esta participación, aumenta el poder de los bancos centrales y los ministerios de Economía, al tiempo que se reduce de manera considerable el poder de las entidades estatales vinculadas con el sistema de bienestar social.
–¿La globalización afecta la calidad democrática?
–Sí, como el Poder Ejecutivo gana poder y se vuelve más privado y se alinea más con intereses privados, genera un déficit democrático al interior del Estado. Creo que es importante reconocer que el Ejecutivo gana poder en ciertos términos: lo gana en relación con el Legislativo y con el poder de los ciudadanos. En Estados Unidos los ciudadanos van perdiendo derechos mientras el Ejecutivo gana poder desnacionalizando algunas de sus funciones. Las lógicas globales se mudan y se instalan al interior del Ejecutivo. Cuando Kirchner cancela la deuda con el FMI, gana autonomía, ése es un Ejecutivo que ha ganado poder. El FMI está en crisis, ya se venía hablando de la crisis en los últimos cinco o seis años, sobre todo ahora que Chávez está ayudando a otros países a pagar sus deudas.
–¿Por qué las ciudades globales están más conectadas entre sí, al mismo tiempo que parecen desconectadas de sus propios territorios?
–La ciudad global es un concepto analítico que no trata de captar todas las materialidades y las historias que se dan en una ciudad. Pero lo que capta es una tendencia muy fuerte: el hecho de que la economía global corporativa tiene un momento en su trayectoria donde necesita esa concentración de recursos y posibilidades que solamente los va a encontrar en una ciudad. Porque operar, ya seas mercado o empresa, en la economía global aumenta el grado de riesgo y de incertidumbre, entonces se necesita generar ciertas formas de conocimientos. No se trata solamente de buscar dónde está la información, sino que hay que inventarla para poder tomar decisiones. Las redes de las ciudades globales son una especie de espacio crítico para la economía local. Inevitablemente, dado que las empresas operan en estas ciudades, se van orientando más y más hacia sí mismas porque los únicos factores que les importan son otras empresas globales, otros mercados globales. Y esto se lee de manera aguda en las nuevas alianzas financieras. Por ejemplo, la Bolsa de Estados Unidos hizo alianza con Euronext, y ésta es a su vez una alianza que incluye a mercados de Amsterdam, Bruselas y París, entre otros.
–¿Es posible recuperar la conexión con el entorno?
–Sí, a mí me importa subrayar el momento urbano porque uno va recuperando cierto tipo de trabajadores y de empresas, que pareciera que no tuvieran ninguna relación con la economía global y sí la tienen. Y creo que se necesita recuperar la conexión con lo interno, con la región, significadas en las múltiples materialidades de la ciudad. Pero la orientación, en la ciudad global, es hacia otras ciudades globales, y cuando se orientan hacia el interior de sus países, es para los fenómenos de coacción de esas riquezas, ya sean materiales o simbólicas, para poder insertarlas en circuitos globales. Cuando hablamos de finanzas, no hablamos sólo de dinero, sino de la capacidad de hacer líquidas formas de riquezas que nunca pensábamos que pudieran ser líquidas. Le pinto una imagen muy dramática: el hecho de que la producción agropecuaria se orienta más hacia los mercados globales que hacia el esfuerzo de alimentar a sus ciudadanos. Que un país como Argentina tenga hambre en el campo, cuando tiene una producción agropecuaria riquísima, para mí es trágico.
–El Legislativo pierde poder, el Ejecutivo lo gana y los inmigrantes “globalizados” son penalizados por las leyes nacionales y expulsados de los Estados...
–Siempre digo que al final es el cuerpo del inmigrante el que se vuelve portador de la violación de la ley y de la fuerza de la ley. Cuando un jefe de una corporación hace algo mal o se equivoca, a menudo hay una mediación, en cambio el inmigrante no tiene ningún tipo de mediación. Entre él y la ley no hay nada. Sin embargo, los inmigrantes ganan derecho a través del sistema internacional de los derechos humanos. Los inmigrantes son más vulnerables por la renacionalización de la política de pertenencia, pero los ciudadanos también están más vulnerables porque el Estado neoliberal quita derechos sociales. Deberíamos propiciar una política de reforzamiento de nosotros individuos como portadores de derechos. El enfoque político debería desplazarse de ese enfrentamiento entre ciudadanos versus inmigrantes y dirigirse a ciertas temáticas más amplias. Claro que también hay una clase de emigrantes con derechos, los transnacionalismos profesionales, capas privilegiadas que pueden acceder a los contactos necesarios para emigrar. Cuando el Estado se alinea con ciertas dinámicas globales, sus propios ciudadanos vulnerables y los inmigrantes vulnerables hacen que se horizontalice el conflicto. Las ciudades globales se han convertido en un territorio estratégico de conflictos donde se materializan las contradicciones de la globalización económica.
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