Consultado por Página/12, Jorge Telerman se refirió a distintos aspectos del festival:

–¿Cuál es el motivo por el cual apuesta a una “política de festivales”?

–En principio, para asegurar, cada dos años, los presupuestos. Porque hay una retórica en torno de las políticas públicas, pero muchas veces no se corresponden las buenas intenciones con las acciones. Y la cultura requiere de muchos más fondos de los que en general se le destinan. Una política cultural estable tiene que pensar una cultura para la ciudad y en cómo sostener esa política, lo cual significa un compromiso no sólo con el gobierno sino también con el sector interesado. Porque los festivales –de teatro, de cine, de tango– surgen de las necesidades de un sector: nosotros los funcionarios, como si tuviésemos una linterna, iluminamos a la sociedad para así descubrir qué le pasa.

–Sin embargo, eso mismo puede volvérseles en contra: los artistas suelen criticar a los funcionarios por sacar rédito de las creaciones ajenas.

–Sí, ya sé. Es que la relación entre los artistas y el poder político ha sido siempre tensa, pero eso es indispensable. Claro que ellos podrían agarrárselas con otros poderes que hoy son más reales que el de la política.

–¿Podría desarrollar más esa idea?

–El poder cada vez pasa menos por la política. Hoy el poder pasa más por la economía, por las corporaciones y los grupos concentrados. Hay zonas de la sociedad con más poder, para bien y para mal. Y me parece bien que la intelectualidad y los artistas se tensionen con ellos, porque no están claros los valores que defienden estos poderes que emanan de diferentes sectores de la sociedad. Hoy se ejerce el poder de manera difusa sin que queden claras las ideas que están por detrás. El desafío del arte consiste en desenmascarar el lenguaje a través del cual se expresa el poder: a veces, detrás de buenas intenciones e ideas y detrás de una retórica simpática pueden ocultarse tramas de poder. Y el poder sí ejerce la política.

–¿Y no cree que esto mismo podría pensarse también de usted?

–Bueno, no, en la medida en que no conformo un grupo... no integro cenáculos ni estructuras tradicionales de poder. Habría que empezar a gestar una genealogía del poder, para entender qué nuevas maneras reviste, cómo se disfraza, qué máscara usa. Como siempre, el arte dará las pistas para entender las nuevas representaciones del poder.