Viernes, 1 de junio de 2007 | Hoy
A 40 AÑOS DE “SGT. PEPPER’S LONELY HEARTS CLUB BAND”
Un puñado de canciones imbatibles (desde “Lucy in the Sky with Diamonds” hasta “A Day in the Life”), un laboratorio de investigación sonora bajo el mando de Lennon, McCartney y George Martin, una obra de arte integral. Todo eso fue Sgt. Pepper’s. Símbolo de los sixties, cada día suena mejor.
Por Eduardo Fabregat
El primer disco de The Beatles desde que abandonaran el escenario. El primer disco de tapa desplegable. El primer disco en incluir las letras de las canciones. El primer disco que traía un sobre interno adornado con un arte especial. Había demasiadas cuestiones de marketing dando vueltas como para que el álbum que apareció el 1º de junio de 1967, hace hoy 40 años, pasara inadvertido. Y todo eso ni siquiera contemplaba una cuestión que instalaría definitivamente a ese disco en uno de los sitios preferenciales de la historia de la música: las canciones. Más allá de esas “primeras veces”, lo que realmente distingue a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band es su paquete de trece títulos irrepetibles, tan revolucionario entonces como sorprendente hoy. Alguna vez Spinetta cantó que “mañana es mejor”, pero hasta esa máxima termina perdiendo potencia frente al simple acto de calzarse los auriculares y escuchar hoy la obra cumbre de The Beatles.
Como dice Rodrigo Fresán en esta misma página, es cierto que muchos acólitos de los Fab Four fueron deslizando el foco hacia discos como Revolver –el primer gesto de audacia profunda en el grupo– o el White Album, compendio de toda la música que vendría en los años venideros. Pero en el primero Los Beatles estaban, por decirlo de algún modo, “probando sus músculos”, mientras que el mayor mérito del doble blanco fue conseguir semejante resultado en una banda cuya química interna ya estaba seriamente desbalanceada. Sgt. Pepper’s es el retrato de un momento único, lo que demostraron John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y George Martin cuando al fin pudieron sacarse de encima el frustrante ruido de los shows a repetición y convirtieron al estudio de grabación en un instrumento más. “¿Así que Elvis envía su Cadillac dorado de gira, la gente paga para verlo y él ni se mueve de su casa? Esa es una idea muy interesante”, cuenta McCartney en el soberbio documental Anthology. “Ahí fue cuando dijimos: OK, enviaremos nuestro disco de gira.” Cuatro décadas y dos Beatles menos después, el disco sigue girando.
Curiosamente, la grabación de Sgt. Pepper’s comenzó con una canción que quedaría fuera de la lista final: el 24 de noviembre de 1966, el grupo ingresó al célebre estudio dos de Abbey Road para iniciar “Strawberry Fields Forever”. Recién el 6 de diciembre, “When I’m Sixty-Four” (la edad actual de su autor McCartney, al menos hasta el próximo 18) abrió lo que Peter Blake, artista responsable de la tapa que dio tantos dolores de cabeza a EMI, definió como “los 129 días más creativos en la historia del rock”. El segundo tema en empezar a grabarse fue nada menos que el monumental cierre del disco, “A Day in the Life”, quizás el último gran intercambio real entre las dos firmas más célebres. Pero la frase “empezar a grabarse” resulta capital: en un disco tan complejo, en el que las ideas del grupo superaban ampliamente la tecnología disponible y había que reinventar todo cada día, el proceso de llevar todo a la cinta fue tan trabajoso como para que Harrison y Starr terminaran resoplando. “No recuerdo haberme divertido mucho haciéndolo. Estaba con la cabeza en la India”, confesó el guitarrista, mientras que el baterista señaló que “me creció la barba... Grabábamos la base, y luego tenía que esperar muchísimo hasta que me tocaba hacer algo de nuevo. Pero el resultado, claro, valió la pena”. Un solo dato refleja cuánto habían cambiado las cosas para Los Beatles: Please, Please me, su primer disco, fue grabado en nueve horas y 45 minutos. Sgt. Pepper’s insumió 700 horas de estudio.
“Lucy in the Sky with Diamonds”, “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, “Sgt. Pepper’s...”, “She’s Leaving Home”, “Getting Better”, “Lovely Rita”, “With a Little Help from my Friends”... la lista de Sgt. Pepper’s impresiona, ofrece un auténtico desafío a la hora de elegir favoritos. Pero no sólo llama la atención la calidad compositiva del grupo, sino su trasfondo de investigación sónica, los ecos, las cintas al revés, los auriculares convertidos en micrófonos y metidos adentro de violines, la distorsión y compresión, las voces pasadas a través del parlante Leslie de un órgano Hammond, la manera en que cada canción se funde en la otra. El cuarteto supo decir después que la idea del “disco conceptual” de una banda paralela que presentaba a otros grupos se agotó en el doblete inicial de “Sgt. Pepper’s...”/ “With a Little...”, y que terminaron agrupando las canciones por cómo se iban relacionando. Ese es, en todo caso, el concepto real detrás del disco: no la idea del Sargento Pepper y Billy Shears, sino la aventura aplicada a lo musical, Sandokán invadiendo Abbey Road, la libertad total de creer que todo es posible y la voluntad de empujar los límites y torcer las lógicas de grabación y composición, la indicación de cerrar “A Day in the Life “con “un orgasmo de sonido llegando de la nada”, una orquesta clásica lanzada al más allá de la mano de cuatro tipos que ni llegaban a la treintena.
Como no podía ser de otra manera, Sgt. Pepper’s tuvo problemas: el sello EMI puso el grito en el cielo más de una vez por tanto derroche, la BBC prohibió “A Day in the Life” y “Lucy in the Sky with Diamonds”, y bastó que, en una entrevista televisiva, McCartney respondiera afirmativamente a la pregunta “¿Consumís LSD?” para que la sociedad bienpensante volviera a saltarles a la yugular. Pero, aunque el disco opera como símbolo de unos sixties hedonistas, desprejuiciados, sin HIV ni efectos colaterales de las drogas, sería un error gigantesco considerar a Sgt. Pepper’s como el producto de mentes afiebradas o “expandidas” por el ácido. Como explicó George Martin en el mismo Anthology, Lennon sólo tomó ácido en el estudio una vez y por error, y le pegó tan mal que el productor lo tuvo que llevar a tomar aire a la terraza. O, como detalló Ringo: “Las veces que grabamos en ácido nos parecía muy divertido, pero cuando escuchábamos la cinta al día siguiente nos quedaba claro que había que hacerlo de nuevo. The Beatles no hacían buena música cuando estaban pasados”.
Es 2007, y The Beatles ya son pasado. Pero, a los 40, el Sargento Pepper sigue luciendo joven: getting better all the time.
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