Dom 10.06.2007
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LOS RECUERDOS DE CARLOS FUENTES EN PRAGA

Un viaje en el tiempo para dibujar dos Checoslovaquias

El escritor mexicano acaba de realizar un viaje a la capital checa que le sirvió para recordar una visita de 40 años atrás, junto a Cortázar y García Márquez: “Ya no dominan las grandes novelas, domina Playboy”.

› Por Juan Cruz *

El escritor mexicano Carlos Fuentes está a punto de cumplir 79 años, y nadie lo diría. El jueves pasado abrió en Madrid un coloquio sobre el bicentenario de las independencias de Hispanoamérica, organizado por la Cátedra Cortázar, que él, Gabriel García Márquez y otros montaron para que nadie se olvidara del gran cronopio. Fuentes acaba de llegar de Praga, donde realizó una visita que tuvo que suspender hace dos años. Allí, el Instituto Cervantes le dedicó su biblioteca. En la capital checa rememoró una historia que sucedió hace 40 años, y que empieza siendo kafkiana.

–Se había producido la invasión soviética, en agosto del ’68. Y la Unión de Escritores nos invitó allí, a Julio Cortázar, a Gabo, a mí mismo. ¡Como si no hubiera pasado nada!

–Y fueron en tren.

–Para alegría de Julio, que se pasó la noche contándonos las novelas en las que aparecen trenes, desde Tolstoi a Agatha Christie... Ya habían estado allí, en otoño, Sartre, Simone de Beauvoir, Günter Grass... Y nosotros llegamos en diciembre.

–Y los recibió Milan Kundera.

–Alarmadísimo. “¡No se crean nada, quiero contarles lo que ocurrió!” ¡Y nos lo contó en un sauna! Era el único sitio donde se podía hablar sin que te oyeran. Cortázar no fue. “¡Soy demasiado alto para saunas!”, dijo.

–¿Y allí les contó?

–Nosotros desnudos y él contando. Y nosotros sudando, hasta que le pedimos que nos llevara a una ducha. Nos sacó aparte, nos puso en un terraplén ¡y desde allí nos arrojó al vacío!

–¿Al vacío?

–¡Hubiera sido mejor! Nos arrojó al río Ultaba, que estaba absolutamente congelado. Ahí caímos Gabo y yo; de vez en cuando asomábamos la cabeza. A nosotros se nos antojó un siglo. Gabo decía: “¡Si yo soy una orquídea tropical...!”

–Saldrían odiándolo...

–En efecto, salimos odiándolo... Y amándolo. Fíjese que él acababa de vivir una tragedia que le había roto el corazón; llegamos meses después de que los soviéticos invadieran Checoslovaquia, y eso a Milan y a tantos otros les rompió la vida. Se había interrumpido aquel experimento del socialismo con rostro humano, se interrumpían hechos estéticos tan importantes como el cine que dio de sí Locas margaritas, Romeo y Julieta en las tinieblas, Trenes rigurosamente vigilados... El país de Kafka, con un humor fuera de serie...

–¿Le impresionó el humor?

–Equivocaban a los soldados soviéticos, les hacían tomar caminos distintos a los que querían, los hacían estrellarse contra los espejos, ¡los rusos nunca habían visto puertas de vidrio! El mariscal Greshko arremetió contra un muro, ¡y lo llamaron El Mural de Greshko!

–¿Y ahora?

–Entonces había tristeza y humor, es decir, melancolía... Lo he visto ahora con la mirada crítica que aconseja Milos Forman: “En Europa Central salimos del zoológico y entramos en la selva...”. En aquella Checoslovaquia la literatura tenía un altar; ahora ya no dominan las grandes novelas, domina Playboy... Como todos los países que fueron comunistas, se está acomodando, y en ese proceso no saben todavía la frontera que hay entre libertad y libertinaje. Hay buen teatro. Había sido del Primer Mundo, fue del Tercer Mundo, vuelve al Primer Mundo. Se acomoda. Ahora mira con recelo a los rusos, y con codicia a los norteamericanos. Allí coincidí ahora con George Bush, rodeado de policías.

–También estaba Aznar.

–Preferí no enterarme.

–Volvió, entonces, a un nuevo mundo.

–Hubo guerra fría, luego deshielo rápido... Estados Unidos terminó con el multilateralismo, y eso es terrible. El que venga detrás de Bush no podrá seguir con esa política que desprecia el derecho y la diplomacia.

–Ahora que revisitó el lugar de Kafka, ¿sigue siendo éste el espíritu de Checoslovaquia?

–Y de Europa, como Samuel Beckett... Faulkner es el espíritu de América. Los tres constituyen una idea que la literatura representa como nadie: no hay buenos y malos. Del antagonismo nace la buena literatura.

–Y su literatura, ¿cómo va?

–¡Acabo de terminar una comedia musical! Es parte de un compromiso que hace años adopté con Mario Vargas Llosa: cada uno de los autores de nuestra generación tenía que escribir sobre un dictador. Lo hicieron él, Gabo, Roa, Carpentier... El mío era Santana, un presidente mexicano cojitranco que fue presidente once veces. ¡Y lo escribí en clave de comedia musical!

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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