Mar 12.06.2007
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A LOS 75 AÑOS, MURIO EL FILOSOFO RICHARD RORTY

Una espina en el costado de la academia estadounidense

Nacido en una familia trotskista, defensor de la literatura como fuente de una ética colectiva, Rorty fue un férreo opositor a la política de Bush Jr.

› Por Silvina Friera

Más que haber dado un par de respuestas a alguna pregunta profunda o haber producido algún pensamiento elevado, decía que había movido unas cuantas piezas en el “tablero de ajedrez” de la filosofía. A pesar de que se lo consideraba un gran polemista, ironista y provocador –algunos lo han definido como “la espina en el costado de la comunidad académica estadounidense”–, Richard Rorty era un hombre extremadamente tímido. Su padre fue un militante trotskista que había renegado del comunismo. “Yo nací y crecí trotskista –recordaba el filósofo norteamericano– como otros nacen metodistas o judíos: el trotskismo era la fe en mi hogar.” En 1940, cuando tenía 9 años, Stalin logró finalmente que asesinaran a Trotski, luego de perseguir y liquidar a sus hijos en distintas partes del planeta. Dicen que el padre de Rorty, ante el temor de que quisieran envenenar a su familia, decidió que todo lo que se comiera tenía que estar amasado en casa, incluso la merienda que Richard llevaba a la escuela. Rorty confesó alguna vez que durante mucho tiempo comió, avergonzado, su pancito casero a escondidas de sus compañeros que compartían en el recreo, y todos los demás, sus galletitas compradas en el almacén. El autor de La filosofía y el espejo de la naturaleza y Contingencia, ironía y solidaridad, considerado uno de los pensadores contemporáneos más importantes, representante del pragmatismo post-empirista norteamericano, murió el viernes a los 75 años en California, según informó ayer la Universidad de Stanford en su página web.

Rorty (nacido el 4 de octubre de 1931, en Nueva York) se sitúa, por una parte, en la línea que entronca con el pragmatismo americano, especialmente en la tradición de Dewey; por otra parte, en la línea de la filosofía post-nietzscheana de Wittgenstein y Heidegger ,y que retoman el impulso poético como camino de reflexión y, finalmente, con la crítica de filósofos como Quine, Sellars y Davidson al esencialismo y al dogma del representacionismo. El pragmatismo –el movimiento que William James, Charles Pierce, Oliver Wendell Holmes y Dewey fundaron a fines del siglo XIX– recibió un impulso peculiar gracias a los escritos de Rorty, en los que combinaba la perspicacia literaria con un modo preciso y sagaz de encadenar los razonamientos críticos. “Dewey es menos bello que Platón, pero mucho más útil”, comparaba Rorty. “Más banal y menos sublime, pero muestra el camino mejor que Platón. Dewey aporta consejos sensatos acerca de cómo alcanzar una utopía social, mientras que Platón no.” En Contingencia, ironía y solidaridad, el filósofo afirmaba que Hegel fue el primero en criticar a sus predecesores, no porque sus proposiciones fuesen falsas, sino porque su lenguaje era obsoleto y “se zafó de la secuencia Platón-Kant e inició una tradición de filosofía ironista que se continúa en Nietzsche, Heidegger y Derrida. Estos son los filósofos que definen sus logros por su relación con los predecesores antes que por su relación con la verdad”.

Profesor de Filosofía en la Universidad de Princeton hasta que en 1983 renunció a su cátedra para ocupar el puesto de profesor de Humanidades en la Universidad de Virginia, el antiesencialismo y el antifundamentalismo de Rorty –que ataca la filosofía entendida como búsqueda privilegiada de fundamentos– está en la base de esta renuncia. Rorty optó por situar a la filosofía junto con la crítica literaria, la poesía, el arte y otras formas de la actividad humanística y abandonó toda pretensión de un acceso privilegiado al Ser o a la Verdad. El filósofo efectuó una deconstrucción –próxima en cierto sentido a la deconstrucción derridiana–- de los presupuestos y de las bases del conocimiento entendido como representación; deconstrucción que encuentra también una de sus fuentes en el rechazo heideggeriano a considerar la verdad del ser con la verdad de la ciencia. Su crítica se dirige especialmente contra la filosofía analítica y contra la filosofía del llamado “giro lingüístico”. Rorty aparece como posmoderno y como post-analítico, aunque critica la filosofía analítica utilizando los métodos de esta corriente.

En su libro La filosofía y el espejo de la naturaleza, publicado en 1979 como texto académico, Rorty advierte que si la filosofía se transformó en una especie de tribunal de la cultura es porque se adjudicó una “comprensión especial de la naturaleza del conocimiento y de la mente” que resulta ilegítima. Los filósofos no tienen un conocimiento superior que pueda conducirlos sin obstáculos hacia afirmaciones más ciertas o seguras. El papel del filósofo en la actualidad dista del sabio o sacerdote que administra una verdad absoluta. Rorty rechaza el perfil anglosajón del filósofo hiperespecializado, que se desentiende de cuestiones sociopolíticas, pero también califica como igualmente peligrosos el ímpetu revolucionario de algunos filósofos “críticos” y el chauvinismo nacionalista que se empeña en forjar esencias nacionales. Rorty ubica el papel del filósofo en el servicio a la democracia.

Contra la idea de que es la filosofía la que nos conducirá hacia una base racional que nos redima de la inmoralidad, Rorty encontró en la literatura las fuentes de la ética colectiva y de la moral individual. En Walt Whitman rastreó el origen del ideal democrático norteamericano y en la literatura de Henry James y Marcel Proust, las fuentes de la ética individual. “Así como las personas religiosas que al leer los textos sagrados se ven capturados por algo superior a ellos, algo que a veces puede parecerse al éxtasis del orgasmo, así también los lectores de James y Proust se ven de pronto capturados en una suerte de aumento de la imaginación y de cierta intensidad compartida en la apreciación del tiempo, similar a la que tiene lugar cuando dos amantes ven que su amor es recíproco”, explicaba Rorty. “Proust y James ofrecen una redención a sus lectores, pero no una verdad redentora; de la misma manera en que el amor redime al amante y sin embargo no le agrega nada a su conocimiento.”

En una entrevista reciente señaló que la política estadounidense se balancea “hoy en día” hacia la derecha. “Con un poco de fortuna –estimaba– podría revertirse este efecto hacia la izquierda de nuevo. No era muy optimista en 1998, y no lo soy ahora. Es muy posible que los republicanos acaben por aniquilar todos los logros de los presidentes demócratas, desde Franklin D. Roosevelt hasta Clinton; pero también es posible que los demócratas barran a los republicanos en las elecciones de 2008. Bush es un presidente excepcionalmente malo, pero los Estados Unidos han sobrevivido a malos presidentes en el pasado.” Y advertía que tanto Bush como sus consejeros “son personas sin escrúpulos, que no guardan ningún respeto hacia las tradiciones de la democracia constitucional y que utilizarán cualquier artimaña para mantenerse en el poder”. El autor de La filosofía y el espejo de la Naturaleza dijo que el ataque terrorista a los Estados Unidos justificó la acción militar desatada contra Afganistán. “Preguntarse por las razones que justifican esa supuesta justificación es seguramente obligación de todo filósofo que no haya perdido definitivamente tensión filosófica y pulso moral, y de todo ciudadano/a que no haya claudicado ni esté dispuesto a hacerlo y que quiera pensar los asuntos hasta el final o hasta donde alcancen sus fuerzas mentales.”

Autor, entre otros, de Consecuencias del pragmatismo, El giro lingüístico, Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, Pragmatismo y política, La filosofía en la historia, Forjar nuestro país y Verdad y progreso, Rorty estaba convencido de que la filosofía, al igual que la novela, es un género que subordina su renovación y revivificación a la aparición ocasional de un genio. “Unicamente nos topamos con tres o cuatro filósofos originales cada siglo. Autores como Wittgenstein o Heidegger no aparecen todos los días. La filosofía, en la actualidad, se encuentra a la espera de un nuevo genio que la renueve.”

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