FESTIVAL “AHORA!”
Música, teatro, nuevas tecnologías. Los jóvenes sub-24 exponen sus creaciones.
Recambio. Es una palabra que se escuchó mucho tras la inesperada derrota del seleccionado de fútbol en la final de la Copa América. La duda pasaba por quiénes podrían reemplazar a ciertos baluartes del equipo que ya no llegarían en condiciones de jugar el próximo mundial a disputarse en Sudáfrica. Lo mismo podría decirse del estado de la cultura en nuestro país. La dolorosa muerte del Negro Fontanarrosa hizo recordar que, también en el arte, la generación consagrada está crecida. El rock es otra muestra, con sus mejores exponentes todos superando los 40 años.
La victoria del Sub-20 en la competencia mundialista que terminó el domingo en Toronto reactualizó el debate sobre el recambio y la confianza en la cantera de los clubes. Si bien en el campo de la cultura la “vida útil” de un artista dura hasta su muerte, siempre resulta saludable tener una nueva camada de jóvenes ansiosos por mostrar sus expresiones. Desde el miércoles pasado hasta mañana, en el Espacio Cultural Carlos Gardel (Olleros 3646) se puede ver una pequeña muestra de este proceso en “Ahora!”, un festival “de vidas urbanas” en la que los jóvenes sub-24 exponen sus creaciones: ocho bandas, siete obras de teatro y –probablemente lo más interesante del festival– una selección de artistas que utilizan las nuevas tecnologías para canalizar sus energías creativas.
Al teatro y la música, “Ahora!” suma exposiciones de fotologs, páginas web y el producto de los nuevos celulares “con camarita”: cortos, documentales y fotografías filmadas o tomadas con este aparato que tanto ha penetrado últimamente.
Hasta aquí, los puntos positivos de la muestra que pretende ser “vidriera de la generación que creció con la compu y el celular”, como se autodenomina. Sin embargo, hay algunos puntos que empañan la vidriera o embarran la cancha. La selección de los trabajos es correcta, no hay presencias descollantes pero tampoco se las pretende (lo importante es el estímulo artístico a las nuevas generaciones). Entre las fotografías abundan las costumbristas y hay un pequeño sector dedicado a las imágenes ganadoras del concurso de ensayos fotográficos Fotografiando memorias, del que participaron diez escuelas porteñas. En los dibujos, se deja ver la influencia de los productos audiovisuales japoneses. En lo literario, un cuadernillo de 64 páginas (disponible sólo para su lectura dentro del predio) presenta poemas, canciones, cuentos y una historieta que bien podría considerarse poesía ilustrada.
Lo que en verdad se echa en falta es una buena distribución del espacio y una exposición del material que se esfuerce en destacarlo en lugar de extender sombras sobre él. En todo el predio hay nueve pantallas de plasma gigantes, pero sólo dos se utilizan (al menos mientras estuvo este cronista) en la exposición de trabajos. De las otras, cinco se dedican a publicidad de universidades privadas o institucionales del Gobierno de la Ciudad (que organizó el evento), mientras otras dos están al fondo del escenario, donde se desempeñan las bandas y las obras de teatro y parecen desaprovechadas la mayor parte del tiempo.
De los monitores “en uso”, uno emite el material audiovisual. En su mayoría se trata de cortos de factura conceptual, pero deslucidos por el ambiente: en la misma sala se exhiben dibujos y fotos, las luces están prendidas y el movimiento de gente (y su conversación) es constante. Si esto no alcanzara para complicar la apreciación de los videos, hay que sumar la música –funcional, de las bandas o de las obras– que llega del sector del escenario, intromisión que impide escuchar bien la banda sonora de los cortos o los diálogos. En el otro monitor “habilitado” se muestran los trabajos en blogs, fotologs y diseño web. Ubicado en una sala acondicionada ad hoc, con casquetes de computadoras viejas como decorado, la pantalla muestra cíclicamente recorridas por las páginas. Pero el recorrido no es modificable y en este punto se desluce totalmente el trabajo, ya que reduciendo la muestra del material a una simple proyección, se priva a la exposición de la especificidad de blogs y fotologs, que es su intertextualidad, su capacidad de generar textos fragmentados, de múltiples recorridos y con cierta naturaleza mutable. La búsqueda de links se limita a ver la página inicial de los hipervínculos de cada página web seleccionada, y ésta se abandona rápidamente. La posibilidad de construcciones de sentido colectivas, tan propias de las redes inestables que forman la red, aparecen descartadas al presentar los proyectos de los jóvenes de este modo.
El tiempo individual, característico de la generación del chat, queda atrapado así en el pautado de los curadores de la exposición y generan entre los espectadores otras críticas: poco tiempo para leer los textos que se presentan, imposibilidad de leer otros cuyos títulos “prometen” o poca fluidez en su movimiento.
En el otro extremo, las obras de teatro y las bandas cuentan con un sonido de primera línea y un sistema de iluminación muy bueno. Su presencia en el festival se justifica sobradamente al brindar a los dramaturgos sub-24 un espacio para mostrarse, que siempre es difícil de encontrar, y a las bandas jóvenes un escenario de nivel para tocar, otra figurita difícil en los años post-Cromañón.
La muestra terminará mañana a las 23 (abre sus puertas a las 18.30), probablemente con la misma excelente concurrencia de público (en su mayoría jóvenes) que pobló durante su apertura las cuatro salas y el escenario. Con todas las objeciones mencionadas –más el hecho de que la muestra no se hizo en el lugar planificado en un principio: El Dorrego–, “Ahora!” no deja de ser una oportunidad interesante para ver qué ofrecen los jóvenes, mientras la sociedad se encuentra en un punto donde una generación lucha por comprender las nuevas tecnologías y otra las asume como dadas sin hacer aún mayor crítica. Oportunidad que debe repetirse para estimular a los chicos a seguir creando, como las inferiores de un deporte, apoyo y empuje para los jóvenes reditúa luego en una escena profesional de mayor nivel. El recambio.
Informe: Andrés Valenzuela.
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