LOS CINEASTAS BUSCAN LOS LIMITES DEL PAIS
Cristian Pauls, Eduardo Yedlin, Albertina Carri, Andrés Di Tella, Verónica Chen, Diego Lerman, Ignacio Masllorens, Pablo Trapero, Sergio Wolf, Gustavo Tieffenberg y Gianfranco Quattrini son algunos de los realizadores convocados por la Secretaría de Cultura de la Nación para filmar lo intangible: una línea en un mapa o en el corazón.
› Por Oscar Ranzani
La frontera como espacio de delineamiento de territorios cumple en numerosas ocasiones el doble rol de separación y unión. Por cuestiones geográficas y desde el aspecto político se la asocia siempre con la primera clasificación. Pero la frontera es también una mixtura de costumbres e imbricaciones de identidades que se entrecruzan, al igual que las prácticas sociales de los pobladores a un lado y al otro de la línea imaginaria. La frontera es un lugar de mucha complejidad que –al ser observado por un ojo atento– puede dar cuenta de la articulación política, cultural y social de los territorios que la componen. Impulsados por la Secretaría de Cultura de la Nación, varios cineastas argentinos detuvieron su mirada en diversas fronteras, tanto externas cuanto internas (como, por ejemplo el Riachuelo, o los límites que impone una cárcel), y sus documentales integrarán el ciclo “Fronteras argentinas”, que a partir de septiembre se emitirá por el canal Encuentro del Ministerio de Educación, coproductor del proyecto junto al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.
Entre los cineastas confirmados que están concluyendo sus trabajos figuran Cristian Pauls, Eduardo Yedlin, Albertina Carri, Andrés Di Tella, Verónica Chen, Diego Lerman, Ignacio Masllorens, Pablo Trapero, Sergio Wolf, Gustavo Tieffenberg y Gianfranco Quattrini. Página/12 reunió a algunos de ellos para que cuenten sus proyectos y sus experiencias.
“Hay fronteras físicas del pasado que se han desvanecido como límite territorial (y casi olvidado como hecho histórico), pero que siguen presentes como una huella imborrable en la psiquis de la Nación”, señala Andrés Di Tella, que asegura que la última frontera argentina fue la frontera interior de la llamada Conquista del Desierto, guerra de exterminio que culminó oficialmente en 1879 con la Pampa y la Patagonia “limpias de indios”. Antes de explicar cómo es su trabajo, Di Tella introduce en el tema comentando que detrás de las tropas iba el periodista Estanislao Zeballos, “que dejó reflejada su exploración de las comarcas conquistadas en un libro de enorme influencia, Viaje al país de los araucanos”. Para el realizador de Montoneros, una historia y Fotografías, lo interesante es que “Zeballos fue uno de los ideólogos de la campaña de exterminio de Roca, como solución al ‘problema indio’, pero a la vez, paradójicamente, quedó fascinado por la cultura y la historia de los indios cuya eliminación había propiciado”. A partir de este conocimiento, el trabajo de Di Tella consiste en “ir tras los pasos de Zeballos, para redescubrir qué rastros han quedado de aquella ‘frontera’ en el presente y, al mismo tiempo, qué significado tiene hoy esa ‘conquista’. Y hablo de redescubrir porque hay muchos aspectos desconocidos de esa historia que son realmente sorprendentes e iluminan nuestro presente”.
Cristian Pauls filmó en el Paso de Jama (Jujuy), en plena Cordillera de los Andes. La frontera está en el límite con Chile, a cinco mil metros de altura. Sostiene que, como cualquiera que empieza a trabajar sobre algo que no conoce, partió “de un estereotipo que Gabriela Karasik (una antropóloga que me ayudó mucho en mi etapa de acercamiento), me hizo ver como tal: del relato de los exploradores de la zona a principios de siglo que insisten sobre una zona imposible, lunar, fantasmal, invisible: de esas imágenes que se centran en lo inhóspito”. Pauls reconoce que como todo estereotipo “esa imagen es cierta pero no solamente, o siempre, y no es igual la ‘inhospitez’ que vive el jameño que la de Boman, Von Rosen, Cerri y Holmberg (algunos de los exploradores que acentúan esta condición), la mía o la de un turista de Miami”. Pauls, entonces, tomó como protagonistas a los gendarmes y se interesó en las relaciones que construyen con una directora de escuela, con una maestra y música y una familia de campesinos.
El trabajo de Lerman, en tanto, focaliza en una agente sanitaria que trabaja cerca de Aguaray, más precisamente en la comunidad indígena de Campo Blanco, muy cerca de Bolivia. “Me interesó alguien que vive en la frontera, que es un lugar de paso y ésta es una frontera bastante caliente en cuanto a narcotráfico. Hay distintos temas bastantes pesados como el del gas, intereses de petróleo, intereses nacionales, hay multinacionales, hay un reclamo indígena también bastante fuerte por el tema de las tierras”, cuenta Lerman. Buscando utilizar como contexto un lugar que suele ser de paso, el joven realizador narra “la vida de un personaje que está ahí y actúa en lo que es el rol de un agente sanitario que básicamente es ir hogar por hogar, vacunando y pesando chicos, controlando que no estén por debajo del peso”. El director de Mientras tanto y Tan de repente vivió una experiencia atípica ya que su proyecto se votó en una asamblea de la comunidad indígena. “Y me pareció también un lugar económicamente de una pobreza tremenda y a la vez de mucha riqueza de recursos. Es la gran contradicción. Entonces, lo que se ve es el lugar de explotación más salvaje, de saqueo”, asegura Lerman.
La zona de Trevellyn, ubicada en el noroeste de Chubut y en el límite con Chile, tiene una historia muy particular: en 1902 la Comisión de límite argentino-chilena iba a definir por dónde pasaba la frontera. Cuando llegaron al lugar, se encontraron con una comunidad galesa que estaba justo en el medio por donde debía establecerse el límite. Entonces, fueron los propios galeses quienes decidieron de qué lado querían estar. Y eligieron ser argentinos porque tenían a sus parientes en Puerto Madryn. “Originalmente mi idea era filmar eso y me hice acompañar por un amigo que estudió topografía, que fuera como guía”, cuenta Ignacio Masllorens. Pero una vez en el lugar, descubrieron otro hecho interesante: “Tanto del lado argentino como del chileno, los cartógrafos iban poniendo mojones y trazando los mapas”. Masllorens comenta que su amigo intentó buscar una piedra-mojón que supuestamente fue colocada por chilenos a fines de 1800 pero que quedó del lado argentino”. La idea fue, entonces, buscar este material como prueba “de que por ahí esta zona tenía más derecho de ser chilena que argentina”.
“El mío es un relato de trescientos kilómetros de frontera del río Uruguay y el Pepirí Guazú desde una isla que se llama Itacaruaré, al sur de San Javier, hasta la frontera seca con Brasil que se llama Bernardo de Irigoyen”, dice Wolf, y comenta que, a través de un relato en barco, fue filmando de ambos lados. “El punto de vista es básicamente sobre el borramiento del límite de la frontera. Es una frontera muy permeable, donde el río divide y une. Es un río que unió las dos márgenes y en la actualidad supuestamente hay frontera, pero lo cierto es que hay lugares de cruce, incluso hay boteros que también cruzan por su cuenta”. Wolf destaca que son varios relatos “que tienen que ver con el intercambio y el conflicto; sobre la permeabilidad de las fronteras, básicamente” y que es una zona “tremendamente penetrada y mezclada con las costumbres brasileñas sobre el territorio argentino. En la zona que yo tomé del río Uruguay casi no hay poblaciones. Y esto tiene que ver con que había una hipótesis de hace siglos de que los brasileños nos iban a invadir. Finalmente no nos invadieron y quedó despoblada: quedaron pocos pueblos y hay algunos lugares que son muy impresionantes, como Soberbio, del lado argentino, donde te miran la boca para entender el castellano”.
A Verónica Chen le tocó el Beagle, la frontera más austral: “supuestamente”, dice la cineasta, quien asegura que no quería centrarse en lo que fue el conflicto del Canal de Beagle. “Y lo que me pasó estando y hablando con la gente es que es bastante difícil de soslayar. Y es como un gran territorio efervescente donde está pendiente no sólo el tema del conflicto del Beagle, sino Malvinas”. La directora de Vagón fumador y Agua también cruzó a Chile “a ver qué pasaba del otro lado”. Y descubrió que en la frontera “hay una sensación mucho más bélica que desde la capital. Ellos reivindican un poco esta sensación de que nadie conoce la región, sólo los que viven ahí, y que los problemas reales los tienen solamente los que viven ahí”. Para dejar en claro que no lo planteó desde una óptica política, Chen señala que tomó como uno de los personajes a un pescador de centollas porque “navega el cruce, porque está todo el tiempo al límite. Y porque me parecía, por un lado, muy cómico que por una centolla se pelearon dos países, porque es así. A partir de algo tan chiquitito estalla el conflicto más grande. También hay una cosa muy xenófoba y racista que es dura. Yo no sé si pasa en las otras fronteras, pero en el Beagle se nota y mucho”. La realizadora comenta que antes de viajar pensaba que las fronteras habían perdido vigencia, pero en el Beagle “es real, es como una frontera de hierro, tremendamente definida desde ambos lados”.
“Argentina tiene miles de kilómetros de fronteras y la del mar es de las más extensas y, sin duda, la más llamativa visualmente... una línea trazada en los radares, y totalmente invisible, 370 kilómetros adentrados en el Atlántico Sur, uno de los mares más bravos del planeta”, comenta Yedlin, que en su documental buscó contrastar esa inmesidad del mar, “origen de la vida, fuente de mitos y leyendas”, con la idea de frontera, “de que todo tiene un límite, aunque no lo podamos ver, y aunque sólo exista por la presencia humana”.
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