La última revista argentina de historietas verdaderamente masiva. La publicación que reunió las firmas y formas de Trillo, Breccia, Nine, El Marinero Turco, Muñoz y Sampayo, Madrafina, Saccomano, Pablo De Santis, Sáenz Valiente, por nombrar sólo a parte del staff acumulado. Desde que Fierro cerró, en 1992, no hubo ninguna otra revista que ocupara su lugar. No es cuestión de ponerse tangueros: el año pasado, Fierro volvió, como suele decirse, con renovados bríos, capitaneada por Juan Sasturain, quien fue jefe de redacción de la primera etapa de la revista. Con la edición de mañana, y como todos los segundos sábados de cada mes, Página/12 ofrecerá como alternativa de compra opcional el décimo número de Fierro, la historieta argentina. No se trata de una entrega más, sino de un acontecimiento singular, según anuncian con entusiasmo los cerebros de la publicación, y advierten que en esta edición de agosto habrá novedades de peso.

Lo más significativo de este nuevo número de Fierro es el lanzamiento del concurso Hora Fierro. Oesterheld redibujado. Se trata de una convocatoria abierta a todos los dibujantes argentinos, residentes en el país o en el exterior, profesionales o amateurs, éditos e inéditos y agrupados en tres categorías, para que vuelvan a dibujar –“a su elección libérrima”, según se detalla– alguno de los muchísimos guiones que escribió y publicó Héctor Germán Oesterheld, el mayor escritor de aventuras que dio este país, durante su extensa trayectoria. La idea es que los dibujantes actuales redibujen, con su estilo, su tono y a su manera, alguna de las historias y de los personajes que alguna vez hicieron Pratt, Solano López, Bre-ccia, Roume, Del Castillo, Haupt, Pavone, Zoppi, Cruz, Schiaffino, Muñoz, Vogt, Lalia y centenares de otros creadores a lo largo de más de veinticinco años. Este 2007 es, de algún modo, El Año Oesterheld, ya que se cumplen simultáneamente cincuenta años de la aparición de El Eternauta, su obra mayor, y treinta de su desaparición a manos de la dictadura. Han sido y siguen siendo numerosos los homenajes oficiales y privados tributados al extraordinario narrador: Fierro quiso sumarse con este concurso, que servirá para reafirmar la vigencia absoluta de sus cualidades de narrador.

Además de presentar trabajos de Horacio Altuna, Carlos Nine, Max Cachimba, Lucas Varela –con guiones de Carlos Trillo y de Marcelo Birmajer–, María Alcobre, Gustavo Sala y otros integrantes de su elenco estable de historietistas, la décima entrega de Fierro incluye dos extras que rompen con el esquema regular de la revista. Esta vez, en lugar del póster habitual, se edita en cuadernillo separable, El Atajo, un homenaje a El Eternauta, de siete páginas, que se presenta como “episodio perdido”, secuencia insertable dentro del desarrollo de la primera parte de la famosa historieta, dibujada por Solano López y con guión de Juan Sasturain, a partir de una idea original de Horacio González. La otra sorpresa es la inclusión de un texto en medio de la secuencia ininterrumpida de historietas. Se trata de Un viejo bar en Sidi Ifni, un relato –no hay otra forma de describirlo– con el que Roberto Fontanarrosa evocó hace veinte años sus primeros contactos con el universo del dibujo y la aventura. Se trata de un texto excepcional, por la calidad formal y la calidez evocativa. Es que Fontanarrosa siempre dibujó y escribió bien. Pero en este caso se ve en qué medida, incluso, pensaba mejor.