LA ACTRIZ FINLANDESA MARIA JÄRVENHELMI HABLA DE AKI KAURISMÄKI Y DE SU NUEVA PELICULA, “LUCES AL ATARDECER”
La coprotagonista de Luces al atardecer cuenta los métodos de trabajo del realizador de Nubes pasajeras y El hombre sin pasado y resume su talento: “Aki es un maestro para describir la realidad finlandesa, porque no es que sólo somos un país muy rico y nada más: del otro lado están los problemas que compartimos con todo el mundo: la soledad, el desempleo, la desesperanza. Lo que pasa es que sólo Aki se anima a mencionarlos”.
› Por Oscar Ranzani
En la actualidad, Finlandia tiene mala prensa en la Argentina: es conocida sobre todo por ser el país de origen de la pastera Botnia, que provocó el diferendo diplomático con Uruguay. Pero más allá de esta coyuntura, la cultura finlandesa goza de reconocimiento internacional gracias a Aki Kaurismäki, notable director que logró trascender las fronteras de su país y consolidarse como uno de los cineastas contemporáneos más originales (después de haber sido cartero, lavacopas y crítico de cine) y como un gran narrador de historias de perdedores al borde del abismo.
Hoy se estrena en Buenos Aires Luces al atardecer, su película más reciente, seleccionada en competencia oficial en el Festival de Ca-nnes del año pasado. Plantea la historia de Koistinen (Janne Hyytiäinen), un hombre soltero que trabaja como guardia de seguridad en un shopping y es sometido a todo tipo de burlas de sus compañeros de trabajo por no tener pareja. Un encuentro ocasional con una mujer tan hermosa como fría y calculadora, pero que se muestra con dulzura y sensualidad, terminará por sacudir su vida. Sin embargo, con el correr de los días será de la peor manera posible. Es que Mirja busca seducirlo y Koistinen cae en la trampa. Ella trabaja para un grupo de mafiosos, liderado por un ruso, y su trabajo consiste en sacarle datos a Koistinen para robar la mercadería de una joyería del shopping. Pero el plan no se acaba ahí, sino que la banda mafiosa buscará culpar a Koistinen como el único responsable del atraco. La femme fatale que arruina su vida es interpretada con personalidad por Maria Järvenhelmi, una de las actrices más destacadas del actual cine finlandés. Järvenhelmi visitó Buenos Aires con motivo de la presentación de Luces al atardecer en la retrospectiva de Aki Kaurismäki que se realizó durante septiembre en la Sala Leopoldo Lugones. En esa oportunidad, la actriz dialogó con Página/12 y contó sus impresiones sobre la película, el cine de Kaurismäki y su trabajo como actriz, entre otros temas.
–¿En qué medida Luces al atardecer es representativa de la realidad de la actual sociedad finlandesa?
–Aki es un maestro para poder describir la realidad de la sociedad finlandesa. Tiene un poder para la descripción muy agudo. Muestra el otro lado de la sociedad finlandesa, porque no es que sólo somos un país muy rico y nada más. Del otro lado están todos los problemas que compartimos con todo el mundo, como la soledad, el desempleo, la desesperanza y otros problemas. Lo que pasa es que sólo Aki es el que se anima a mencionarlos.
–¿Los finlandeses son, en general, tristes, solitarios y lacónicos como expresa la película?
–Sí, me parece que, en general, la mayoría de los finlandeses son así. Hay parte de verdad en esto. El individuo finlandés es una persona muy cerrada, tímida. Es muy difícil a lo largo del tiempo poder expresar los sentimientos, poder hablar abiertamente de los sentimientos de uno. Esas no serían cosas muy finlandesas que se puedan hacer. Obvio que hay excepciones. Hay un viejo dicho de nuestro país que señala que el hombre finlandés no habla ni besa. Eso, en general, es verdad, pero más para las generaciones anteriores a la mía. Por ahí, mi generación ahora está abriendo un poco más la cabeza.
–¿Y las mujeres?
–Las mujeres son mujeres en cualquier cultura. Obviamente que tendemos a ser más abiertas, a hablar más pero, de todos modos, las mujeres siguen siendo finlandesas, no lo pueden evitar y, a veces, no hablan de todo y son un poco más cerradas. Esto causa muchos problemas a nivel familiar.
–¿Qué aprendió trabajando con Aki Kaurismäki?
–En realidad, lo que más me ayudó fue a darme cuenta de que siempre hay una manera fácil de hacer las cosas actuando y que ésa es la manera en que hay que hacerlo. Por ejemplo, hay dos tipos de artistas: el que sabe que tiene que caminar un kilómetro y lo hace en línea recta y después está el otro que cree que tiene que hacer el sacrificio para merecer ser llamado artista y, entonces, en vez de caminar en línea recta empieza a zigzaguear, va para atrás o para adelante. Y así tarda mucho más en recorrer ese kilómetro sólo porque siente que tiene que hacer las cosas más difíciles o sufrirlas para que lo que hace se llame arte. Aki me enseñó que siempre hay una opción fácil de hacer las cosas y que sólo hay que pensar cuál es la mejor opción. Además, me mostró que hay directores que son muy difíciles para trabajar con ellos y otros que son fáciles. El caso de Aki es el más fácil de todos, porque tiene una visión muy clara de lo que quiere hacer. Además, él decide todo, no hay que llegar a un acuerdo.
–¿Y el clima sombrío de la película es todo lo opuesto a lo que se vive en los rodajes de Kaurismäki?
–Es así. En el set de producción es muy cómodo trabajar, todos nos sentimos como una familia trabajando juntos. El staff que trabaja con él es el mismo de siempre: el camarógrafo, los técnicos de iluminación y de sonido son personas que han trabajado con Aki desde el principio de hace muchas décadas y se conocen muy bien entre todos ellos. La comunicación, por lo tanto, es muy fácil. Incluso, a veces, se da el caso de que los asistentes de los técnicos son sus propios hijos y todos lo honran mucho a Aki. Tienen mucho respeto por él. Entonces, eso da una atmósfera única, un sentimiento único de comodidad que es muy difícil de encontrar en otros lados. Eso hace que sea tan fácil actuar con él. Es como si en esa atmósfera única uno pudiera como nadar.
–¿Cómo compuso el personaje? ¿Qué estudio hizo y qué características tuvo en cuenta?
–Leí el guión una vez y fue suficiente. Simplemente se me hizo claro en la mente lo que tenía que hacer. Después, fui al set y supongo que confié en mí, en mi habilidad de que lo iba a poder hacer bien. Es que el guión está tan bien escrito, el personaje ya de por sí es tan completo, ya estaba tan bien desarrollado que no había necesidad de que yo tratara de buscarle alguna vuelta o una salida particular. Obviamente, tenía que encontrar los motivos de este personaje, qué razones tenía para actuar de la manera en que lo hacía, qué motivos tenía para decir lo que decía. Necesito poder amar a mi personaje para poder llevarlo a cabo. Si yo pensara que mi personaje es estúpido no podría hacerlo bien. Tengo que comprender a mi personaje desde lo más profundo y sus motivos psicológicos para decir y hacer ciertas cosas. Una vez que yo lo entiendo y me lo creo, entonces es más fácil que los demás lo crean.
–¿Cómo se trabaja el cinismo? ¿Qué sucede en el interior de una actriz que trabaja con sus sentimientos cuando tiene que interpretar a una mujer fría y calculadora?
–Fue muy interesante llevar a cabo un personaje así, lo disfruté mucho. Era un desafío porque hice personajes tan distintos como de una chica buena, linda, como cuentitos de hadas. Es decir, algo totalmente distinto a lo que hago en esta película. Entonces, ésta fue una gran oportunidad para crecer, para desarrollarme como actriz a nivel profesional. Por eso fue tan importante encontrar los motivos que tenía esta mujer para hacer lo que hacía. Algunas veces en la vida nos encontramos frente a situaciones difíciles en las que tenemos que elegir algo bueno o algo malo. Y tenemos que saber los motivos si elegimos hacer algo malo. En el caso de este personaje no sabemos muy bien por qué eligió hacer lo que hizo. Entonces, una vez que encontramos las razones humanas podemos llevar a cabo el personaje. Igual todo este análisis lo hice sin que Aki se enterara porque a él no le gusta que analicemos (risas).
–Koistinen está integrado al sistema. De hecho, sueña con poseer su propia empresa. A diferencia de las otras dos películas de la trilogía que focalizaban sobre desempleados y personas sin techo, es decir, personas expulsadas por el sistema, Luces al atardecer presenta un individuo integrado que después es degradado. En ese sentido, ¿ésta es la menos social de las tres?
–Me parece que no se puede comparar una película con otra dentro de la trilogía: es un todo completo y hay un motivo por el cual son tres juntas en su totalidad. Este film en particular tiene sentido social en el sentido de que a él se lo expulsa del sistema. Todas las personas donde sea que va tratan de engañarlo, de expulsarlo del sistema y le cierran las puertas. Puertas cerradas por todos lados. Así que por ahí es el mismo problema en las tres, salvo que son tres lados distintos del mismo problema.
–¿La soledad es otro tipo de pobreza?
–No, para nada. En realidad, las personas más ricas tal vez sean las más solitarias de todas, porque ni siquiera tienen el tiempo para estar con las personas que aman debido a que están todo el tiempo tratando de ganar dinero. La soledad puede llegar a ser algo bueno si uno elige realmente estar solo y si decide por sí mismo ese tipo de vida. La soledad es un problema cuando no es lo que uno desea.
–Uno de los aspectos que impactan de la película es que frente al proceso de degradación al que es sometido el protagonista y a las numerosas injusticias que padece, parece no reaccionar. Esto moviliza mucho al espectador.
–Sí, me pasó lo mismo. La primera vez que vi la película me enfurecía, estaba muy enojada. Como que le quería gritar: “¡Bueno, hacé algo, defendete, reaccioná!”. Esto nos está mostrando que, a veces, la situación nos supera, que es demasiado a lo que nos enfrentamos, que hemos sufrido demasiado y que estamos sin poder, sin energía, como que la sociedad nos aplasta, nos quita la energía y como que ya no somos humanos. La sociedad nos ha dejado afuera. Pero tal vez cuando estamos tan inmersos en un problema no nos podemos ayudar a nosotros mismos y necesitamos que alguien desde afuera nos ayude, como cuando estás deprimido: solo no podés salir de la depresión, necesitás que alguien te apoye. Cuando finalmente reacciona después de haber sufrido tantas cosas, en la desesperación hace una agresión estúpida con un cuchillo que no termina siendo razonable. Los motivos que tiene Aki para mostrar esas escenas de violencia es que en Finlandia tenemos un problema de violencia muy grande: hay muchos asesinatos, gente acuchillada. Es un problema que él quiere reflejar. También está la idea de mostrar que cuando uno trata de hacer las cosas bien, una y otra vez, y lo único que recibe es que lo pateen y que lo echen fuera del sistema, el individuo termina reaccionado como un animal.
–¿Coincide en que uno de los principales aciertos de Kaurismäki es que muestra los dramas sin hundir el dedo en la llaga y sin caer en el sentimentalismo?
–Definitivamente, ése es uno de sus puntos más fuertes. Además también se puede destacar la capacidad que tiene de combinar el drama con la comedia que, justamente, refleja la vida real. Tiene muy buena capacidad para describir eso. Otra buena característica es que él crea su propio universo distinto de toda la realidad. En Finlandia lo llamamos Akilandia porque tiene su propio tiempo y su propio espacio en donde lo nuevo y lo viejo se juntan. Distintos estilos individuales están todos juntos en un tiempo y lugar que no se pueden determinar. Otra cosa muy buena en él es la visión que tiene sobre las imágenes, sobre los fotogramas. Cada uno es una pintura única en colores y con sus propias características. Cada una es una obra de arte en sí que después cuando se ponen una detrás de la otra hacen una obra espléndida.
–En la película se escuchan dos de los más famosos tangos argentinos: “Volver” y “El día que me quieras”. ¿Le gusta el tango? ¿Conoce la importancia que tiene Carlos Gardel para los argentinos?
–Sé de su importancia. Todos sabemos que el tango está directamente relacionado con la Argentina. Pero también en Finlandia es muy popular. Mi colega Janne Hyytiäinen (el protagonista masculino) dice siempre: “Si sos finlandés y querés casarte aprendé a bailar el tango”. Sobre todo en estos bares de karaoke, el estar cantando tango les da un motivo para poder expresar sus sentimientos, algo tan difícil para nuestra cultura. Igual, Aki siempre dice que el tango es originario de Finlandia y que fueron los navegantes finlandeses quienes trajeron el tango a la Argentina. Y me pidió que mantuviera esa historia y que no permitiera que ustedes le hagan ningún cambio (risas).
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