ENTREVISTA CON PAULINA URRUTIA, MINISTRA DE CULTURA DE CHILE
Actriz de teatro y sindicalista, Urrutia encabeza un ministerio que se maneja con un espíritu colegiado y parlamentario. “Nos tomó 50 años convencernos de la responsabilidad del Estado”, señala.
La bandera chilena flamea en la embajada. La mujer con apariencia de niña que entra al salón no sorprende tanto porque mide apenas 1,54. Lo primero que se percibe es su inmensa sonrisa: parece que sonríe con todo el cuerpo. Paulina Urrutia, la ministra de Cultura de Chile, se define como “actriz de teatro”, alejada de los escenarios y de la televisión desde que en marzo del año pasado la presidenta Michelle Bachelet la convocó para hacerse cargo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que tiene rango de ministerio de Estado. Es una de las más jóvenes –tiene 38 años– y de las más populares del gabinete. Egresada de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, debutó a los 17 en la puesta Esperando la carroza, aunque la fama le llegó con la miniserie Teresa de los Andes. “Espero que el ambiente teatral sea lo suficientemente generoso para esperarme”, dice mientras su sonrisa se va apagando. “Mi vida está ahí, pero a lo mejor el escenario me va a botar el día de mañana. Asumo este compromiso cultural, no estoy detrás de una carrera política. Espero que me esperen.” Urrutia llegó a la Argentina para participar de la entrega del Premio Binacional de las Artes y la Cultura a Cine sin Fronteras, iniciativa que consiste en muestras de cine en la Patagonia y en la región de Magallanes y la Antártica chilena (ver aparte).
Urrutia cuenta que están trabajando en un proceso de descentralización de la gestión cultural. “Este es un escenario muy propicio para la cultura. La presidenta de la República hizo fuerte hincapié sobre la manera en que tenemos que vincularnos con nuestros vecinos. La cultura es el mejor vehículo de conocimiento entre los pueblos. Además, somos países que tenemos una historia en común y hemos sido capaces de superar grandes diferencias y conflictos a través de acuerdos y de programas de trabajo conjunto”, plantea la ministra en la entrevista con Página/12.
–¿Cuáles son los desafíos que implica gestionar cultura en Chile?
–Es un proceso profundamente emblemático. Nos costó más de cincuenta años convencer a las autoridades de la responsabilidad que tenía que asumir el Estado con el desarrollo artístico y cultural del país. La institucionalidad del Ministerio de Cultura es bastante especial. Somos un órgano colegiado que está conformado por representantes del mundo del arte y de la cultura, que en menos de dos años fue capaz de levantar una política de Estado, y no una política de gobierno, que sufre los avatares del cambio de la administración política. Hoy el desafío implica implementar esa política, que se desarrolla a través de cinco líneas estratégicas: el fomento a la actividad artística, el desarrollo de las industrias culturales, el incremento patrimonial y, por supuesto, la tarea de preservación y por sobre todo de difusión de ese patrimonio, el trabajo de desarrollo institucional y garantizar a la ciudadanía el acceso a los bienes y servicios culturales del país en cada región. Los desafíos son cumplir estas metas de acá al 2010, hacer realidad lo que nos hemos planteado con miras a la conmemoración del Bicentenario de nuestra república.
–Un tema importante es el tipo de institucionalidad que tiene el área de cultura en los países latinoamericanos. En la ciudad de Buenos Aires hay Ministerio de Cultura, a nivel nacional es una secretaría. ¿Por qué usted se opone a que sea un ministerio y prefiere un cuerpo colegiado?
–En nuestro país generó una fuerte y larga discusión. Yo era dirigente sindical, representaba a los actores de mi país, y hemos conversado mucho sobre lo que significa tener un cuerpo colegiado y cómo nosotros entendemos la cultura en el ámbito político. Como ministra soy presidenta de un directorio y primero tengo que pasar por ese directorio, que tiene opinión no sólo en el diseño de la política sino también en la implementación y el seguimiento.
–¿Sería como un “parlamento” al que le tiene que rendir cuentas?
–Claro, y qué parlamento más grato porque los miembros del directorio quieren aportar y hacerse responsables de esa tarea. Cuando la sociedad civil asume esa responsabilidad, aparecen, obviamente, los desafíos. Y para mí es uno de los ejercicios más maravillosos en términos de construcción democrática porque ahí, en ese espacio del directorio, está todo: los apetitos sectoriales, cómo se equilibran, cómo se entabla el diálogo para pensar en grande. Cómo hacemos cuando hay que tomar decisiones y se tiene miedo a esa toma de decisiones, o cuando ocurre lo que ocurre hoy, que los proyectos de ley son iniciativas del Legislativo, y a mí ya me ha tocado enfrentar al Ejecutivo cuando más de alguno de los miembros del directorio no estaba de acuerdo con una iniciativa. Es un ejercicio especial, difícil, que cuesta comprender, pero único en sus posibilidades por la manera en que involucra al mundo de la cultura y los hace responsables de las decisiones que se toman. Lo encuentro fascinante, aunque algunos me preguntan cómo hago para aguantar (se ríe), porque tengo reuniones del Consejo de la Música, del Arte y la Industria Audiovisual, del Libro y la Lectura, el Directorio Nacional, y en cada una de las regiones del país los consejos regionales.
–¿Perduran aún muchos resabios del pinochetismo en la cultura chilena?
–A ver, pi-no-che-tis-mo... (piensa). Es que en nuestro país hasta la derecha olvidó al pinochetismo. A través de los tres gobiernos de la Concertación hemos ido construyendo una democracia muy consciente de que nunca tenemos que volver a perderla por lo que nos costó conquistarla. Lo que vivimos en el período de la dictadura de Pinochet difícilmente pueda olvidarse. Somos un país muy consciente de que no tenemos que olvidar para no volver a cometer los mismos errores.
–La Unesco recomienda al menos destinar el uno por ciento del Presupuesto Nacional para el área cultural. ¿Cuál es el porcentaje que recibe el ministerio en su país?
–Este es uno de nuestros desafíos. En Chile teníamos, en 2005, una inversión pública del 0,3 por ciento. La presidenta se comprometió a alcanzar el uno por ciento para el 2010. El año pasado la inversión destinada a cultura aumentó un 28 por ciento y este año un 33. En dos años hemos crecido un 61 por ciento. Estos incrementos se van conquistando en la medida en que hay conciencia y las mismas autoridades van garantizando la demanda ciudadana. Creo que esa cifra va a aumentar considerablemente, si incorporamos el Fondo Nacional de Desarrollo Regional, que tiene desde hace dos años una reserva del dos por ciento para iniciativas culturales. Esto significa que cada una de las regiones tiene una reserva del dos por ciento en cultura, que no está contemplado dentro del presupuesto del ministerio.
–¿Qué le aporta la mujer a la política?
–Aportamos otro sentido del liderazgo porque las mujeres no tenemos que comportarnos como hombres para poder ser parte de la política. Tenemos formas distintas de hacer nuestro trabajo, en todos los ámbitos, no sólo en la política. Las mujeres hemos llegado para quedarnos, a mi juicio esto es un triunfo cultural irreversible.
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