Con Buenos Aires y sus servicios públicos de transporte colapsados, no es casual que comiencen a aparecer espacios donde la gente exprese su cansancio y disgusto por la manera en la que se viaja. El punto máximo de estos espacios se da en la web con el fenómeno de los blogs. Lugares que funcionan como una plaza pública en dónde se vierten opiniones y se discuten propuestas para mejorar o hacer más llevadero el momento de embarcarse en la odisea del viajar por la ciudad.

Los hay de usuarios de trenes, subtes, colectivos y hasta de perjudicados por las aerolíneas. Estas personas han encontrado en la web una forma de compartir sus padecimientos diarios y hasta se animan a proponer soluciones. Muchas veces amparados por el anonimato, estos sitios funcionan de tres formas bien diferenciadas pero interconectadas entre sí. Por un lado son lugares de denuncia en donde sus autores explican lo que significa viajar en una ciudad que no piensa en sus consumidores y en los cuales se detallan desde problemas técnicos en las formaciones hasta últimas noticias sobre paros y medidas de fuerza. En un segundo lugar funcionan como una descarga, una forma de catarsis diaria. Y por último, hay una sensación de pertenencia, de hermandad con el que viaja apretado a nuestro lado y refunfuñando fastidio que se evidencia en los cientos de comentarios que les dejan. Como una suerte de Defensa al Consumidor virtual y sin el poder que esta asociación tiene –o debería tener– ante las empresas, este grupo de gente posee una única meta: que de una buena vez por todas, el viajar sea un placer.

* Periodista e investigador.