ENTREVISTA A ROLANDO PARDO
El director relata su experiencia en la escuela de San Antonio de los Baños.
› Por Oscar Ranzani
Una excursión al mundo humano diminuto que se propone combatir los prejuicios y la discriminación que suelen padecer los enanos. Esta es una ajustada síntesis de Pequeña Habana, último documental del cineasta salteño Rolando Pardo, que aborda la vida de doce personas cubanas que llenan de ternura la pantalla y cuyos testimonios funcionan como un certero mecanismo destructor de la ignorancia que construye mitos sobre el mundo de los más bajitos. “Pequeña Habana es un reflejo de la verdadera Cuba en miniatura”, señala el director, que luego de vivir varios años en Cuba y en España retornó a la Argentina para continuar con sus proyectos cinematográficos. “Hay una intención muy clara de mostrar que no son monstruos, que son personas que pueden vivir normalmente en una sociedad que los acoge y los respeta mucho. La gente en la calle no se les caga de risa ni se burla. Por lo menos eso es lo que vi en Cuba. No me puse en Argentina a ver los enanos”, comenta el director de Pequeña Habana sobre su largometraje documental, que se enriquece con las historias de vida de estas personas que comentan a cámara su infancia, sus familias, sus experiencias sexuales, el mundo del trabajo y sus roles sociales.
Pequeña Habana es la tercera película de Rolando Pardo, quien estudió en la vieja escuela del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (antes llamada CERC y actualmente Enerc). Nacido hace 52 años, Pardo se inició en el mundo del largometraje con La redada, película de ficción inspirada libremente en un cuento de Leopoldo “Teuco” Castilla, coguionista del film junto al propio Pardo. La redada fue una de las primeras películas de la democracia que abordó el tema de la dictadura militar, más precisamente un suceso específico ocurrido en Tucumán: la expulsión de mendigos a la frontera con Catamarca, puesta en práctica durante el gobierno provincial de Antonio Domingo Bussi e implementada supuestamente con motivo de una visita a la provincia más pequeña del país del dictador Jorge Rafael Videla. Interpretada por un elenco encabezado por Ulises Dumont, Gianni Lunadei y Cuchi Leguizamón (quien también compuso la música de la película), La redada muestra a los militares a través de una composición grotesca y de tono burlesco. “El cuento que Castilla escribió estaba basado en los hechos reales. Entonces, yo lo leí y junto con él hicimos una adaptación más que libre porque, por ejemplo, en el cuento no aparece el ángel que interpreta Litto Nebbia”, señala Pardo, y agrega que “toda la parte de los mendigos, salvando las distancias, fue tipo Pasolini, con una puesta muy naturalista, aunque aparecen ciertas cosas de hiperrealismo”.
En 1995, Pardo viajó a Cuba para trabajar como jefe de cátedra de Dirección en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Eictv), institución perteneciente a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, presidida desde sus comienzos por el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Pardo cuenta que, durante la primera etapa en Cuba, su tarea fue “asesorar en la escuela las tesis de los chicos”. Después, partió rumbo a España y tras cinco años de residencia de la Península Ibérica, volvió a la isla, esta vez invitado por el director de la Eictv, Julio García Espinosa, figura emblemática del género documental cubano junto con Santiago Alvarez y Tomás Gutiérrez Alea. García Espinosa lo convocó para que armara el plan de estudios de tres años de la carrera de cinematografía. En la segunda etapa en la Eictv, se desempeñó como director académico de la mítica institución, cuyo primer director fue Fernando Birri.
En Cuba, Pardo también dirigió el videoclip de “Ala de Colibrí”, el tema de Silvio Rodríguez que integra el CD Domínguez. “Hice una especie de metáfora entre la letra de la canción que dice que el ala de colibrí es para la cura, para el amor, y lo asocié con la cuestión alquimista. Eso le gustó mucho a Silvio, y trabajamos en los estudios Cubanacan”, relata Pardo, que recibió el premio Caracol a la Mejor Dirección por el videoclip. En ese pequeño tiempo que dura la canción buscó “recrear un mundo sombrío, donde al final se abre ese telón blanco y se ve todo lo que es el colibrí. O sea, la vida”, afirma.
Además de desempeñarse como director del Departamento de Nuevos Proyectos de Telecinco, Pardo filmó, durante su residencia en España, su segundo largo, esta vez un documental: Cantando bajo la tierra pone el foco sobre la vida de músicos de distintas nacionalidades que trabajan en el Metro de Madrid. El cineasta expresa que la idea “era mostrar cómo se las rebusca un tipo en Madrid siendo músico que no tiene posibilidades de tocar en un bar”, y como anécdota destaca que “Joaquín Sabina empezó en el Metro y el grupo El Bicho hoy toca en Finlandia, en Nueva York y cobra fortunas. Empezaron tocando en el Metro. Pero son la excepción”, sostiene Pardo, cuya película “habla de la ternura de ellos. Yo creo que son personas tiernas”. A Cantando bajo la tierra se la puede mencionar como “un canto a la inmigración. Es una excusa mostrar los músicos ya sean buenos o malos en cuanto a calidad musical para mostrar cómo vive un rumano, un búlgaro, un ecuatoriano, un colombiano, un argentino, un africano y hasta un madrileño”, subraya el realizador.
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