Mié 26.12.2007
espectaculos

ARTISTAS QUE SE INSPIRAN EN LA IMAGEN DE LOS FOTOLOGS

“Para incitar sin ser tocado y mantenerse invulnerable”

Así define el artista Santiago Iturralde la función social de las fotos exhibidas en Internet que, como en la obra de Patricio Larrambebere y Hernán Blinder, inspiran series de paisajes y retratos.

› Por Julián Gorodischer

Es difícil proponerse una clasificación de musas, pero al menos hay dos tipos bien distintos: unas más clásicas, ligadas a los ideales románticos y estéticos, y otras elegidas por Patricio Larrambebere, Santiago Iturralde y Hernán Blinder, tres artistas plásticos entrevistados por Página/12, que están marcadas por las tecnologías de la época. Internet domina consumos culturales, archivos de consulta y también, claro, esta producción artística. Entonces allí mismo dieron con el material que los motivó a pintar y/o fotografiar lo que fueron encontrando en “fotologs”, que –para el neófito– podrían compararse en sus versiones más rústicas con un álbum de fotos digitales y, en sus planteos más sofisticados, con una novela o una autobiografía narrada en forma no lineal, interactiva y a través de imágenes.

En esos reinos de intimidad expuesta, narcisismo exacerbado y hasta crónica urbana (en el caso de los paisajes que descubrió Larrambebere) fueron atrapados los artistas que se inspiran en fotologs. Sus carreras profesionales, además, implican una inauguración que tiene que ver con cómo cambian los modos de producción pictórica en cada época: el retrato va relevando (parcialmente) al modelo vivo por uno mediatizado, que (básicamente) es virtuoso en el arte del estatismo y –otra ventaja sobre sus precursores– no cobra jornal. Para empezar a conocerlos, entonces, basta leer el texto de presentación que Santiago Iturralde dedicó a su muestra Amor de mí (en la galería Appetite, Chacabuco 551, hasta el próximo sábado). Dice que pintó con la mayor fidelidad posible la página del fotolog que lo inspiraba: “Narciso se fotografía en el baño, en la playa, en el balcón. Postea su adorado rostro con fondos difusos o paisajes exóticos; hace un comentario, espera. Se saca otra foto, y espera. Construye un espejo digital hasta perderse dentro del laberinto de Narcisos. La pantalla lo protege del desencanto, de la belleza y del miedo. ¿Podrán amarme tanto como yo puedo amar?”.

Es fácil imaginar a estos artistas como parte de una generación de solitarios que se hacen acompañar por galerías de rostros, de cuerpos, de escenas de la vida privada que se vuelven más tangibles de lo que fue un encuentro sexual en Gran Hermano. Es recomendable, al visitar su muestra, no tomarlo como el caso exótico del creador aislado que dialoga en su obra con fantasmas, sino como el signo de un modus típico en “la sociedad de la información”: la expansión de un deseo y un amor mediatizados que, no por basarse en la ausencia y la pasividad del objeto de adoración, vuelve al sujeto menos activo. Santiago lo explica: “Entre los fotologgers (los dueños de esas galerías de imágenes que alimentan a todos estos cuadros) sí se comunican; sé que se encuentran; van armando redes de favoritos, y no es tan histérico como se ve en la pantalla. Nosotros (por los hombres y mujeres nacidos en los años ’70) no teníamos la opción de la imagen; hablábamos por teléfono”.

–En Amor de mí se ven imágenes cargadas de seducción que ubican al espectador en un lugar de impotencia: convocan y estatizan...

S. I.: –Se convierten en un espejo del que se saca la foto, y también en un espejo para uno. Uno se vuelve pendiente. Al pintarlas pude entender estas imágenes. Es muy distinto sentir todas estas miradas que agobian que verlas separadas. Las preguntas que les formulo me las hago a mí mismo, cada vez que uno tiene deseos de generar un vínculo y a la vez hay miedo, autocontrol, inseguridad sobre la imagen que se está proyectando y que te mantiene aislado...

–En la exposición, los retratos se convierten en una instancia de control para el que mira más que en una incitación a conocer sus historias...

–Están incitando a algo. Lo que se acentúa a través del fotolog es la seguridad de poder incitar sin ser tocado, manteniéndose invulnerable. La imagen que proyectan en vivo es de personas retraídas. Este es un trabajo sobre la soledad.

Los entrevistados pueden trazar un panorama de modelos estéticos que se extienden mayoritariamente en los fotologs que los inspiran. “Prima la autofoto –dice Iturralde–; lo que se ve es producto de haberse sacado muchas fotos, y de haberse elegido una. Hay una pose, que está exacerbada: la cara se deforma siempre porque la lente la acentúa. Las fotitos de webcam tienen un ángulo mucho más pronunciado. En el proceso de pintura quiero conservar una imagen bien naturalista, pero hay alteraciones.” Sobre el relevo del modelo mediatizado al vivo, asume que las técnicas siempre tienen relación con el objeto, y aquí el objeto necesitaba un cambio en la condición de estas naturalezas muertas. “Primero el concepto de mi trabajo fue el zapping y la TV como naturaleza muerta para manipular. Yo quería hacer una muestra que pudiera combinar imágenes figurativas, abstractas, dibujos animados. Y un día me puse a pintar algunos retratos que encontraba en Internet. Continué, y la muestra se fue armando sola.”

Para definir la obra de Patricio Larrambebere (cuya muestra .JPG puede conocerse en el sitio www.flickr.com/arbatasta, unida a Iturralde en la intención de narrar en su obra los cambios en el rol social y la estética de la imagen fotográfica), el crítico Alejandro Somaschini señaló que “acabado el japonesismo de la toma compulsiva, Patricio frena y empieza a decidir, pasa del recorte de la toma de realidad (toma fotográfica) a la edición (recorte) de las imágenes en la pantalla de la cámara, a la edición (selección) en la computadora... como toda traducción pierde el significado real, queda un gusto, un fantasma, ya se torna imposible ir... porque más allá de que el momento ese pasó y fue real, ese lugar ya se desintegró en miles de pixels...”. El trabajo de Larrambebere es el de un desarmador que desintegra los originales añadiendo epígrafes que los alteran; su aporte es, además, una reflexión sobre el rol de los contextos en la significación: así se ve cuando cambia de soporte (de la pantalla al papel) y de tamaño (de la pantalla a la lámina en la pared). “Patricio imprime –sigue Somaschini– y es ahí cuando, ni inconsciente ni malicioso, vuelve a la lucha, te obliga a pensar por qué esas y no otras imágenes, plantea así un espacio de pensamiento (una verborrea ilustrada) en donde cada uno puede escribir lo acontecido. De la pantalla al papel, del papel a la sala de exposición. La pantalla le pega al papel obra, es un cross, éste tropieza, como baleado, pero pronto se reincorpora, tiene más experiencia, se planta... tira un gancho.” Dice Larrambebere que su obra reflexiona “acerca de cuál es el soporte natural de la fotografía digital. Uno dispara una cantidad impresionante de fotos de la cual sólo un mínimo porcentaje se termina revelando. Pensé en los archivos de imágenes de la web, y me pareció un formato interesante para las imágenes: lo que hice fue traer una cosa virtual, digital, a una cosa más física. Las imprimí como se ven el Flickr: puede o no haber un texto que se pone en función de la foto. Jugué con esa idea de ambigüedad en el texto, sin hacerlo totalmente explícito”.

Su primacía de paisajes distancia lo suyo de la experiencia de Iturralde, más focalizado en retratos. Si aquél estaba interesado en narrar nuevos modos de relaciones personales, Larrambebere prefiere repensar las maneras en que el individuo se vincula con la ciudad. “Es un deambular por la ciudad; las imágenes de Flickr reflejan cómo se ordenan las cosas en la ciudad, las calcomanías que se pegan, una cortina improvisada con papel de diario, o cómo se ponen los afiches de sindicatos, una bandera.” Luego de imprimir, agrega un texto. “Aportando –dice– una reflexión mía como artista visual sobre los fenómenos urbanos..., estas fotos tienen mucho que ver con el diario íntimo, llevado a una situación casi pública. Pero lo que más me interesaba es el traslado del soporte. Y utilizar el texto en la imagen. Traer al mundo real lo que se ve en la pantalla.”

–Las fotos que elige rescatar de Internet son registros de ciudad, como si se reservaran el dominio de la crónica urbana...

P. L.: –Es un instrumento que se está utilizando mucho para controlar el estado del transporte, por ejemplo. Destaco el fotolog Viaje como el orto: el acceso a la fotografía digital sirve para controlar a Metrovías y otros servicios públicos. Ha cambiado la forma de utilizar la fotografía, en un proceso inmediato, sin desfasaje entre la toma y el revelado: la web ha dado la posibilidad de expandirse a nivel informativo. Me interesa ser una tabula rasa, para interpretar esta lectura política de la realidad: hablando desde las inundaciones en Buenos Aires a cómo vivimos, de cómo el espacio público se fue haciendo tierra de nadie.

La historia como “artista inspirado en fotologs” de Hernán Blinder empezó como un recurso para optimizar relaciones sociales adquiridas recientemente, en la línea de los fomentos que aportan el Messenger, el Chat o el mensaje de texto vía teléfono celular. “En una fiesta –recuerda Blinder– me hice amigo de unos chicos que eran artistas.” Le contaron que “el fotolog permitía un diálogo interesante de cotidianidad, día a día”. “Empezamos –dice– a compartir códigos, sólo pensaba en ellos como destinatarios. Con papel de aluminio y una cartulina azul, puse sus nombres, como estrellas, y luego lo subí a mi fotolog. Se empezó a armar la red.” “Tenía como una obsesión por darle materialidad a algo virtual –admite–. Me enviciaba con estas herramientas de comunicación; tenía que salir a la calle. Soy de caminar mucho en la ciudad, miraba mucho el piso y la imagen de la baldosa era una constante. Era una síntesis de depresión colectiva, de poner el ojo en el piso. Era un punto de referencia en que el ojo siempre cae.” Como la baldosa que encontraba tiene rasgos bien geométricos, creyó que “podía asemejarse al fotolog”. El acto de “sacar a pasear al fotolog” (representado por la baldosa) era su modo de reclamar una apertura de la burbuja al mundo, una proclama por el retorno a las calles como crítica a un pensamiento e imagen a veces demasiado encerrados en la cofradía. “La primera vez –señala Blinder– era como si la baldosa estuviese esperando el colectivo. Era un pedacito de calle que se salía. Esa baldosa fue parte de otra cosa: colgarle palabritas a la baldosa y sacarle fotos era sacar a pasear el fotolog.” Blinder apoyaba la baldosa en un inodoro abierto y sentía que “estaba casi por suicidarse”. Obra inspirada en fotologs y el propio fotolog empezaban a compartir una obsesión por hacer pública la intimidad y exaltar la importancia del mundo interior: “Expresaba mis estados de ánimo –cierra Hernán Blinder–, y con muy pocos medios”.

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