SEGUNDA FERIA DEL LIBRO ANTIGUO DE BUENOS AIRES
Huellas para leer mejor el pasado
Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina, incluye ejemplares de todo tiempo y lugar: incunables, impresiones antiguas, grabados, documentos y cartas.
› Por Oscar Ranzani
Además de ser una herramienta educativa (y para muchos placentera), el libro funciona como una indestructible correa de transmisión entre las distintas generaciones y culturas. De hecho, un solo ejemplar traducido a cientos de idiomas permite una imbricación cultural difícil de simplificar para cualquier antropólogo. A mayor paso del tiempo, mayor riqueza simbólica tiene un ejemplar (además de los beneficios comerciales que acarrea para el privilegiado dueño). Pero un libro antiguo (aunque esta palabra esté devaluada y en términos valorativos para algunos resulte antipática) no se compra –por suerte– en un supermercado. Entonces, sólo importa valorizarlo por el peso histórico y simbólico que tiene, a pesar de que haya sobrevivido en una sociedad de consumo. El libro, en su versión más antigua, es motivo de homenaje durante la Segunda Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, en el Palais de Glace (Posadas 1725) que podrá visitarse hoy de 14 a 20.
Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (Alada), la Feria está compuesta por ejemplares de todo tiempo y lugar: incunables, impresiones antiguas, grabados, cartas manuscritas y documentos casi desconocidos por una gran mayoría. “Buscamos acercar al público un material que queda un poco reservado a las librerías especializadas, pero al que normalmente la gente común no puede acercarse o le cuesta tomar contacto”, explica Alberto Casares, presidente de Alada. El espacio que ocupa la Feria en el Palais de Glace está compuesto por unas vitrinas centrales donde se pueden visualizar distintos documentos vinculados a las Invasiones Inglesas que funcionan como un anticipo pensado por los organizadores con motivo del bicentenario de la defensa y la reconquista de Buenos Aires (1806-1807). El resto lo conforman dieciocho stands de los libreros más antiguos de Buenos Aires que sacaron a relucir sus ediciones históricas.
La temática de las Invasiones Inglesas atraviesa también algunos stands de la Feria. Así lo explica Roberto Vega en referencia a un material que está exponiendo y que data de la época de la Imprenta de los Niños Expósitos –la primera de Buenos Aires–, donde funcionaba una casa que albergaba a niños huérfanos. El material se refiere a los propios acontecimientos y a los personajes más reconocidos de entonces: “Tenemos impresos de Liniers –indica Vega–, otros en contra de Beresford señalando que era un general que ‘no aplicaba la lealtad militar’, hasta impresos de un poeta español en contra de los ingleses diciendo que eran unos sabandijas que querían imponer sus leyes de mercado en todo el mundo”.
Al primer documento emitido por el general José de San Martín en el Río de la Plata se lo puede ubicar en el stand de Víctor Aizenman. “A poco de llegar –comenta el librero–, se le encarga a San Martín la formación del Cuerpo de Granaderos a Caballo. Y en ese momento, él ofrece donar gran parte de su sueldo a beneficio de la patria. Es un documento de 1812 de un gran valor simbólico que, además, tiene la aprobación del Primer Triunvirato ante quien él había ofrecido la donación, con las firmas de tres miembros de sus integrantes y de su secretario”.
Uno de los libros más curiosos es un incunable titulado Fasciculus medicinae. Fue realizado en Venecia en 1493 y es la segunda edición del primer libro de anatomía conocido en el mundo, que data de 1491. Contiene nueve grabados, uno de ellos impreso en cuatro colores. El incunable está abierto en una página donde se observa un grabado que tiene como protagonista a un anatomista presidiendo una disección.
Otras joyas antiguas son algunos manuscritos medievales: un pergamino español de 1398 (que es una donación de propiedades que una mujer realizó en la provincia de Toledo), una escritura sobre el arrendamiento de un molino del siglo XIV y un comentario sobre derecho canónico de procedencia italiana del siglo XIII. Del lado rioplatense vale la pena detenerse en la lectura de una edición conmemorativa (1830) del Acta de la Independencia de 1816, de la que se conocen únicamente dos ejemplares, y un Quijote editado en páginas de corcho. Más cercanos en tiempo y lugar son la carta de Juan Manuel de Rosas dirigida a su mayordomo y la respuesta de éste (5 de enero de 1839) y un manuscrito del cuento El milagro secreto (perteneciente al libro Ficciones) de Jorge Luis Borges, con correcciones y tachaduras del autor.
“Los libros son como testimonios muy tangibles de todos los momentos de la cultura del hombre. Van quedando las huellas allí”, explica Casares. “Por ejemplo, cuando uno lee los libros de las vanguardias literarias de los años ’20, es distinto que leerlos o verlos en las reimpresiones actuales”, agrega. “¿Por qué el coleccionista o el investigador se apasiona por ver un libro de un autor en la edición original? ¿Qué diferencia tiene si el texto puede ser el mismo?”, se pregunta el organizador. Y tiene muy meditada su respuesta: “El contexto no es el mismo porque el libro es un objeto que está compuesto no solamente por el texto que reproduce sino por la forma en que está hecho. Interviene muchísimo todo: cómo se diagramó, que tipografía se usó, qué imprenta lo hizo, si tiene ilustraciones o no las tiene, qué tipo de tapas posee”, enumera Casares. “Los tipos de tapas ilustradas que hoy estamos acostumbrados a ver son una cosa totalmente moderna. Hasta casi finales del siglo XIX no existían las ilustraciones de tapa. Son cosas que se van incorporando al libro como un testimonio de las distintas épocas de la cultura del hombre”, concluye. Y en esta Feria las distintas épocas están bien representadas. Todos los mundos posibles, vistos y reproducidos a través del libro.