Martes, 8 de enero de 2008 | Hoy
LUCIA GALVEZ Y UNA ORIGINAL BIOGRAFIA
La historiadora abordó la vida de uno de los héroes de la independencia en un tono poblado de matices, que elude la tendencia a convertir en mármol a los próceres.
Por Cristian Vitale
Uno de los vicios de la historia oficial argentina inaugurada por Bartolomé Mitre fue, tal vez, ponerles toneladas de mármol a los héroes de la independencia, y fijarlos en un todo despoblado de matices: San Martín, el gran héroe militar; Belgrano, el creador de la bandera, y así. Martín Güemes, en medio de ese panteón solemnizado con destino de escuela primaria, figuraba apenas como el guardián de la frontera, el militar gaucho. Según Lucía Gálvez, historiadora recibida en la UBA y miembro de la Academia de Historia de la Ciudad de Buenos Aires, se trata de un recorte parcial que dice poco. De aquí, la relevante investigación, poblada de matices y hechos poco conocidos, que desembocó en su nuevo libro: Martín Güemes, baluarte de la independencia. Es un trabajo biográfico de 200 páginas, editado por Aguilar, que rescata situaciones –interesadamente o no– omitidas. Deja ver, con sutilezas, al hombre y al militar. Nacido en una familia patricia de la alta Salta, supo mezclarse con gauchos, indios y mestizos, componentes de las milicias del noroeste que detuvieron siete veces las invasiones realistas del Alto Perú. Esquivando grados, se metía entre balas enemigas. Fue soldado herido durante las invasiones inglesas –su bautismo de fuego– y amigo de los chiriguanos en el Chaco salteño, del coqueo o la Pachamama como garantía de sincretismo. “Hay una admiración por Güemes, pero es más bien folclórica: el militar gaucho y eso. No se da cuenta, sobre todo en Buenos Aires, de la importancia nacional que tuvo, porque sin él no hubiese sido posible San Martín”, comenta Gálvez, que también preside el Instituto Histórico de la Manzana de las Luces.
–¿El Mitre historiador funciona como filtro? Es una posición recurrente entre muchos historiadores...
–A ver, hay que reconocer que fue el primer historiador que trabajó en base a documentos. Pero es cierto que es un buen publicista (risas). Igual, creo que su intención no fue interesada, o sí, pero no como piensan muchos: él estaba interesado en darle una identidad al país, teniendo en cuenta la inmigración. Nos guste o no, en historia no se puede ser maniqueo: hubo hombres que hicieron grandes cosas y otros que no. Urquiza aportó lo suyo; Rosas impidió la balcanización, la separación de todas las provincias; fueron hombres excepcionales, cada uno en lo suyo. La realidad no se puede cambiar ni juzgar con criterios del siglo XXI. Hay que meterse en la mentalidad del momento.
–¿Y cómo era la mentalidad del momento que le tocó vivir a Güemes?
–Muy complicada. No es una cosa de que los españoles eran los malos y los criollos los buenos. Había españoles liberales y absolutistas. Güemes participó de una guerra entre absolutistas y liberales, no de criollos contra españoles.
–El caso clave es el de San Martín, que había luchado junto a los liberales españoles contra el absolutismo, en la misma España.
–Claro, por eso intenta con La Serna hacer un arreglo que evite derramamiento de sangre. Belgrano lo intenta con Tristán, todos lo intentan, porque habían sido compañeros militares. Las guerras de la independencia son casi una guerra civil, ¡si había criollos que estaban a favor de los realistas! Pero Güemes siempre tuvo bien claro que su fin era lograr una nación libre y soberana.
Así descripto, el Güemes que presenta Gálvez se parece más al que reivindicaron sectores ajenos a la historiografía de panteón: desde la militancia nacional y popular de los setenta, hasta –desde otro costado– el mismo ERP, influido por el hombre que encaró –tácticamente– la primera guerra de guerrillas que hubo en el país. “Sus hazañas fueron constantes, sobre todo porque tenía conciencia de la patria grande, quería la libertad no sólo del Virreinato del Río de la Plata, sino también del Perú y Nueva Granada”, sostiene la historiadora, y se desmarca de un detalle no menor: su hermana Delfina está casada con un chozno de Güemes –llamado igual que él–, pero no fue causa ni motivo para abordar el trabajo. “Pudo haber influido una anécdota, pero nada más. Desde la primaria tenía simpatía por este personaje, y lo empecé a estudiar más a fondo cuando escribí Historias de amor de la historia argentina. Cuando investigué su romance con Carmen Puch empecé a darme cuenta de la grandeza de su figura.”
–Güemes tiene todos los atributos de un caudillo. ¿Es forzado compararlo con figuras que emergerían después, como Chacho Peñaloza, Facundo Quiroga o Felipe Varela?
–No es forzado. Pero para mí es distinto: Güemes quería la Constitución y el orden ante todo, los caudillos no.
–Hoy resulta complicado entender la muy buena relación que Güemes, proviniendo de una familia patricia, tenía con los gauchos pobres, los indios y los mestizos que formaban sus milicias...
–Es que el verdadero patricio de la época está muy unido a su gente. No la desprecia, es más: es como el primus inter pares (el primero entre sus pares). El se reconocía jefe, pero hacía el mismo tipo de vida que ellos: comía alrededor del fogón, se mezclaba entre todos. Todos luchaban, incluso las mujeres. Aunque no pelearan hacían de espías, desde las más copetudas hasta las esclavas negras. En general, las esclavas estaban con los criollos. Pero entre las damas había algunas que eran realistas furibundas y andaban por la calle con cintas amarillas y coloradas. Había muchos odios.
–Y amores. Es grotesco cómo Belgrano, que después se haría gran amigo de Güemes, lo echa del ejército cuando se enteró de que tenía un romance con la mujer de otro oficial.
–Belgrano estaba muy amargado, en ese momento (la crisis del ’14), el ejército estaba desmoralizado y este mocoso de 27 años (Güemes) que andaba con la mujer de otro delante de todos (risas). Belgrano, entonces, quiere imponer una disciplina y envía una carta durísima a Buenos Aires sobre el comportamiento de Güemes. Igual, después lo comprende y se mandan como 90 cartas en un mes. Se hacen muy amigos.
–Hay muchas versiones sobre la muerte de Güemes. ¿Cuál es la razón?
–Pasa que a principios del siglo XX se empiezan a decir muchas estupideces para menoscabar su figura. Aunque parezca mentira, él tenía grandes enemigos, sobre todo en Jujuy. El odio tenía que ver con que él les requisaba el ganado para el ejército o hacía colaborar a los comerciantes poco patriotas y mucha gente no lo olvidó. Entonces, trataron de denigrarlo de varias maneras y una de ellas fue el ridículo: presentaron, en vez de una muerte heroica, una muerte ridícula; algo totalmente falso, porque su muerte fue heroica. Fue el único general que murió en batalla y traicionado. Le rodearon la casa: él se metió entre las balas temerariamente, como lo hacía siempre, y esa vez lo hirió una que le dio en la cadera y le salió por la ingle. Fue una muerte muy dolorosa: una agonía de diez días, en el medio del campo, rodeado por sus fieles gauchos y diciendo cosas conmovedoras como “Mi Carmen morirá de mi muerte como vivió de mi vida”.
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