MURIO VOLODIA TEITELBOIM, ESCRITOR Y DIRIGENTE POLITICO CHILENO
Tenía 91 años. Fue secretario general del PC chileno y sufrió cárcel y exilio en diferentes momentos de su vida. Consideraba a la literatura su “amante” y cosechó numerosos premios. El autor de Hijo del salitral fue también biógrafo de Neruda, Borges y Mistral.
› Por Silvina Friera
La vida del escritor, militante comunista y biógrafo de Pablo Neruda se fue consumiendo lentamente, de un modo inversamente proporcional a la pasión con la que vivió. Por seguir a rajatabla los imperativos y demandas de “la señora de la casa”, su temprana vocación política, maltrató a “su amante”, la literatura, que durante años se resignó a ocupar un plano secundario, a la sombra del hombre comprometido, del luchador infatigable contra la dictadura pinochetista, que desde su exilio en Moscú, desde su programa de radio Escucha Chile, se refería a Pinochet como “el felón”, “el mandamás”, “el asaltante del poder” (nunca, jamás, lo llamaría “presidente”). Volodia Teitelboim, Premio Nacional de Literatura 2002 y ex secretario general del PC entre 1989 y 1994, murió ayer, a los 91 años, en el hospital Clínico de la Universidad Católica, donde se encontraba internado desde el 15 de enero pasado, aquejado por una neumonía y un cáncer linfático. Al igual que su queridísimo Neruda, el autor de Hijo del salitral “sigue cantando en silencio y en voz alta”.
Valentín Teitelboim Volosky, más conocido como Volodia Teitelboim, nació el 17 de marzo de 1916 en Chillán, en el centro de Chile. Hijo de inmigrantes judíos (su padre, Moisés Teitelboim, de origen ucraniano; su madre, Sara Volosky, de origen moldavo), desde temprana edad manifestó inquietudes literarias. Aunque quería ser profesor de historia, su padre lo desalentó advirtiéndole que “se moriría de hambre”. Cuando decidió que sería mejor no rebelarse contra el mandato paterno y empezó a estudiar derecho, justo regresaba a Chile el poeta Vicente Huidobro. Junto al joven poeta Eduardo Anguita formó una suerte de batallón de ataque contra la poesía oficial y los dioses de ese diminuto olimpo. Apasionados por todo lo francés, –Apollinaire, Rimbaud, Baudelaire–, se atrevió a patear el tablero publicando con Anguita Antología de la poesía chilena nueva, en 1935, cuando tenía apenas 19 años. Pablo de Rokha lanzó violentas diatribas y un crítico escribió en La Nación un artículo en el que destrozó la antología y a sus responsables, llamándolos “los preciosos ridículos”.
“Era una antología iconoclasta que se proponía derribar a todos los consagrados del momento para así dar nacimiento a una nueva época. Eran los tiempos de la vanguardia europea. Muchos debían quedar afuera, Gabriela Mistral por ejemplo”, recordaba Teitelboim. “Eramos unos insolentes que decidíamos la suerte de los poetas chilenos. Este libro generó la más palabreada polémica literaria del siglo XX en Chile. En ella participaron Neruda, que estaba en Europa, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha. Gente que luchaba por la corona mundial de la poesía. En fin, una cosa provinciana del último país del mapa.” Siempre le pesó un error “imperdonable”, producto acaso del exceso de irreverencia: la exclusión de Mistral –que Teitelboim aceptó porque entonces la consideraba “anticuada”– de la que se arrepentiría posteriormente “toda la vida”.
Empezó a militar en el PC chileno a los 16 años, y como muchos camaradas que fueron perseguidos durante la década del ’40, vivió en la clandestinidad. En 1940 fundó el diario El siglo, del cual fue el primer subdirector; en 1945 dirigió la revista ¿Qué hubo en la semana?; y en 1954 fundó y dirigió la revista cultural Aurora. Posteriormente, en los setenta, durante su exilio, fundó y dirigió Araucaria de Chile, que se editó en Madrid, durante doce años, y fue un importante órgano de resistencia crítica de los intelectuales exiliados, tanto chilenos como de otros países latinoamericanos. Considerado miembro de la generación literaria del ’38, publicó las novelas Hijo del salitre (1952) –que Neruda consideró en su prólogo “racimo asombroso de vida y de luchas cargadas de semillas”, y que se refiere a la vida de Elías La-fferte– y La semilla en la arena (1957), ambas relacionadas con el despertar de la masa obrera y minera en el norte del país.
El escritor sufrió encarcelamientos y estuvo detenido en el campo de concentración de Pisagua en 1957. Pinochet, que fue el carcelero jefe de ese campo de concentración en 1947, lo reabrió en 1973 porque necesitaba cárceles con tradición histórica y también nuevas prisiones para miles de personas. “Fue un eslabón en su ‘gesta por salvar el mundo’”, ironizaba Teitelboim.
Entre la treintena de libros que publicó, cabe destacar en narrativa La guerra interna (1979); los ensayos El oficio ciudadano (1976) y Pólvora del exilio (1976); y los cuatro tomos de sus memorias, Antes del olvido (publicados entre 1997 y 2004). Teitelboim fue diputado por Valparaíso desde 1961 a 1965 y senador por Santiago por dos períodos consecutivos hasta que, dictadura pinochetista mediante (entonces estaba en Madrid), tuvo que vivir quince años en el exilio moscovita. Pero entró clandestinamente tres veces a Chile –usó peluca, barba rojiza y anteojos– como Víctor Raúl Bordenave, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Montevideo. En sus memorias cuenta que hablaba poco para no delatarse y que se ocultaba tras opiniones “conservadoras”, más propias de un simpatizante de la derecha.
Notoria fama le dieron varias de las biografías que publicó: Gabriela Mistral, pública y secreta (1991), Huidobro, la marcha infinita (1993), Neruda (1984) y Los dos Borges, vida, sueños, enigmas (1996). “Mucha gente me ha preguntado ¿por qué usted que es comunista hace la biografía de Borges? Por eso mismo, digo yo, porque quiero conocer cómo un escritor tan esclarecido puede ser tan analfabeto desde el punto de vista civil”, planteaba Teitelboim su interés por el autor de El aleph. “No conozco mayor placer que tutearse con un papel en blanco”, admitía el escritor que tanto no maltrató a su amante, la literatura, teniendo en cuenta la cantidad de libros que editó. “Escribir para mí es una manera de ser feliz”. De este hijo de inmigrantes ucranianos, Manuel Vázquez Montalbán escribió: “Teitelboim me parece un excelente escritor y un dirigente inteligente. La inteligencia es a veces una forma superior de moralidad”.
“El mundo globalizado hace que aparezcan nerudianos en los cinco continentes. Por lo tanto, es más difícil sostener un monopolio. Neruda es propiedad pública, yo lo llamo también poeta ‘multiuso’ y ‘todoterreno’. Fue el más abarcador, un poeta participante en la sociedad. Neruda se resiste a cualquier propiedad privada. Así que seguirán apareciendo nerudianos o contranerudianos, que también andan circulando. El mismo tema de su poesía es una mina que no está agotada, especialmente la producción posterior a Canto general. Neruda dejó tarea para rato”, subrayaba su biógrafo, con esa voz bajita que se iba perdiendo en el amplio salón de la embajada de Chile durante la entrevista con Página/12 en 2004, cuando vino a la Argentina para participar en el homenaje a Neruda que organizó el Malba, en el centenario del nacimiento del poeta chileno. Como Neruda, Teitelboim podría haber dicho “confieso que he vivido...; como su amigo también podría haber dejado escrito: “No crean que voy a morirme. Sucede que voy a vivirme”.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux