Viernes, 15 de febrero de 2008 | Hoy
SILVINA JENSEN Y “LA PROVINCIA FLOTANTE”
La historiadora presentó ayer en Barcelona su libro, en el que analiza las variables del exilio argentino en Cataluña.
Por Silvina Friera
Los exiliados argentinos que se establecieron en Cataluña a fines de los años setenta, “con Franco calentito, recién muerto en el cajón”, como advierte la historiadora Silvina Jensen desde Barcelona, en la entrevista con Página/12, enfrentaron el desafío de atravesar varias fronteras: encontraron una sociedad con una fuerte identidad histórica, descubrieron el catalán, comprendieron nuevos sentidos de lo nacional y del nacionalismo, experimentaron otras formas de sociabilidad, chocaron con diferentes estructuras de pensamiento, hábitos y costumbres. Era frecuente que los argentinos se sumaran a las fiestas catalanas de reivindicación, como la Diada del 11 de septiembre, o que en los actos de los exiliados chilenos, uruguayos y argentinos, con la cobertura de las plataformas unitarias catalanas, se condensara el repudio a los dictadores latinoamericanos con el reclamo por el Estatuto de Autonomía para Cataluña o el pedido de libertad para los presos políticos que permanecían en las cárceles españolas.
“El exilio de 1976 conserva hasta hoy su cualidad de ‘provincia flotante’ del devenir nacional, porque más allá del paso de los años y del retorno de muchos desterrados, su historia no encuentra nexos significativos para conquistar su lugar en la memoria de la violencia y la represión”, plantea Jensen, autora de La provincia flotante. El exilio argentino en Cataluña (1976-2006), publicado por el sello editorial Km 13.774 –la distancia máxima que separa América latina (Hanga Roa, en la isla de Pascua) de Cataluña (Port Lligat)– de Casa América Catalunya, y que la historiadora argentina presentó ayer en el auditorio de esta institución, acompañada por Osvaldo Bayer, el historiador Josep María Solé i Sabaté, Antoni Traveria (director general de Casa América) y dos de los exiliados argentinos que dan testimonio en el libro: Raúl Castro, de la Plataforma Argentina Contra la Impunidad, y Alejandro Andreassi, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En La provincia flotante –que se originó a partir de la tesis doctoral de Jensen (que nació en Tres Arroyos, Buenos Aires, en 1966), Suspendidos de la historia/Exiliados de la memoria–, la historiadora y docente de la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca) observa que si muchos de los exiliados se descubrieron en las historias de sus abuelos y su destierro les sirvió “para sentirse más argentinos”, a nivel social, asumir el exilio como “algo nuestro” no ha dejado de ser una materia problemática. “Reconocer exilios y exclusiones como parte de lo que somos hace zozobrar aquella inconmovible certeza que hizo de la Argentina decimonónica una tierra promisoria, pródiga y tolerante. Si de palabra muchos dicen renegar de esa Argentina, aún hoy apelan a ella cuando quieren mostrar que el país tiene reservado un destino de grandeza. Sin embargo, el momento histórico más luminoso de nuestro devenir, el de la Argentina de las vacas y las mieses, el de la Argentina-potencia, el de la Argentina del aluvión migratorio, ya ocultaba odios y exclusiones, deslegitimaba las voces de los disidentes y despojaba a los diferentes de su ciudadanía y hasta de su condición humana”, subraya Jensen, que ha participado en numerosos programas de investigación sobre el exilio y es autora de La huida del horror no fue olvido y Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, junto a Pablo Yankelevich.
“Cataluña fue uno de los principales destinos de los argentinos exiliados desde el punto de vista cuantitativo”, revela Jensen. “El exilio se mueve fundamentalmente desde la clandestinidad y el silencio; las salidas han sido azarosas y los registros son poco confiables porque gran parte del exilio argentino del ’76 no salió bajo la forma del asilo ni del refugio político, figuras que permitirían cuantificarlo. Muchos argentinos llegaron como turistas y se mantuvieron en la semiclandestinidad como turistas permanentes, entonces tampoco las estadísticas españolas sirven para cuantificar”, subraya la historiadora. “Los exiliados no solían acercarse a los consulados porque eran las instituciones de la dictadura, pero posteriormente, algunos, cuando necesitaban un papel para legalizar su situación, recurrían a los consulados y eran registrados. Y en las fichas del registro consular aparece la fecha de ingreso al país.” Jensen, que pudo acceder al registro del consultado argentino de Barcelona, dice que hubo alrededor de 5000 exiliados en Cataluña. “Pero se puede suponer que habría entre 10 mil y 15 mil argentinos en Cataluña en época de la dictadura”, añade la historiadora.
–¿Cuál fue el grupo político más importante entre los exiliados?
–Hay una fuerte impronta del peronismo en todas sus vertientes. No estamos hablando solamente de Montoneros, sino de todas las formas del peronismo revolucionario y de izquierda y de sus organizaciones de superficie. Si hay una marca en el exilio político argentino en Cataluña, es justamente la presencia del peronismo. Por supuesto que a esto hay que agregar el resto de las organizaciones armadas, y también una presencia política y públicamente importante de exiliados del socialismo.
–¿Por qué asimilaron al peronismo con el franquismo en Cataluña?
–El golpe se hizo a Isabel Perón, una persona cuya imagen internacional era nefasta, se sabía que la represión había comenzado antes, por lo tanto la posibilidad de identificar bandos y decir quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos fue compleja para los catalanes y no había hermanamientos ideológicos naturales. El grueso del exilio que era peronista no tuvo la posibilidad de los exiliados chilenos de dialogar con los partidos comunista y socialista catalanes, que estaban a su vez en pleno proceso de rearticulación y renacimiento después de cuarenta años de franquismo. Hasta 1978, explicar la situación argentina resultaba confuso. En el ámbito progresista, se consideraba que el peronismo era un epígono de los fascismos que había vivido Europa, y concretamente España. Los exiliados argentinos realizaron un trabajo de esclarecimiento de lo que llamaban “la verdadera imagen del peronismo”. Este trabajo llevó a los exiliados peronistas a posicionarse a favor de la guerra de Malvinas, no a favor de la dictadura, pero este posicionamiento sumó un elemento nuevo de tensión entre sectores progresistas de la izquierda catalana que no entendían cómo grupos que habían manifestado su oposición antidictatorial de pronto ante una guerra, que los peronistas definían como “anticolonialista” y “antiimperialista”, se ponían al lado de la dictadura, más allá de las explicaciones que esgrimían los peronistas, que decían que no era posicionarse a favor de la dictadura, sino a favor de un reclamo histórico que estaba anclado en el alma del pueblo argentino.
“El apoyo al exilio argentino por parte de los partidos políticos catalanes de izquierda y los sindicatos ligados a esos partidos se dio en un sentido amplio y no en un sentido político partidario específico. Se apoyaba la denuncia contra la dictadura, pero no a identidades partidarias concretas”, precisa Jensen. “Este tipo de apoyo impactó en la institucionalización de la colonia argentina de exiliados en Cataluña. Las instituciones más importantes de los exiliados fueron unitarias, en el sentido de que reunían todo el espectro político del exilio, sus rencillas, sus disputas y conflictos, como los hubo en todos los exilios argentinos en el resto del mundo”, señala la historiadora. Dos fueron las instituciones argentinas que surgieron durante en el exilio: la Casa Argentina en Catalunya, que se creó en 1978 y se disolvió después de la guerra de Malvinas, y la Comisión de Solidaridad de Familiares de Desaparecidos, Muertos y Presos Políticos, Cosofam, que también surgió durante la coyuntura del Mundial del Fútbol del ’78 y es la única institución argentina que perdura hasta la actualidad y que ahora forma parte de La Plataforma Argentina Contra la Impunidad.
–¿La presencia de exiliados argentinos alentó el debate sobre el franquismo?
–Hay que pensar que los exiliados llegaron con Franco calentito, recién muerto en el cajón. Buena parte de los exiliados llegó a partir de 1976, con el franquismo en funciones, ciertamente sin Franco (que había muerto en noviembre de 1975), con una transición complicada, en la que los argentinos padecieron los avatares que suponía sacarse los cuarenta años de inmovilismo político y social para la sociedad española. El intento de golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981, fue traumático y dramático, porque reeditó todos los fantasmas de los exiliados argentinos, que pensaron, en esa noche fatídica, que tenían que armar las valijas e irse a Francia, porque en España, nuevamente, se instalaría una dictadura. Los exiliados argentinos fueron testigos de lo que significó para la sociedad española desarticular el aparato franquista.
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