Lun 07.11.2005
espectaculos

EN EL ESPACIO CULTURAL DE LA AMIA SE LLEVARA A CABO, DESDE HOY, LA FERIA DEL LIBRO JUDIO

“Queremos transmitir una mirada al mundo”

Durante quince días se exhibirán más de 2000 títulos de autores judíos e israelíes en castellano y en hebreo. Participarán del encuentro, entre otros, Tomás Abraham, Marcelo Birmajer, Ana María Shua, Rudy, Eliahu Toker, Ricardo Halac, Mario Goloboff, Manuela Fingueret, Bernardo Koremblit y Ricardo Forster.

› Por Silvina Friera

La feria del libro judío, que comienza hoy a las 19 en el espacio cultural de la AMIA (Pasteur 633), es un auténtico festival cultural. “El libro es por siempre un factor de cohesión, de unión y de transmisión de valores e ideas, con ese profundo humanismo que lo caracteriza y que hace que Woody Allen pueda reflexionar y reírse de su ser judío, o que muchos escritores puedan renegar o hasta pelearse con su condición”, señala Celia Grinberg, coordinadora de la feria que se prolongará hasta el 20 de noviembre. Durante quince días se exhibirán más de 900 títulos de autores judíos e israelíes en castellano, 150 en hebreo, que incluirán diccionarios, enciclopedias y libros infantiles –que no se consiguen en las librerías–, y 100 sobre religión. Pero el contacto no se limita a las producciones simbólicas –lenguaje, religión, costumbres, arte, filosofía y literatura– del objeto-libro. El público que asista a este festival podrá intercambiar opiniones y dialogar con filósofos, escritores, economistas, poetas y científicos como Tomás Abraham, Marcelo Birmajer, Ana María Shua, Rudy, Eliahu Toker, Ricardo Halac, Mario Goloboff, Bernardo Koremblit, Daniel Muchnik, Tamara Kamenszain, Ricardo Forster, Myrtha Schalom, Silvia Plager, Manuela Fingueret y Bernardo Kliksberg, entre otros.
Organizada por el departamento cultural de la AMIA y la editorial Milá –fundada hace 17 años por Ricardo Feierstein–, la feria del libro judío es una institución para la comunidad, pero durante un tiempo dejó de hacerse porque no era fácil conseguir material de autores judíos. “Para rearmar este espacio –cuenta Grinberg– se hizo un trabajo de búsqueda de numerosos textos que llegaron de Israel a la Argentina, la novedad más importante de la Feria, desde enciclopedias, diccionarios, textos infantiles, en castellano y en hebreo, con todo lo que implica y abarca el espectro de lo judío, en su sentido más amplio, humanista y progresista, desde ejemplares del Talmud, libros de Freud hasta textos tradicionales y religiosos. La idea es poder nutrirse del rico panorama literario judío.” Como refuerzo a este complejo vitamínico que despliegan los 2000 ejemplares que se exhibirán, habrá espacio para la música judía, con Cds de artistas locales e importados de Israel en castellano, idish, hebreo y ladino.
“Yo soy una apasionada de los libros, ponerles rótulos me parece algo forzado”, dice Grinberg en diálogo con Página/12. Y la coordinadora de la Feria ejemplifica cómo las clasificaciones a veces no sirven para dar cuenta de todo lo que abarca el “libro judío”. “Batia Gur, una autora israelí muy conocida de novelas policiales como Asesinato en el kibbutz, no escribe precisamente sobre temas judíos, aunque la ambientación tenga que ver con paisajes israelíes”, aclara Grinberg. “Se dice comúnmente que el pueblo judío es ‘el pueblo del libro’, y creo que el libro y la literatura siguen siendo un valor preponderante e imprescindible para la transmisión cultural y de las tradiciones; proyecta hacia fuera el adentro propiamente humano, no digo específicamente judío, pero un adentro que tiene que ver con un humanismo, con una mirada hacia el mundo profundamente judía.” Esa mirada, según Grinberg, es el hilo conductor entre todos los autores que se encontrarán en la feria. “Estoy convencida de que Ana María Shua escribe para un público que no es específicamente judío, pero también estoy convencida de que su mirada es judía”, apunta la coordinadora. “Lo que me parece más rico no es la unidad sino la variedad, la diferencia, cómo desde lo judío aparecen recortes y miradas tan diferentes de la realidad que la enriquecen.”
La escritora Manuela Fingueret advierte que su vínculo con el judaísmo es con la cultura judía, “no con la religión”, aclara. “Yo leo muy bien en idish y en hebreo, he tenido un contacto muy directo con la literatura escrita en idish a través de los más importantes autores, desde Leivik hasta Schólem Aleijem, y también con los poetas judíos que escribieron en idish en los campos de concentración de la Unión Soviética, como Moishe Leib Halpern; Itzjok Katzenelson, autor de El canto del pueblo judío asesinado, que murió asesinado en 1944 en el ghetto de Varsovia, y Marc Chagall”, enumera Fingueret. “Leí a Bashevis Singer en idish porque empezó escribiendo por capítulos en un diario de Nueva York y el diario judío-argentino Di Presse transcribía la novela por capítulos –recuerda la escritora–. Tuve la suerte de estar vinculada con la cultura judía, que es lo más importante del judaísmo, que nace con la Torá y sigue con el Talmud y con todo lo que después se escribió en idish, en lengua sefardí y en hebreo, con el que tengo menos contacto. Mi cultura viene más del judaísmo idish que del judaísmo contemporáneo del Estado de Israel.”
Fingueret subraya que la cultura y la literatura judías son una cuestión de piel muy fuerte. “Muchas veces la gente, y no sólo los no judíos, confunden religión con cultura, o piensan que basta con poner una palabra en idish o una comida para que eso sea literatura judía. Creo que judío es todo lo que tiene una mirada judía, que es muy complejo de definir.” Más allá de lo que suceda con lo político –campo en el que muchas veces la escritora disiente–, Fingueret define la mirada judía por la impronta ética y humanista. La autora del poemario Los huecos de tu cuerpo, de las novelas Blues de la calle Leiva, Hija del silencio, y del ensayo Soberbias argentinas, entre otros, comenta que en idish hay más de quince sinónimos emparentados con el afecto y que casi no hay acepciones de lo bélico. “Un idioma define un espíritu –reflexiona–. Aunque es difícil hacer este tipo de conjeturas, muchas veces me pregunto: ¿Qué hubiera sido del Estado de Israel si en vez de adoptar el hebreo hubiera adoptado el idish?”
Fingueret precisa que en la Argentina muchos escritores judíos no asumen su condición, ocultando sus nombres con seudónimos, pero también observa que algunos usan lo judío como marketing, algo que admite le disgusta profundamente. “En lo que escribo está lo judío como parte de mi identidad indisoluble. Así como soy profundamente porteña y argentina, lo judío está inescindido de mi identidad. Estoy en contra cuando se usa lo judío por un tema de marketing o para mostrar algo de ghetto”, previene la escritora. “Yo tengo una perspectiva abierta, pero en la que inscribo lo judío como parte de mi ser argentino, así como inscribo mi argentinidad como parte de mi ser judío.” Fingueret rechaza tanto la especulación marketinera como la de ghetto. “Son dos caras muy contrapuestas de una situación que no hace funcionar a lo judío con normalidad”, asegura. “La literatura judía, para aquellos que sentimos al judaísmo como parte indisoluble de nosotros mismos, tiene que fluir o no como algo natural, nunca puede ser algo impuesto.”

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