Domingo, 23 de marzo de 2008 | Hoy
A PARTIR DE HOY, VUELVE A BUENOS AIRES LA OPERA DE PEKIN
Su origen se remonta al esplendor de la China imperial y hoy como entonces la Opera de Pekín (que esta noche y durante una semana estará en el ND Ateneo) sigue ofreciendo un espectáculo popular y, a la vez, sofisticado, que forma parte de la identidad nacional china.
Por Cecilia Hopkins
En el marco de una gira por las principales ciudades de Latinoamérica, la mítica Opera de Pekín presentará desde hoy y hasta el próximo domingo en el Teatro ND Ateneo (Paraguay 918) una pieza tradicional –es decir, ambientada en la China imperial anterior al S. XIX– estructurada en tres actos, con 30 intérpretes en escena, todos ellos actores, bailarines y cantantes. La primera vez que la Opera de Pekín visitó al país fue en 1956. Recién en 1980 volvió para presentarse en el Teatro Colón. Fallecido en un accidente aéreo gran parte de aquel elenco, en 1986 fue rearmada la compañía y, al año siguiente, en el marco de otra gira latinoamericana, ofrecieron en el Teatro Cervantes un programa compuesto por ocho fragmentos de óperas famosas. La última vez que estuvo en Buenos Aires, también en el Teatro Cervantes, fue en 2001.
Conocida masivamente a partir del estreno de la película Adiós mi concubina, la Opera de Pekín no es la única en China. Llamada jingju, esta forma de espectáculo que integra canto, música, danza y actuación tiene su variante en cada una de las provincias chinas. No obstante, la forma particular que esta expresión popular asumió en Pekín a fines del S. XVIII fue la más famosa hasta la actualidad, por haber sido la preferida del emperador. Aún hoy se la considera un símbolo de identidad nacional, motivo por el cual desde este año figura en la currícula de la escuela secundaria una asignatura destinada a su estudio, con el fin de salvaguardar este arte tradicional.
La génesis de la ópera china se encuentra en una gran variedad de artes folklóricas campesinas que incluyen contorsiones y saltos mortales, juegos con zancos y malabares, actos de tragasables y lanzallamas. En el caso de la Opera de Pekín, su repertorio se nutrió de leyendas, cuentos y narraciones populares, además de novelas clásicas. Sus libretos combinan elementos trágicos y humorísticos, muchas veces con la intención de realizar una crítica satírica de la sociedad. El repertorio se divide en Wen –obras de tema civil que cuentan historias de amor o de índole social– y Wu, obras de tema militar, pero en todos los casos las historias tienen un final feliz. Actualmente, se interpretan también óperas con argumentos educativos, para escuelas primarias y secundarias. Durante la revolución que llevó a Mao Tse Tung al poder, los argumentos de las óperas tenían una fuerte carga propagandística.
En la presentación tradicional de la Opera de Pekín, la escenografía está casi ausente, pero la música cumple un rol de gran importancia. La ejecuta una orquesta compuesta por 8 o 10 instrumentos de cuerda y viento, gongs y tambores. Igual que en la Comedia del Arte, hay personajes que han pasado de una generación a otra, los cuales gozan de enorme popularidad entre el público. Además de los personajes tanto masculinos como femeninos, expertos en artes marciales y acrobacias, entre los más populares está el Chou o payaso, el único que está habilitado a dirigirse al público. Entre los que presentan el rostro pintado, los individuos más complicados lo llevan enteramente cubierto con complejos diseños cuyo significado se comprende en base al color dominante: el rojo representa lealtad y valor; el negro, un temperamento atrevido y fanfarrón; el azul simboliza un temperamento frío y calculador; el blanco indica que se trata de una persona mentirosa y amiga de los enredos, y el dorado y el plateado están reservados a los espíritus y los dioses.
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