Martes, 22 de abril de 2008 | Hoy
NéSTOR GARCíA CANCLINI HABLA DE SU NUEVO LIBRO DE ENSAYOS
El antropólogo argentino, que reflexiona sobre los mecanismos de interacción social emergentes, acaba de publicar Lectores, espectadores e internautas, donde indaga acerca de las consecuencias que tiene sobre el ciudadano la multiplicidad de mensajes que recibe.
Por Facundo García
Si se armara un picadito entre las figuras más célebres de los Estudios Culturales Latinoamericanos, Néstor García Canclini no podría faltar. De ideas originales y frecuentemente polémicas, el antropólogo argentino se ha quedado calvo a fuerza de pensar asuntos tan escurridizos como la vida simbólica en las ciudades, las nuevas formas de participación política y los mecanismos de interacción social emergentes. Ahora, con Lectores, espectadores e internautas (Gedisa), se propone indagar las consecuencias de que el ciudadano promedio se esté acostumbrando a recibir y enviar mensajes en múltiples formatos, todo el tiempo. En busca de recursos para superar viejas figuras conceptuales, el suyo es un trabajo complejo que se va armando a la manera de un Tetris en el que las ideas se acomodan para ofrecer, al final, el retrato de una reflexión orgánica.
–Hace unos ciento treinta años se consolidó en Argentina un “modelo de intelectual” que marcó a generaciones posteriores. ¿Se acabó ese modelo?
–Han cambiado los requisitos. Y también las condiciones generales, porque hablando sólo de requisitos podríamos pensar que con reunir ciertos rasgos sacamos a Sarmiento como un producto. Decía que se han modificado las condiciones y no es sólo un fenómeno de aquí. En Francia ya no surgen “Sartres” ni “Foucaults”; en Estados Unidos, ni Susan Sontag ni Noam Chomsky cumplen el papel que tuvieron en otras décadas. Lo que sí se comprueba es el avance de ciertos actores que ocupan espacios antes reservados a “los intelectuales”. Me refiero a los medios de comunicación y a los llamados think tanks, instituciones “de consulta” que operan como reservorios de ideas. Luego habría que tener en cuenta que han aparecido otros modos de socialización de la información, más anónimos, a través de Internet principalmente. Cada una de esas modificaciones debería considerarse antes de concebir acciones a futuro.
–En tal caso, desmontar los vicios que dejó la división parcelada del conocimiento sería una tarea urgente...
–Sí. Otro camino podría ser aprovechar recursos educativos que están disponibles en las universidades –especialmente las públicas– y en otros modos de acceso al saber que persisten en ámbitos como las calles y los barrios. Paralelamente, no se puede negar que hoy es mucho más fluida la interacción entre disciplinas. La conciencia de que hace falta integrar conocimientos disímiles es cada vez más fuerte. Es lo que intento explicar en este librito: estamos siendo lectores de pantalla y papel, vemos películas en el cine y en video, accedemos fácilmente a información aun en los países periféricos. Está claro que las clasificaciones previas tienden a difuminarse.
–En ese contexto y teniendo en cuenta la primacía de lo multimedial, ¿se podría pensar que los científicos sociales del futuro dejarán en segundo plano lo escrito para concentrarse en la producción de imágenes y sonidos?
–Es posible y ya ocurre. Hay un avance enorme en disciplinas como la etnografía visual, que trabaja con material de cine o video. Asimismo, hoy cualquiera puede presentar tesinas ancladas en material grabado o fotografiado. Los puentes también se tienden a la inversa: hay muchos periodistas que se integran a la academia, cosa que hasta no hace mucho hubiera sido más difícil. Sí, tendremos que acostumbrarnos a incorporar los nuevos lenguajes al debate académico.
–Días atrás, Vargas Llosa pasó por aquí y comentó que “Latinoamérica ha dado muchos artistas, pero pocos pensadores”. En base a lo que acaba de decirme, ¿no tiene la impresión de que esta separación tajante entre “arte” y “pensamiento” parece una tontería?
–Cualquiera que se ponga a leer la bibliografía científica internacional descubrirá que Latinoamérica ha crecido enormemente en la cantidad y calidad de sus trabajos de investigación. Eso por un lado. Desde el arte, hoy las grandes exposiciones internacionales son curadas por intelectuales que organizan el discurso de los artistas bajo ejes como “migraciones”, “violencia de género”, “la relación entre poética y política”, etcétera. Quiero decir que Vargas Llosa separa tajantemente una frontera difusa. ¿Quién puede decir que Borges, Cortázar o Piglia no son grandes pensadores? Reelaboraron las relaciones entre arte y sociedad y son altamente reconocidos acá y en el exterior. Podría sumar a Bolaño y a Octavio Paz, por agregar dos más entre muchos. Yo sospecho que si dejamos a ellos fuera de lo que se considera “pensamiento”, estamos dejándonos influir por la estrategia mercadológica de algunas editoriales transnacionales, que miran a América latina sólo como la mayor productora mundial de realismo mágico.
–En 2002 usted habló de “Mani-festa-acciones”, demostraciones colectivas y espontáneas de la sociedad civil, que no requieren de un gran aparato político para articularse porque se convocan a través de mails o teléfonos. Sin embargo, en Buenos Aires se votó masivamente a la derecha y los SMS fueron utilizados para convocar cacerolazos que le vinieron muy bien a la Sociedad Rural Argentina...
–El mundo actual está lleno de esas paradojas. Uno se pregunta cuál es el motivo por el que Italia y Chile, dos naciones con importante tradición de movilizaciones obreras, siguen dando un espacio descomunal a sectores asociados con Berlusconi o el pinochetismo. Creo que lo que pasa es que una porción de la sociedad está haciendo política por otro lado, por lugares que la teoría tradicional no está preparada para captar. En cuanto a las tecnologías –que nunca son neutrales–, es obvio que permiten usos muy diversos, relacionados con condiciones sociales y políticas puntuales. Si uno compara el aprovechamiento político que se hace de las nuevas tecnologías en España respecto del que se lleva adelante en Estados Unidos, llama la atención cierta pasividad entre los norteamericanos. Esto no tiene que ver con que se sirvan de tecnologías diferentes, sino con que en Estados Unidos ya no existe la oposición.
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