DECIDME CóMO ES UN áRBOL, MEMORIAS DE MARCOS ANA
El poeta y revolucionario, cuya vida será filmada por Almodóvar, recuerda sus veintitrés años en prisión sin rencores pero “con odio al sistema que creó a los monstruos”.
› Por Silvina Friera
Sus ojos color del tiempo transmiten serenidad, no destilan odio ni cuando recuerda los peores tormentos que vivió por tener el corazón rojo. El poeta y revolucionario Marcos Ana fue encarcelado al final de la Guerra Civil española, cuando tenía apenas 19 años, salvajemente torturado y condenado dos veces a muerte por el franquismo. Permaneció en prisión durante 23 años, hasta que en 1961 recuperó la libertad y gracias al aparato clandestino del Partido Comunista se exilió en Francia. Agitado, inquieto, disfónico de dar tantas entrevistas y de andar “de acá para allá”, recorriendo el mundo, vino a la Argentina para presentar sus memorias, Decidme cómo es un árbol: memorias de la prisión y la vida (Umbriel-Tabla Rasa), prologada por José Saramago, en la Feria del Libro. “No tengo rencores, sí un odio de clase contra un sistema que es capaz de crear a los monstruos, los verdugos, los torturadores, los policías, pero personalmente me sentiría profundamente desgraciado si mi compensación a los años sufridos fuera buscar al que me denunció y torturar a aquel que me torturó. Eso sería rebajar mucho el nivel de mis ideas y los objetivos que tengo en la vida”, aclara este hombre, símbolo de la lucha antifranquista, que a los 88 años sigue defendiendo con pasión a los oprimidos y desheredados. Su historia será filmada por Pedro Almodóvar en Los abrazos rotos.
Nacido en un pueblo de Salamanca, el 20 de enero de 1921, en el seno de una familia pobre de jornaleros del campo, Marcos Ana, cuyo verdadero nombre es Fernando Macarro Castillo, adoptó ese seudónimo en la cárcel, cuando se convirtió en un poeta clandestino que echó a rodar sus poemas por el mundo. “Quería que mis poemas llevaran mi mensaje político, pero luego aprendí que la poesía llega más directamente al corazón de la gente que los manifiestos políticos. La poesía era un arma más que tenía para luchar por la libertad”, subraya el poeta. “La venganza a la que aspiro es que un día pueda ver triunfante los ideales por los que he luchado, esa es la única venganza que me recompensaría, porque ni todos los muertos del mundo me podrían devolver los 23 años de prisión”, plantea Ana en la entrevista con Página/12. “No he escrito este libro pensando en mis camaradas sino para que la inmensa mayoría de la gente, que tiene de nosotros una imagen prefabricada y a veces infame, conozca por qué hemos luchado y sufrido tanto por conquistar una sociedad más justa, libre y democrática.”
–¿Sigue creyendo en esos ideales comunistas que lo llevaron a los 16 años a ingresar a la Juventud Socialista?
–No, porque ha habido muchos fracasos y naufragios, y evidentemente muchas cosas no resultaron como las esperábamos, pero diferencio las ideas de los partidos y de los estados. La bondad de las ideas está por encima de los hombres y de sus equivocaciones, de los partidos y de sus errores, y de los estados llamados socialistas, que malversaron el caudal del socialismo. Soy consciente de que hemos cometido muchos errores, pero sigo luchando sobre todo para que la juventud nos acompañe. Si no conseguimos que la juventud se enamore de nuestros ideales y nos acompañe, no tenemos futuro. Me podría haber vuelto una bestia después de ser torturado y con tantos años de cárcel, pero regresé a la vida con amplitud de miras.
–¿Cuál es el secreto para llegar a los 88 años con tanta vitalidad y lucidez?
–El arte de vivir joven es mantener jóvenes las ideas. Tengo una novia de 28 años, el amor no tiene edad.
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