FOTOGRAFIA › DOMINIQUE ROGER, LEGENDARIA FOTóGRAFA DE LA UNESCO, EN BUENOS AIRES
Tras pasearse por más de setenta y siete países, Roger agregará un nuevo trazo a su biografía itinerante con la inauguración de la muestra Du concret à l’imaginaire en el Centro Cultural Recoleta.
› Por Facundo García
Dominique Roger habla de su vida y de su mirada, pero es como si nunca terminara de distinguir una de otra. Tal vez se deba a que decidió darle a ambas un máximo de libertad. La parisina –reportera oficial y directora del departamento de fotografía de la Unesco durante treinta años– capturó con su lente el trajín cotidiano de misiones educativas, científicas y culturales en todo el mundo. Tras pasearse por más de setenta y siete países, hoy a las 19 agregará un nuevo trazo a su biografía itinerante con la inauguración de la muestra Du concret à l’imaginaire en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), donde también recibirá el título de “Ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires”.
Roger llega a la charla con su sencillez y su reserva a cuestas, aunque se nota que no le pesan. Y efectivamente va “de lo concreto a lo imaginario”, ida y vuelta, hasta que un ámbito se funde con el otro. “A partir de una buena imagen usted puede conducir la mirada hacia detalles que por lo común pasan inadvertidos”, dice casi a modo de saludo. Para ella, la fotografía es capaz de darle una segunda chance a lo real. Nada menos.
–Después de tantos viajes con la cámara a cuestas, ¿sus recuerdos no terminaron por adquirir “forma de foto”?
–No, yo recuerdo las emociones que sentí al sacar las fotos, y no tanto lo que salió cuando las revelé.
A Roger le apasiona no sólo el resultado del click, sino el camino que la condujo a estar en ese lugar, en ese momento y frente a ese objeto o persona determinados. Participó en ciento treinta y cinco misiones de la Unesco, fue testigo de las más grandes campañas de alfabetización y registró innumerables monumentos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad. O sea que historias no le faltan. Su nomadismo, sin embargo, no se restringe a las distancias geográficas. Pasó de lo figurativo a lo abstracto, del blanco y negro al color y de la fotografía analógica a la digital. “En 1992 dejé Naciones Unidas, me jubilé y le di un giro a mi carrera. Me largué a hacer naturalezas muertas y campos, o directamente texturas. Lo que antes, por cuestiones de tiempo, no había podido hacer”, repasa.
Aquel golpe de timón se pareció a un mensaje de sabiduría, porque luego de las aventuras en tierras lejanas volvió la fascinación con lo simple, el primer encantamiento que conmueve a los humanos. Los trocitos de madera o los dobleces de una tela se trasladaron al centro de la composición, desplazando fuera de escena a hombres y mujeres. Claro que en esa etapa “minimalista” hubo principios que se mantuvieron. La entrevistada nunca utiliza –“ni voy a utilizar”– fotoshop o cualquier software similar. Tampoco usa marcos elaborados. Y en cuanto al color, tiene un criterio estricto. “El color es magnífico, pero las emociones resaltan en su desnudez con el blanco y negro”, sugiere.
–Siguiendo su razonamiento, ¿se podría pensar que hay una “ética” del color?
–Le voy a relatar una anécdota. Una vez me pidieron una película sobre la contaminación ambiental. Empezamos a rodarla en color y nos dimos cuenta de que lo que estábamos mostrando se veía hermoso. Los peces muertos en el mar, sacudidos por las olas, reflejaban una gama de tonalidades tan amplia que se generaba un efecto estético atractivo. Eso teñía de ambigüedad nuestro mensaje. Por lo tanto tuvimos que volver atrás y recomenzar en blanco y negro. Aprendimos lo importante que es estar atentos al uso del color. Si se lo aplica sin ton ni son, disfrutando de la mera función decorativa, puede distraer del eje fundamental.
–¿Y qué hay con aquello de que “con la tecnología digital se está degradando la foto”?
–No es así. Usando los antiguos rollos, una podía sacar treinta y seis imágenes de una misma situación. E igual que ahora, podía optar con quedarse solamente con la mejor.
Como guardiana de lo efímero, Roger se encargó de captar el espíritu de personalidades de primera línea, desde Julio Cortázar hasta Yuri Gagarin. “Nunca me tocó un retrato difícil –asegura–. Cada rostro tiene su porción de belleza. Por otro lado, siempre fui consciente de la impresión que yo causaba. Si iba a una escuela rural, sabía que iba a tener que quedarme hasta entrar en confianza. Mis fotos son el resultado de la relación que tuve que construir para que los demás se olvidaran de mí y volvieran a comportarse naturalmente.”
Du concret à l’imaginaire consiste en noventa piezas. Está dividida en una sección dedicada a Naciones Unidas, otra sobre los libros publicados por la autora y una tercera con medio centenar de fotos elegidas entre distintas producciones personales. La exhibición fue curada por Pelusa Borthwick y está patrocinada por el embajador argentino ante la Unesco, Miguel Angel Estrella. Para la cita de hoy se espera la presencia de Sandra Mihanovich, que interpretará algunas canciones en honor a la flamante ciudadana ilustre.
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