FOTOGRAFIA › DANIEL MORDZINSKI, PREMIO OCIB A LA COOPERACIóN IBEROAMERICANA
El fotógrafo argentino fue distinguido por su extenso trabajo con escritores de todas las latitudes, una obra que define como “la mejor manera que encontré de contribuir a ese milagro maravilloso que es la literatura”. Ahora prepara un libro.
› Por Silvina Friera
¡Clic! El mago pronuncia la onomatopeya de la felicidad como quien arroja una botella al mar de las imágenes para desacralizar la literatura. Daniel Mordzinski, “el fotógrafo de los escritores”, enciende las palabras con su canto iconográfico. Como un rompecabezas para armar, Salman Rusdhie está metido en una bañera, a punto de comerse unas uvas. Gabriel García Márquez, sentado en la cama de su dormitorio de Cartagena de Indias, mira hacia la luz que entra por la ventana como si intentara colgarse del brazo del sol. Enrique Vila-Matas juega el juego que más le gusta: difuminar las fronteras entre realidad y ficción, exhibiendo sus fotos y libros. La comisión organizadora del Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb) ha concedido el V Premio OCIb a la Cooperación Iberoamericana al fotógrafo argentino por su contribución al estrechamiento de las relaciones entre los ciudadanos y países de la comunidad Iberoamericana.
“Cada vez que fotografío a un escritor me siento premiado por la vida, porque siento que la vida me ha dado la oportunidad de dedicarme a lo que de verdad me gusta. Y ahora, con este premio, recibo además las felicitaciones de tantos amigos queridos, viejos compañeros de escuela, colegas a los que no veo desde hace una eternidad. Y me doy cuenta de que las cosas cobran un sentido y que, como en los libros, desear algo es la mejor manera de conseguirlo”, dice Mordzinski a Página/12. “Ser premiado en Huelva significa también el reconocimiento de los autores que me permiten fotografiarlos; me doy cuenta de la suerte que tengo haciendo un trabajo que nace en la lectura, que se inspira en las lecturas y cuya ‘lectura’ –la de los retratos que hago– puedo compartir con lectores y amigos de todo el mundo.”
¿Cómo surgió el “atlas humano” de la literatura iberoamericana que está haciendo Mordzinski con sus retratos fotográficos? “Creo que todo empezó en los primeros años del Nacional 17 –la escuela secundaria–, gracias a una profesora: Nilda C. de Pfister, que me transmitió la pasión por la lectura y por la imagen”, recuerda el fotógrafo. “Ella coordinaba un grupo de cine, hacíamos cortos en súper 8 con guión, actores, iluminación, montaje, sonido. Cine en mayúsculas. Los sábados presentábamos nuestros cortos en Uncipar, un cine club maravilloso. En esos años soñaba con una sucesión de imágenes que eran fotos, libros y películas. Pero estudiar todo eso a la vez era imposible y en una Argentina en plena dictadura, mucho más difícil, claro. De modo que empecé a trabajar como segundo asistente de dirección junto a Ricardo Wulicher en Borges para millones y un buen día, en un conventillo de San Telmo, un ¡clic! me hizo sentir que tal vez mi contribución a la causa de las letras y las imágenes podía continuar así: fotografiando escritores... Y treinta y ocho años después sigo haciendo clic como el primer día.”
Muchos se preguntan si las fotografías de Mordzinski (Buenos Aires, 1960) son un modo de contar historias. ¿Fotografiar es su manera de escribir? “Yo soy fotógrafo pero no concibo la vida sin literatura, sin ficciones, sin libros. Y si pienso que llevo casi cuatro décadas retratando a los autores que nos hacen tan felices leyendo, ahí es cuando siento que recibo un premio. Para mí las letras y las imágenes son el aire y el sol y el aliento de la vida. En la adolescencia dudé si dedicarme a la literatura, al cine o a la fotografía. Hoy finalmente entendí que son las tres caras de mi trabajo. Fotografiar escritores es la mejor manera que encontré de contribuir a ese milagro maravilloso que es la literatura”, afirma el fotógrafo argentino. “Varias editoriales me propusieron escribir un libro sobre mi trabajo. Me lo pensé varios años y finalmente acepté. Será un libro que contenga lo que nunca enseñé por pudor, por miedo, por inseguridad, un libro en que, si alguien un día lo decide, pueda encontrar mis pequeños secretos, digamos mi poética. Algo que explique por qué he preferido buscar en los rostros y entre las líneas de los libros y de los escritores y no de los deportistas o estrellas musicales.”
Imposible olvidar el 29 de enero de 2010. “Ese día participaba en el Hay Festival de Cartagena de Indias; para mí es un gran honor ser el fotógrafo del mejor festival del mundo”, subraya Mordzinski. “Eran las ocho de la mañana, bajé a desayunar y me encontré con Mario Vargas Llosa, que de inmediato me invitó a compartir su mesa. Se me ocurrió decirle que a pesar de haberlo fotografiado tantas veces nunca le había hecho una ‘fotinski’. ‘¿Qué es eso?’, preguntó. ‘Vos sabés Mario, son esas fotos traviesas que me gusta hacer.’ ‘Hagamos una fotinski’, dijo y agregó: ‘Te espero a las 13 en el Teatro Heredia’. Subí a mi cuarto a buscar mis cámaras y escuché que sonaba el teléfono; era Mercedes Barcha (la esposa de Gabo) invitándome a su casa: ‘Gabo te espera a las 13’, me dijo, y yo pensé que en Colombia todo era posible... Le respondí en forma de broma que necesitaba charlar con mi psicoanalista antes. ‘Preferís otro día’, respondió. ‘Nooooo, sólo te pido que en lugar de a la una lo hagamos a las dos’... Cómo le iba a decir que no podía porque tenía otra cita con Mario Vargas Llosa... Qué casualidad y qué maravilla que en un mismo día haya tenido la oportunidad de retratar a dos titanes de la literatura.”
¿Cómo es la experiencia de fotografiar escritores? “Los autores son muy respetuosos con mi trabajo”, revela Mordzinski. “En estos años he encontrado grandes amigos y poquísimas malas sorpresas que por elegancia prefiero no mencionar. He aprendido que una cosa es el escritor y otra lo que él escribe, y también que no hay ninguna relación entre la calidad literaria y la fluidez en el retrato. Y además hay días buenos y días malos, para los escritores y para mí. No hay normas. Lo grande es que el balance es muy bueno y creo que voy consiguiendo algo que a la gente le interesa y en ocasiones ayuda a acercar al universo de las letras o a conocer mejor a un escritor. No tengo recetas ni fórmulas mágicas; a veces sale mal, otras bien. Si tengo un mérito es el de no invadir los territorios vedados, lo cual no me impide retratar zonas oscuras que a veces ellos mismos desconocen. Pero lo que nunca haría es traicionarlos y publicar una foto hecha con mala intención o agresiva hacia su dignidad.”
Después de 36 años de vida en París “regresó” a su primera lengua. “Estoy viviendo en Madrid, y es mi primera vez en España. Debo confesar que no me esperaba un recibimiento tan bueno”, cuenta Mordzinski. “Yo no era consciente de que mis fotografías eran tan importantes para tanta gente. La hospitalidad y generosidad española son increíbles. No pasa un día que en una librería, un recital de poesía o desde las instancias culturales no me hagan un mimo y me digan cosas lindas.”
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