Mar 12.05.2015
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FERIA DEL LIBRO › HOMENAJE A LA COLECCIóN CUENTOS DE POLIDORO

Historia de una edición agradecida

› Por Karina Micheletto

Hubo en la Argentina una colección de cuentos infantiles que convocó a los mejores escritores e ilustradores, que marcó toda una línea plástica y literaria de avanzada para la época, que se vendió en los kioscos al precio de una revista, y que para muchos lectores quedó guardada como quedan esos olores que evocan algo de lo que cada uno fue, pero también de lo que cada uno es hoy. Esa colección se llamó Cuentos de Polidoro, y fue posible porque existió un proyecto como el del Centro Editor de América Latina, un editor como Boris Spivacow, una directora de colección como Beatriz Ferro, escritores como Cristina Gudiño Kieffer y Horacio Clemente, artistas plásticos como Hermengildo Sábat, Napoleón, Ayax Barnes y Oscar Grillo, a cargo de las ilustraciones. Casi cuarenta años después de su primera aparición, el Ministerio de Educación de la Nación le rinde homenaje a aquella colección y a su principal impulsor, Spivacow, en una edición especial de cinco tomos que recopilan aquellos cuentos, para que vuelvan a llegar a los estudiantes, docentes y futuros docentes de todo el país. Serán 350 mil ejemplares los que se distribuirán en forma gratuita en los jardines de infantes, escuelas primarias e institutos de formación docente de la Argentina. Además de lo que implica esta política pública de distribución de libros, se destaca el cuidado trabajo de edición, que permite advertir, así reunidos, la potencia inalterable de aquellos cuentos.

La colección fue presentada ayer en la última jornada de la Feria del Libro, en una sala colmada por un público que no ocultó su emoción por el acontecimiento. El ministro de Educación de la Nación, Eduardo Sileoni, el secretario de Educación, Jaime Perczyk, el subsecretario de Equidad y Calidad Educativa, Gabriel Brener, la ilustradora y escritora Isol –una de las impulsoras de la iniciativa, que siempre menciona la influencia que estos cuentos tuvieron en su formación–, la periodista especializada Judith Gociol, Irene y Miguel Spivacow, hijos del editor, y Adriana Redondo, titular del Plan Nacional de Lectura, a cargo de la edición, formaron parte de la mesa de presentación. “Esta Edición Homenaje Cuentos de Polidoro, elaborada por el Plan Nacional de Lectura es parte de la política del Ministerio de Educación de la Nación de acercar las mejores lecturas a los alumnos y educadores de las escuelas estatales y privadas del país”, destacó esta última, en el inicio del acto.

Isol contó cómo esos cuentos llegaron a su casa, y lo que significaron y siguieron significando en su vida. “En realidad, la idea de la reedición surgió de no querer prestarles mis cuentos a mis sobrinos, y de preguntarme: ¿por qué los chicos de ahora no pueden tener estos libros?”, explicó. La definió como “una edición agradecida”, como también escribió en el prólogo: “A todos esos escritores y dibujantes les agradezco el hecho de no haber mezquinado la emoción y la búsqueda en el trabajo a realizar, sin prejuicios acerca de su público infantil, con respeto por el lector y por su propia creación, poniendo toda la carne al asador en lo que hacían. Contagian libertad. Y por suerte no me habían vacunado contra eso”. Otras bellas palabras acompañaron la presentación desde el recuerdo de escritores como Laura Devetach, María Teresa Andruetto, Angela Pradelli o Guillermo Martínez, cuyas frases se leían en una pantalla.

Las intervenciones de Gociol y de Miguel Spivacow delinearon la figura del editor, implícitamente homenajeado en estos cinco hermosos tomos –Aventuras de Don Quijote, Los clásicos, Historias de América, Mitos y cuentos tradicionales y Más y más cuentos–, al igual que un video homenaje en el que se escucharon, entre otras, las voces de Pablo Medina, el director de la biblioteca La Nube y empedernido investigador de la infancia, o de Mariana Díaz, hija del Negro Díaz, el diseñador que le dio entidad gráfica a este y tantos proyectos del Centro Editor. La clausura del depósito del CEAL, en 1978, y la quema de 24 toneladas de libros y fascículos en un descampado de Sarandí, en 1980 –“ordenada por un juez, lo cual nos recuerda que fue una dictadura cívico-militar”, advirtió el ministro– aparecieron también en el recuerdo de una empresa como la del CEAL (y también la de Eudeba, en la conducción de Spivacow), que proponía “libros al precio de un kilo de pan”.

“Libros para todos. Los mejores libros para todos: no los buenos para algunos, y otros más degradados para otros. Para todos, todo. También lo complejo del mundo, sin simplificarlo ni edulcorarlo. Ese era el objetivo de Boris, y es también el que se ha planteado este gobierno”, aseguró el ministro Sileoni, recordando los 90 millones de libros que en los últimos diez años se distribuyó su cartera en las escuelas todo el país. Sobre el final de la presentación, protagonistas y familiares de aquella gesta que fue la del Centro Editor pasaron a recibir la colección. La emoción era visible en rostros como el de Amanda Toubes, directora de colección del CEAL. Emoción que tenía que ver con el pasado, y también con el presente.

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