FERIA DEL LIBRO › LYDIA DAHER EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA EN LA FERIA DEL LIBRO
La poeta, cantautora y collagista alemana, invitada por el Instituto Goethe, se presenta hoy en la Feria. “Todos los poemas que me interpelan de algún modo tocan un tema triste”, dice, y se define como “una trabajadora autónoma de la cultura que trabaja con palabras”.
› Por Silvina Friera
El mundo es un lugar desolado y melancólico en los poemas de Lydia Daher. “Aquí,/ justo detrás de los monoblocks/ han puesto una gran flor artificial./ Como prueba de que/ también un Estado débil/ conoce los gestos/ que importan./ Todavía se podría/ decir más sobre eso:/ sobre el paso del tiempo/ cuando nadie progresa,/ sobre la ternura/ de un pomelo, por ejemplo/ Pero deberíamos dejarlo/ ahí: la flor/ reluce con colores de fetiche,/ el rojo del horizonte duele./ Y bolsas vacías,/ llevadas hacia la izquierda, flamean/ como banderas blancas/ en el viento ascendente”, se lee en “Monoblocks, somewhere”, incluido en El fin de la afirmación (27 pulqui, Ediciones Vox) antología de la novísima poesía alemana. “Esta tristeza se abastece en secreto/ de las grandes provisiones del mundo externo./ Mira las casas: casi todas tienen grietas”, dice una voz en “Lo que se fue de las manos” del libro Dentro de todo, este mundo. De madre alemana y padre libanés, la poeta, cantautora y collagista, invitada por el Instituto Goethe, se presenta hoy a las 20 en el XI Festival Internacional de Poesía en la Feria del Libro junto a su traductora, la poeta chilena Camila Fadda Gacitúa. “Todos los poemas que me interpelan de alguna manera tocan un tema triste”, dice Daher a Página/12.
Lydia no es un nombre frecuente en Alemania. La luz de la sonrisa de la poeta se refracta en la mesa cuando comenta que es “un nombre de tías viejas”. Nació en Berlín en 1980. Le tocó estar en el lado occidental de la ciudad, aunque unos abuelos vivieron en el Este hasta que huyeron. “Cuando cayó el Muro, mi familia estaba mirando la televisión. Me daba cuenta de que algo importante estaba pasando. Tengo en mi memoria la imagen de Erich Honecker, y con mis nueve años yo sabía que del otro lado había gente que no podía salir. Lo que significó la caída del Muro para la vida de las personas lo pude comprender mucho tiempo después. Fue un cambio absoluto de la mirada del mundo. Todavía estamos trabajando para la reunificación”, explica la autora del libro de poesía y collage Y frente a todo, ahora encima esto, un trabajo que combina imágenes de diarios y revistas alemanes con palabras sueltas de críticas literarias.
–¿De dónde viene la melancolía que se percibe en sus poemas?
–Cuando sos una persona reflexiva, inevitablemente te ponés melancólica. No sé exactamente de dónde viene la melancolía, pero desde muy chica fui consciente de la soledad. Si veía un pájaro cantando sobre la rama de un árbol no me alegraba, sino que pensaba en la soledad del pájaro. En el supermercado, cuando veía a personas que estaban haciendo las compras solas, las invitaba a mi casa a comer (risas). Cuando tenía 3 años, nacieron mis dos hermanos mellizos; entonces pensaba la familia de a pares: los mellizos eran un par, mis padres eran un par, mis abuelos eran un par, y yo estaba sola.
–Los procedimientos para escribir la letra de una canción y de un poema son distintos, ¿no?
–Sí. Desde el principio tengo muy en claro, cuando empiezo, si será un poema o el texto de una canción. La pregunta me interesa porque muchos creen que es lo mismo escribir una canción y un poema. No es así para mí. Si tomamos en cuenta aspectos como el ritmo y la sonoridad, un poema debe sostenerse por sí mismo sobre el papel. En cambio en el caso de las canciones, la música representa un elemento adicional, que además sostiene toda la canción y facilita la escritura. La canción empieza a partir de la necesidad de transmitir una idea. Yo canto y toco la guitarra, pero no me gusta decir que soy música porque entiendo la música como una plataforma para mis textos. Mi primer disco lo hice en 2006 completamente sola en mi habitación; toqué la guitarra, el bajo y hasta hice la percusión. Fue una experiencia de prueba y error. Después de eso lo publicó un sello discográfico, estuve un año de gira y me catalogaron como “la joven promesa del pop”. Lo que había empezado como un juego de repente se volvió algo serio y me hicieron una entrevista de una página en Der Spiegel. Siempre digo que soy como una especie de accidente porque a pesar de que ya voy por el tercer disco (Lydia Daher, Ciudadanos fugitivos y Algier) todavía me genera cargo de conciencia decir que soy música.
–Entonces mejor decir que es poeta...
–Me pasa algo parecido con la poesía. Tengo un problema con la idea del artista, con el aura del artista. Cuando la gente me pregunta qué hago, siempre digo que soy una trabajadora autónoma de la cultura que trabaja con palabras, en la frontera o intersección con las artes plásticas y con la música. Pero en el centro siempre está el trabajo con la palabra.
–En El fin de la afirmación hay un poema “Monoblocks, somewhere” en el que se puede ver esos monoblocks grises, la flor artificial, como si fuese la escena de una película. ¿Cómo surgió ese poema?
–Es muy lindo lo que decís, cuando la poesía logra sensaciones de ese tipo con un par de versos. Uno de mis objetivos en la poesía es tratar de crear un mundo. Quizá decir un mundo es mucho, podría decir que me interesa generar un microcosmo. Creo que vi una escultura enorme frente a unos edificios muy feos y fue una imagen que me quedó grabada y fue creciendo en mí. Y llega un punto en que después se pierde de vista cómo empezó el poema. Me gustan aquellos poemas en donde el texto esconde mucho más de lo que aparenta decir a simple vista, donde uno puede escarbar.
–Tiene preferencia por los paisajes un tanto desolados, ¿no?
–En el fondo, lo que me gustan son el sol y la vida, aunque no parezca (risas). Es un gran conflicto que tengo. Hay cierta contradicción permanente en mí: soy sociable, me gusta estar con personas, pero me apasiona escribir. Cuando estoy con personas y no tengo tiempo para escribir, me empiezo a angustiar. Cuando sólo escribo y no tengo tiempo para estar con personas, me angustio también. Creo ahora, hablando con vos, que empiezo a entenderme a mí misma (risas). Cuando escribo es como si hablara con alguien. Escribo para hablar con los demás.
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