Sáb 30.04.2016
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FERIA DEL LIBRO › EL ITALIANO PAOLO GIORDANO PRESENTA SU NOVELA COMO DE LA FAMILIA

La melancolía en su modo más explícito

El autor de La soledad de los números primos plantea en su nuevo libro la crisis de una pareja desde la mirada de un tercer personaje. “Tenemos siempre la necesidad de alguien que nos cuide”, dice.

› Por Silvina Friera

El fantasma de la imposibilidad de volver a escribir no se desintegró tan rápido como hubiera deseado. El peor enemigo de un escritor suele ser la estampida inesperada del éxito, una especie de tembladeral que resquebraja la tierra bajo sus pies. Un autor italiano –licenciado en Física Teórica– sale de la clandestinidad literaria a los 25 años con su primera novela: La soledad de los números primos. En poco tiempo vende más de 7 millones de ejemplares, se publica en 40 países y gana el Premio Strega 2008, el más importante de Italia. Luego de estar en la cresta de la ola, comenzaría el verdadero combate: cómo regresar al ring literario. Todo lo que intentaba narrar moría por abandono. De un viaje al desierto afgano en diciembre de 2010, en plan periodístico, asomó el embrión del El cuerpo humano (2012), una novela coral sobre las vivencias extremas de un grupo de militares emplazados en un lugar remoto. Paolo Giordano –que se presentará hoy a las 18 en la 42 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en la sala Leopoldo Lugones– está convencido de que las peores guerras, las más sigilosas y esquivas, estallan en el hogar. Lo refleja en su tercera novela, Como de la familia (Salamandra). El bisturí de su escritura explora cómo la enfermedad y muerte de la señora A., la mujer que cuida al hijo de una joven pareja, hunde a ese matrimonio en un deterioro casi irreversible.

“Hay que estar siempre atento cuando se escribe sobre personas reales porque se tocan sensibilidades”, advierte Giordano en una de las salas del Instituto Italiano de Cultura, institución que lo ha invitado a Buenos Aires. “Como de la familia es ficción, aunque la señora A. está inspirada en una mujer que conocí. La relación con la realidad es compleja porque mientras uno escribe sobre una persona real y cuenta cosas verdaderas se mantiene en una posición segura. Pero cuando eso empieza a mezclarse con tu imaginación y con otros elementos, aparece la reelaboración literaria. La señora A. trabajó en mi casa durante unos años cuando yo era grande; por lo tanto fue una experiencia que viví siendo adulto. En ese momento ya tenía mi propia familia y durante años había vivido sin ningún tipo de ayuda externa. Cuando encontramos a alguien que nos cuida, vivimos una regresión hacia la infancia. Tenemos siempre gran necesidad de alguien que nos cuide”. El escritor italiano cuenta que Nora, la mujer del narrador, tenía que ser “un personaje lleno de vida, exuberante y eléctrico”. En contraposición al derroche de vitalidad de Nora –nombre que remite a la protagonista de Casa de muñecas de Henrik Ibsen–, la voz del narrador es “más reflexiva y un poco más negra”. “Cuando escribo, llevo al extremo algunas partes de mí mismo. En esta novela sale de manera más explícita mi vena melancólica, que aparece siempre en lo que escribo”.

Il nero e’ l’argento (Lo negro y la plata), el título original de la novela publicada en Italia en 2014, fue cambiado radicalmente al ser traducido al inglés y al castellano. “Lo negro y la plata pone de relieve el contrapunto entre el narrador y su mujer. Como de la familia, en cambio, incluye a todos los personajes. Me gusta más el título en castellano –reconoce Giordano–. Las traducciones me han dado tiempo para pensar en esta cuestión y fue mi editora en Estados Unidos la que propuso ese título en inglés, Like Family. Desde ese momento lo sugerí para las ediciones extranjeras porque me parecía más adecuado. La idea de familia se puede ampliar todo lo que uno quiera, a las personas más cercanas, pero también a los escritores que no conocemos, pero que por algún motivo comporten una intimidad con nosotros sus lectores”.

–La señora A. se llama Anna recién al final de la novela. ¿Por qué decidió transitar de esta manera el tema del nombre del personaje?

–Primero sucedió y después entendí por qué. Tomé apuntes sobre esta historia durante un año entero. Sólo después empecé a escribirla. En esos apuntes, en vez del nombre, aparecía la señora A. Uno de los motivos era que no lograba encontrar un rol preciso para este personaje: no era una empleada doméstica, no era una niñera, no era una camarera. La señora A. era todas esas cosas y un poco más que eso. Pero al mismo tiempo sentía que no estaba bien utilizar su nombre porque el narrador y su mujer saben muy poco de ella, no tienen una confianza tal para poder llamarla de una manera afectiva. Lo que sucede durante la novela es que ellos lentamente van conociendo su pasado, sus miedos, sus deseos. Sólo al final pueden permitirse pronunciar su nombre como si fuera una persona más la familia.

–¿Qué desafíos implicó escribir sobre el resquebrajamiento de una pareja?

–Seguramente era algo que estaba atravesando en mi existencia, esa parte de la construcción de la pareja, de la familia y el verdadero comienzo de la vida de adulto. Hay mucho sobre lo cual reflexionar... (piensa). Me interesaba ver cómo una pareja contemporánea podía ser vista por alguien de una generación anterior, y sobre todo cómo ellos podían verse a través de los ojos de esta señora A., porque en pocos decenios ha cambiado muchísimo la manera en que se consideran las parejas. Quería analizar esta nostalgia de modelos más rígidos, que claramente es una nostalgia un poco culpable porque ninguno de nosotros querría volver a esos roles tan estructurados. Sin embargo, hay momentos en que todo esto nos parece tan trabajoso que quisiéramos casi un modelo simplificador. La novela está muy planteada sobre esta contradicción: tenemos una visión contemporánea de la pareja, del hombre y de la mujer, pero a veces nos sentimos tan cansados y tan asustados que casi tenemos nostalgia de algo más tradicional que tampoco soportaríamos. Uno tiene la necesidad de creer todavía en esa idea de eternidad y de absoluto porque si no, ¿de dónde saca la fuerza para construir proyectos más ambiciosos? Hay circunstancias en que uno necesita tener la ilusión de la incorruptibilidad del matrimonio.

–Aunque la idea de trascendencia en la literatura suela ser muy cuestionada, ¿busca algún tipo de trascendencia a través de la escritura?

–No, no diría que busco trascendencia. Lo que me interesa, que siempre aparece en mis libros, es la distancia que hay entre nuestros deseos secretos y la manera en que nos comportamos, lo que sabemos y lo que nos rodea. La escritura es una lucha que poco tiene que ver con el éxito o con los ejemplares vendidos. Cuando uno escribe, la verdadera lucha que se plantea es con todos los escritores muertos. Ellos ganarán siempre porque están muertos. Este es un enfrentamiento despiadado que se presenta cada vez que comienzas un nuevo libro. Hay que encontrar la confianza que te haga sentir autorizado a buscar tu lugar en esa tradición. Cada nuevo libro es un comenzar desde cero. Ahora estoy atravesando por esta situación con la novela que estoy escribiendo. No puedo ser un escritor que trabaja todos los días. Necesito largas pausas en las cuales pienso y acumulo material. Tiro también muchísimo de lo que escribo. Esa fase en la que se acumula el sentir de la historia es la más linda, pero también la más trabajosa porque no te permite vivir nada más que dentro de esa obsesión.

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