FERIA DEL LIBRO › MARTA DILLON REEDITó VIVIR CON VIRUS. RELATOS DE LA VIDA COTIDIANA
La periodista y escritora presentó la nueva edición del libro junto con María Moreno, quien definió estos textos como “una cita con la vida cada siete días”. Vivir con virus empezó a escribirse hace más de veinte años en las columnas del suplemento No de Página/12.
› Por Silvina Friera
Celebrar la vida y reeditar un libro de Marta Dillon –que empezó a escribirse hace más de veinte años en las columnas del suplemento No de Página/12 y fue publicado por primera vez en 2004– es “un acto de resistencia frente a las fuerzas horribles del olvido”, se advierte en la contratapa de Vivir con virus. Relatos de la vida cotidiana, editado por La Granada y Edulp (Editorial de la Universidad de La Plata), con una bellísima foto de tapa de Adriana Lestido; reedición dedicada por su autora a su hija Naná y a su hijo Furio y “a la amorosa memoria” de Lohana Berkins. “Una enorme ternura me envuelve frente a la nueva puesta en papel de esta red de palabras que una vez me salvaron la vida. Ternura por esa que fui, por la ingenuidad que sobrevive entre líneas, por las comas y los puntos que sobran por todos lados, por esa heterosexualidad convencida de la que me fugué con tanto placer”, plantea Dillon en el prólogo a esta edición que se presentó el sábado a la noche en la Feria del Libro, en el stand 1506 del pabellón amarillo –espacio que reúne a las editoriales universitarias de todo el país–, junto con María Moreno.
Moreno comentó que carece de azar que las columnas salieran por primera vez en el suplemento No de Página/12. “Allí Dillon le dice no a muchas cosas, empezando por el cinturón de castidad y siguiendo por la aceptación de los amores de bajo presupuesto; no a la mayoría moral y a las metáforas bélicas del VIH, a la negación por pánico, a las noticias de curas milagrosas como Papás Noeles exculpadores de las responsabilidades del Estado.” La escritora definió los textos de Dillon como “una cita con la vida cada siete días” y agregó que no es casual que Pablo Pérez en Un año sin amor haya elegido el género diario, que apuesta a la regulación periódica como la columna. “Contra el destino: el plan. Dillon continúa con su prosa insurrecta que va inscribiendo un nosotros hecho de cuidados de sí, desobediencias indulgentes, a modo de impasses soberanos para salirse de la trama médica, hasta poder escribir ‘ya no siento los días contados. Los días vienen de a uno y me regalan la promesa del mañana’.”
La autora de El affair Skeffington estuvo brillante durante la lectura del trabajo que escribió especialmente para acompañar la nueva edición de un libro al que definió como “el registro de la reinvención para sí de una sujeta dispuesta a no ceder al totalitarismo del acontecimiento signado por el diagnóstico”. Vivir con virus no tiene nada que ver con “el tono apocalíptico y al mismo tiempo romantizador de un Hervé Guibert en El amigo que no me salvó la vida, ni con la intención de decirlo todo de la enfermedad, homologándose a la enfermedad misma de un Mark Leslie en Morir de sida, vivir con sida, donde la estética aparece sólo al servicio del activismo”, aclaró Moreno y precisó que en las columnas de Dillon, en cambio, emergen las metáforas de la luz, la del sol, la del fuego, la de la fiesta. “La reedición de Vivir con virus ha omitido las fechas de aquellas columnas, es decir ha transformado los días contados en un fluir de escritura que libera al texto de su puntualidad para la cita y lo dona a un futuro sin límite, como toda la literatura –explicó Moreno–. Así como la potencia narrativa de Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla y de Operación masacre de Rodolfo Walsh hacía que temiéramos por la suerte de sus narradores-autores, aún sabiendo que estaban vivos puesto que habían escrito sus obras, efecto literario que en el caso de Walsh no desapareció con su posterior secuestro y desaparición, pasa lo mismo con la reedición de Vivir con virus, aunque Marta Dillon haya cumplido con su voto de “ser abuela y ver pasar los atardeceres sin urgencia.”
Si Susan Sontag criticó las metáforas bélicas y xenófobas de toda enfermedad, Moreno cuestiona que el VIH se convierta “en metáfora para la paranoia informática sobre síntomas de memoria dañada”, como sucedió en 1987 cuando se bautizó como “sida de PC” a un virus que destruyó una cantidad considerable de datos en el centro de cálculo estudiantil de Lehigh University de Bethlehem. “Dillon, madre y abuela, blasones alcanzados por el paso del tiempo, sin deponer nunca su política jacobina de la alegría –jacobina por ser una exhortación de Roberto Jacoby– ha alcanzado la conciencia de una muerte ni apresurada ni proscripta, sino la común. Mientras tanto, escribe, escribe, escribe...”
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