Mar 15.04.2014
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SERIES › LOS CASOS DE JULIA LOUIS-DREYFUS Y JULIANNA MARGULIES

Las señoras superpoderosas

Veep y The Good Wife, dos series en apariencia opuestas, muestran lo que el poder puede, quiere o le deja al sexo femenino. Las ex estrellas de Seinfeld y E.R. Emergencias son fundamentales en programas concebidos para su lucimiento.

› Por Federico Lisica

Lo que separa a Veep y The Good Wife en género y formato aproxima a estas series en algo que pasa de soslayo entre la comedia y el drama político y legal. Las mujeres deben seguir luchando para que bajo los spots del poder se vea más que su sombra. O algo incluso más infame: las necesitan en el estrado cuando el mundo masculino se desbarranca. Más de lo primero pasa en Veep, protagonizada por Julia Louis-Dreyfus y cuya tercera temporada se estrenó la última semana por HBO (va los lunes a las 22). Y un tanto más de lo otro en la hiperpremiada serie, cuya cuarta temporada está emitiendo en maratón Studio Universal, los domingos a las 16 (la quinta comienza el domingo 18 de mayo a las 21).

En el inicio de The Good Wife, el idílico hogar de Alicia Florrick (la ex E.R. Emergencias Julianna Margulies) explotaba y era ella quien debía arreglarlo desde los cimientos. Su esposo, el procurador general Peter Florrick (Chris Noth), era acusado de corrupción y estaba implicado en un escándalo sexual. De hecho, el drama tomaba como modelo a políticos obligados a renunciar por casos de esa índole y que siempre juegan la última ficha de mostrarse íntegros frente a la prensa con toda la familia. Con el hombre encarcelado, Alicia debía reinsertarse en el mundo laboral y pasaba a trabajar en un prestigioso bufete de Chicago. La ficción mediaba entre el submundo de los abogados y el desastre familiar que la obligaba a reinventarse. En la nueva temporada hubo una suerte de reinicio. Al marido lo encontraron inocente y se relanzó a la arena política, presentándose como candidato a gobernador. “Hasta ahora, ella corría con todas las de perder, ahora tiene las herramientas para ganar. Va a ponerse intenso”, prometió Margulies, cuya solvencia le aporta a la trama un verismo que la aleja del melodrama corriente.

Julia Louis-Dreyfus no habrá obtenido el premio por su performance en Veep en los últimos Golden Globe, pero fue señalada como una de las grandes ganadoras de la velada. ¿La razón? Hizo reír. La cámara la captó (no muy) espontáneamente comiendo un pancho y, en otro momento, fumando un cigarrillo cual diva de Hollywood con anteojos negros. La comediante viene de un gran año: además de la instalación definitiva de la producción de HBO, actuó en Una segunda oportunidad, film de Nicole Holofcener que fue elogiado de forma unánime por la crítica y llamativamente olvidado en los Oscar.

Con Veep, por otra parte, parece haberse sacado el lastre que la acompañaba por su inolvidable Elaine Benes en Seinfeld. Proyectos como Watching Ellie y The New Adventures of Old Christine no contaron con buena estrella; mejor dicho, con los ratings necesarios para capitalizar su especificidad. Tal vez lo que se necesitaba era correrla un poco del formato que renovaron Jerry Seinfeld & Larry David. Y eso es lo que sucede en esta sátira política. Aunque sus episodios duren media hora, no hacen falta decorados estrictos y se emplea una narrativa diferente a la de aquella serie sobre “la nada”. Aquí, Louis-Dreyfus interpreta a Selina Meyer, la vicepresidenta del hombre fuerte del Salón Oval. El jefe de la Casa Blanca sólo es mencionado y no aparece. Casi nadie, y principalmente el presidente, le otorga demasiada importancia al puesto que ocupa esta mujer divorciada. Y por ahí va su personaje, una política de raza que iba en ascenso hasta que se le ocurrió subirse al proyecto de otro, siempre acompañada por sus asistentes, incómoda, insegura, a la que incluso su hija no tiene tiempo para visitarla. Lo mejor sucede cuando dentro de ese estricto tailleur de frases hechas, ese corset simbólico de lo políticamente correcto, lanza sus verdades. Como cuando, tras decir una y otra vez eso de que la política “es para la gente”, en confianza dice que “conozco muchísima gente y la mayoría es idiota”.

Según Armando Iannucci, la cabeza detrás del proyecto, si hasta ahora Veep había sido sobre la distancia entre el presidente y su vice, la nueva temporada es sobre Meyer con su propio sello. Cuando “el líder del mundo libre” decide no participar en las elecciones, ella se encuentra con la oportunidad de su vida de competir en elecciones y ocupar el puesto número uno. En el transcurso de los diez episodios, Selina y su equipo comienzan con los preparativos de campaña, montados a esa gran montaña (¿o ruleta?) rusa que parece ser el mundo de la política. Más que adentrarse de forma graciosa en las agendas políticas (de hecho, no se sabe a qué partido pertenece Selina), lo que su creador presenta es un gran escenario del equívoco, de las hipocresías, de lo oculto y las escaladas a la Cleto Cobos por el poder. Más cerca de la malicia de Colores primarios que del sincericidio de Mentiras que matan, pero con gags y diálogos pulidos al máximo, Veep es el trampolín desde el cual Louis-Dreyfus se lanza con los ojos cerrados.

Por el éxito de la serie, el propio vicepresidente de los Estados Unidos se sacó en su oficina una foto con Louis-Dreyfus y se llegó a especular con un cameo de Joe Biden. Su creador (que ya había incursionado en el género del humor político con el programa The Thick of It y el film In the Loop) lo desestimó de plano: “Sería la anticomedia. Lo último que quiero es que se use mi serie como un instrumento partisano o como un método para sermonear”, subrayó.

“Mostrar a la mujer detrás de una máscara política fue lo que me sedujo del personaje. Sentí que era una mina de oro para la comedia... ¡porque es un campo minado! Están todas esas equivocaciones que se dan a cada momento. Me encanta la idea de interpretar a alguien que parece estar en una posición de poder, pero que a su vez le falta el poder”, dijo Louis-Dreyfus quien, por estos días, apareció desnuda en la última portada de la Rolling Stone estadounidense y con la Constitución del país del norte tatuada en la espalda. Gajes del poder y del oficio.

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