Lun 23.06.2014
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SERIES › TRUE BLOOD Y PENNY DREADFUL, DOS PROPUESTAS DE HBO

El infierno está encantador

Dos recientes estrenos incursionan en los laberintos del miedo y el sexo. Con Anna Paquin y Eva Green en los protagónicos, ya sea en un pueblo ficcional de Louisiana o en la Inglaterra victoriana, ambas series proponen un baño de pop, sangre y libido.

› Por Federico Lisica

Una femme fatale con dotes de médium rodeada de vampiros que se va y otra con las mismas características que aparece. Así surgen los estrenos de HBO por la última temporada de True Blood (domingos a las 22) y de la primera de Penny Dreadful (viernes a las 22). Las dos protagonistas, Anna Paquin y Eva Green, se pasan la antorcha de fuego en entregas de terror embadurnadas con el componente del pastiche pop y la libido desatada. Ambas tiras, por otra parte, tienen su origen en libros. True Blood está basada en la moderna saga The Southern Vampire Mysteries, de Charlaine Harris, mientras que Penny Dreadful le debe su título a las historias terroríficas del tipo folletín que se vendían en la Inglaterra decimonónica.

¿Una serie más sobre vampiros?, se habrá preguntado más de uno al acercarse a True Blood (ayer se emitió en simultáneo con Estados Unidos el primer capítulo de su séptima temporada). “Son sexies, peligrosos y siempre estuvieron calientes. Han estado entre nosotros por tanto tiempo que probablemente ya saben lo que hacen”, así describió Anna Paquin el furor por las criaturas de la noche sobreexplotado en la última década. Esta serie se encolumnó en la movida adosándole, además de la infaltable cuota de sangre (y casi como respuesta a la castidad de Crepúsculo) mucha carne cruda. Ahí está la tapa de la Rolling Stone con los protagonistas desnudos, enchastrados de hemoglobina y en trencito. No es una historia más de amor entre vampiro y un mortal. Primero porque es un trío entre Sookie Stackhouse con los vampiros Bill Compton (Stephen Moyer) y Eric Northman (Alexander Skarsgård). Y True Blood le sumó la mitología sureña (todo sucede en Bon Temps, un pueblo ficticio de Louisiana) encarnada en el autodescubrimiento de una mesera singular. Su telepatía y fotoquinesis devenían del gen de las hadas que lleva en la sangre. Así vampiros bígamos, humanos calentones, hadas ídem, todos se mandaban sus revolcones y afilaban sus colmillos. Los últimos diez episodios tienen como eje la disputa entre el bando de vampiros infectados con el virus de la hepatitis V y los bebedores de sangre de Bon Temps. Para promocionar la serie, Anna Paquin y Stephen Moyer –su pareja en la vida real– aparecieron en la portada de la última Entertainment Weekly con variantes de la tapa ya mencionada: él vestido, ella desnuda. Los dos dentro de un ataúd.

Penny Dreadful, por su parte, se embarca en otro fecundo terreno para el género de terror: la era victoriana. Aquí Eva Green interpreta a Vanessa Ives, una mujer con visiones a la que recurre Sir Malcolm Murray (Timothy Dalton) para salvar a su hija secuestrada por vampiros. Igualmente, ambos tienen otros asuntos de ultratumba por resolver. Y al igual que en el comic –y flojísimo film– La liga de extraordinarios caballeros aparecen personajes de otras historias, como el Dr. Frankenstein y Dorian Grey. Algo que también sucedía en la última versión de Drácula para tevé (con Jonathan Rhys Meyers en el protagónico) en la que se utilizaba la mitología de “Jack, el destripador”. El asesino de White Chappel también dice presente en Penny Dreadful, todas estas referencias copulan en medio de sesiones de espiritismo, chorros de sangre y la eterna lucha de la razón contra el más allá. Puede que algunas líneas argumentales estén zurcidas con un hilo muy grueso (como ese que se ve en la cabeza de una espeluznante criatura de la serie), aunque es justamente ese sin sentido y la estética gótica los que resaltan. Pero el cenit es Green. Desde Los Soñadores (Bernardo Bertolucci) en adelante esta mujer encarna como ninguna la lascivia y la oscuridad. Aquí un poco menos Elvira que en Sombras tenebrosas (Tim Burton); basta que abra su corset, ponga los ojos en blanco y sonría de costado, para creer en eso de que el infierno está encantador.

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