Lun 27.10.2014
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SERIES › MAñANA A LAS 21 SE ESTRENA HALT AND CATCH FIRE

El pasado está cargado de futuro

El primer gran lanzamiento en la Argentina de AMC aborda el mundo de la computación a comienzos de los ’80. Creada por Chris Cantwell y Chris Rogers, y producida por parte del equipo de Breaking Bad, tres de sus episodios fueron dirigidos por Juan José Campanella.

› Por Federico Lisica

Hay algo muy darwiniano en Halt and Catch Fire, cuyo estreno será mañana a las 21 por AMC. No sólo por el tópico del negocio informático hace tres décadas, cuando un gigante imponía sus reglas y otros buscaban su lugar. Lo mismo puede aplicarse a la señal a través de la cual podrá verse el envío (ver nota aparte). Todo se resume en los primeros segundos del piloto, cuando un tatú carreta es atropellado por un Porsche negro. El culpable es Joe McMillan (Lee Pace), ex empleado de IBM que se quiere llevar puestos a sus anteriores jefes, y en algún momento resumirá el mantra de la ficción: “Las computadoras no son la cosa, son la cosa que nos llevará a la cosa”. ¿Y qué cosas se pueden decir de la serie? Mucho. En principio, que fue concebida por Chris Cantwell y Chris Rogers, y producida por parte del equipo de Breaking Bad.

El plan del protagonista es alterar el diseño de una PC con licencia por aquel gigante del mercado desde una pequeña compañía, la texana Cardiff Electric. Nadie sabe bien lo que se trae entre manos este yuppie singular (algo así como el mejor personaje de Bret Easton Ellis nunca escrito por el autor de Menos que cero y Psicópata americano). Hábil vendedor modelo 1983, carismático, soberbio, de belleza gélida, difícilmente querible, que necesita conformar un equipo idóneo. Lo secundan Gordon Clark (Scott McNairy), un ingeniero en sistemas que es la contracara emocional de McMillan, y Cameron Howe (Mackenzie Davies), la experta en códigos –¿demasiado?– bonita y con una lengua tan viperina como la de quien comanda al trío. ¿De dónde proviene el nombre de la tira? HCF, nos explica una pantalla de tipografía computarizada vintage, era uno de los comandos que forzaba a todas las instrucciones a competir por su superioridad e implicaba perder el control del ordenador.

Con cierta lógica, la serie fue definida como “la Mad Men de los ’80” y su protagonista, catalogado como un “Don Draper de las computadoras”. Son varios los puntos que lo conectan con aquel genio creativo de la publicidad. Donde en Mad Men había charlas corporativas, frases con gancho y buenos trajes, aquí hay exactamente lo mismo (aunque la moda en los ’80, es cierto, pueda parecer un poco más dramática y trash). Lo que transpira Mad Men, y por ende HCF, es una estricta puesta en escena de época como antesala de algo más oscuro. Un mundo a punto de cambiar. Una nueva fase de consumo que sólo unos vanguardistas pudieron ver. En ese sentido, esta producción es tanto sobre computadoras, como La Red Social (David Fincher, 2010) era sobre Facebook. De lo que se habla es de poder, de dólares, de la seducción de las ideas y de ego. Eso sí: la escena en la que McMillan y Clark desentrañan un hardware para clonar e invertir el sistema de funcionamiento de IBM, inquieta. Las imágenes respiran libertad, audacia y tornan el pasado en futurismo. Vale recordar que, en 1982, la revista Time le cedió a la computadora la portada en la que se elige lo más selecto del año. Fue la primera vez que una “no persona” ocupó ese lugar por la revolución que IBM, Texas Instruments y Apple iniciaban. El título de aquel artículo bien podría ser alguna de las frases que lanza McMillan: “Un nuevo mundo amanece”.

Las teclas de HCF, a veces, fallan cuando uno aprieta dos al mismo tiempo. Algunas cuestiones son pantanosas para el novato en cuestiones informáticas. La sagacidad de la fémina del trío junto a la mala onda campante de la esposa del genio informático rozan algunos clichés. Por otra parte, en los ’80, vale recordar, la cultura geek y nerd no eran lo que hoy en día, aunque HCF exponga lo contrario. La serie demuestra saber a qué público apunta con sus referencias a La guerra de las galaxias, los videojuegos y walkmans. La banda sonora de la serie es brillante (XTC, The Clash, Creedence) y por allí también se cuela la pátina visual de viejos programas de tevé (La Pandilla de la Computadora) o la película War Games (que justamente es de 1983).

El moño del paquete, para el público argentino, es la dirección de Juan José Campanella en tres episodios (el piloto y otros dos más). No hay aquí, obviamente, referencias a polvorones, ni bondad alguna en sus personajes, sino su labrada capacidad para ponerse al servicio de un producto televisivo (como ya lo había hecho en Law & Order y Dr. House, entre otros). El realizador señaló que lo seducía la idea de una ficción que no tuviera una sola historia y un rol central, hermanándola con Breaking Bad en el sentido de que los personajes irán transformándose hacia regiones inesperadas. Su mano de orfebre aparece en el tiempo de los diálogos. Y sobre todo al final, cuando Campanella convierte una oficina ochentosa en una escena del Viejo Oeste. De un lado del salón, los tres techies osados; y del otro, los ejecutivos de IBM, con todo su equipo de abogados listos para disparar.

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