Sáb 07.06.2008
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MUSICA › ARIEL MINIMAL, FLORENCIA RUIZ Y UN DISCO PRODUCIDO A DúO

“Fue como si nos juntáramos a jugar”

Así define el cantante a la unión profesional que dio como resultado el flamante disco Ese impulso superior. “Tiene algunas canciones con acústica y violines –agrega él–, pero es rock, por más que toque una zamba con guitarra criolla.”

› Por Cristian Vitale

“Cuando la vi tocar dije: ‘¡Parece Ronaldinho!’”. La casa de Ariel Minimal, esta tarde-noche, lleva un tempo calmo. Transcurren escenas familiares como en cualquier casa, habitualmente, a esta hora. Su nena circula por la casa con los pañales cargados e interviene lo que su año y pico le permite. Va del patio a la cocina, de la cocina al baño y del baño al living, balbuceando protopalabras, mirando, (re)descubriendo cada rincón. Por supuesto, es el centro. Mientras, Florencia, con ojos de agotada y cadencia zen, irrumpe en el clímax hogareño con un paquete de pepas, recién adquiridas en la panadería de enfrente, “una de las más ricas de Boedo”, dicen. “Me gustan, el dulce es fresco”, acota ella. Al líder de Pez se le ocurre acompañarlas con mate y pela una pava modernosa que logra, en fugaces 40 segundos, poner el agua a punto. Riquísimo todo, pero ¿cómo es eso de comparar a Florencia Ruiz ¡con Ronaldinho!? Ariel, el hombre-tattoo revela la secuencia: “Creo que fue en Plasma. Ella estaba tocando con Flopa y yo le dije al Gavilán (Martín Pérez): ‘Mirá cómo se divierte, parece Ronaldinho. Hace todo sin esfuerzo’”.

Fue la génesis de la fusión. El, un hincha de Huracán devenido guitarrista inquieto, que acompañó a Los Cadillacs época Calavera y fundó una de las agrupaciones más libres, creativas y subversivas de la contemporaneidad: Pez. Ella, una profesora de guitarra formada en el Conservatorio Alberto Ginastera de Morón con cuatro discos minimales en su haber (Centro, Cuerpo, Correr, Mayor), poblados de canciones climáticas, sutiles y, también, libertarias, dada la media del rock argentino. “A mí me encanta Pez y siempre lo voy a ver, pero jamás se me había ocurrido pedirle hacer algo en conjunto, no lo tenía en un lugar de par. No sé. Una vez lo llamé para pedirle consejos por una Yamaha SG, que habíamos comprado con mi guitarrista Nacho, una viola medio rara que la ves y te aleja, pero cuando la tocás pasa todo lo contrario”, rememora la niña, sobre las primeras chispas del encuentro. “Es la que usaba Santana en el ’74. Un guitarrón”, apunta él.

La historia –corta pero intensa– determinó el ensamble de sensibilidades y un disco a dúo que se desprende del planeta Pez, tanto como del de Florencia: Ese impulso superior, que presentarán todos los sábados de junio en El Nacional (Estados Unidos 308). Profundiza Minimal: “No es que nos conocimos y nos fuimos haciendo amigos de a poco”, el contacto inicial fue ‘me gusta lo que hacés, hagamos algo juntos’ y después, al cruzarnos seguido, comenzó la amistad. Lo inicial, para mí, fue puramente profesional. Es algo como envidioso de mi parte: cuando veo algo que me gusta mucho, quiero ser parte, fue lo que me pasó con ella y que, espero, me siga pasando. Se trata de una inquietud sana”.

El disco tiene 14 canciones, seis de él; seis de ella y un par de autoría compartida (“Por su propio peso” y “Casi”). No es fácil definirlo, porque no está sometido a reglas o parámetros de estilo. Puede haber una zamba, tanto como una canción etérea inundada de violines, o a guitarra pelada, o cuelgues etéreos imbricados sobre historias que cuentan de lo hermoso de la naturaleza; de pedazos de cielo, despertares o nostalgias. “Al grabarlo en TNT –donde Pez es local– se generó un tiempo parecido al de una casa. Muy relajado... no había presiones externas. Fue medio un rompecabezas. Fuimos armando las piezas y salió esto, supernatural. Yo, por ahí, soy más puntillosa. Más técnica. Por eso, me sirvió para trabajar en músicas en las que no hubiese trabajado nunca”, sostiene Florencia.

–¿Por ejemplo?

–La zamba “El Mirlo” (de Minimal). Es un género que yo súper escucho, pero que nunca imaginé que iba a cantar, yo doy clases, y muchas veces traje zambas para enseñarles a los chicos, pero nunca había grabado una.

–¿Les cuesta dar definiciones acerca de lo que hacen, no?

A. M.: –Para mí éste es un disco de rock, tiene algunas canciones con acústica y violines, pero lo que yo hago es rock, por más que toque una zamba con guitarra criolla. No estoy queriendo hacer folklore onda ‘ahora salgo en el canal de folklore con el chambergo y quiero tocar en Jesús María’. Lo que hago siempre es rock, porque hago lo que se me canta el ojete. Eso es rock, más que hacer wah-wah con la guitarra. Es lo que ve cada uno, por supuesto.

–¿Cómo fue el clima íntimo de la composición?

A. M.: –A priori éramos diferentes, y eso hacía más interesante el cruce. Pero al final, creo que no existen diferencias sobre el modo en que hacemos las cosas. El primer 70 por ciento del disco se hizo como si nos juntáramos a jugar, todos los martes a tal hora, pero el último tramo, tuvo más ritmo. Hacíamos mil cosas a la vez los dos y era muy difícil juntarse, hasta que alcanzamos un volumen de trabajo que nos embaló y le metimos. Nada fue hablado, no es que le mandé un representante con un contrato diciendo “vamos a hacer un disco juntos y va a tener el 33,33 de mis composiciones y el 33,33 tuya”. Estuvimos un año laburando.

F. R.: –Los músicos tenemos fama de vagos, pero nosotros trabajamos duro.

Está claro por la cantidad de discos que escupen, pero Minimal se incomoda cuando se le dice que es un autor prolífico. “Me suena a dentífrico –ironiza– no sé qué quiere decir eso. ¿Qué es lo normal? ¿Metallica, que saca un disco cada cinco años? Esos son los tiempos que te da el mercado, porque le tenés que vender ese disco durante cinco años hasta al último pibito que viva en el Tercer Mundo y después recién hacer otro. Pero nosotros, como estamos afuera de la industria, nos regimos por otro calendario que no es el empresarial. Sacamos todos los discos mal: en noviembre. Y entonces, no llegan a discos del año porque nadie los escuchó. Todo en lo que las compañías se refijan, a nosotros nos chupa un huevo.”

“Yo veo músicos que se aceleran mucho en terminar algo y te das cuenta de que no lo tienen resuelto íntimamente –sigue Florencia–. Salen discos y discos, pero no se notan los cambios. Este, el nuestro, lo que tiene es que fue contemporáneo a dos discos (Los Orfebres, de Pez y Mayor, de la cantautora) y entonces era mostrar otro costado. Tiene que ver con estar tratando de crecer siempre, no es que hicimos dos discos iguales: es otra faceta.”

–¿Cómo fue el proceso de simbiosis estética entre ambos?

A. M.: –Claramente, en las canciones están el espíritu de ella y el mío. Y de eso hacemos una cosa nueva, una tercera que emerge entre las dos. Salió el disco que salió y no hubo ningún tipo de plan. Cuando empezamos a hacerlo, pensé que iba a ser más tocado, más programado, digo. Las bandas van macerando todo en los ensayos, pero eso acá no existió. Fue inmediato: manos a la obra y ya. Salvo un tema que se regrabó, el resto es primera impresión de todo.

F. R.: –No hubo nada pensado. Yo soy un poco más cerebral, le indicaba a él los compases compuestos, pero hasta ahí.

A. M.: –Cuando llegamos a la mitad del disco, nos pusimos a leerlo onda balance y ella me decía cosas como “hay muchas cosas en tres” cuando yo jamás hubiera pensado en eso. Es súper equilibrado, igual, porque no hay un solo color, impulso o estado de ánimo: hay muchos. Con Pez tenemos eso, también: vamos un fin de semana a grabar y queda la postal del momento.

–¿Los siente como remansos sus trabajos extra Pez?

A. M.: –No. Es al revés. Pez es una bola que viene rodando y nadie puede frenar. Es algo que ocurre, superior a los cuatro músicos. Pez es lo que me pasa. Esto es más trabajo para mí, porque salgo de lo que hago normalmente.

F. R.: –Más en una banda como Pez, donde todos son súper sólidos: él es líder, pero los demás están.

–¿Ni siquiera podría leerse como una bajada de cambio en términos estéticos o espirituales?

A. M.: –Ahora por ahí sí, porque Pez hizo un disco crudísimo, pero en otro momento te hubiera dicho otra cosa. Directamente, yo no pienso las cosas. Si un día se me canta hacer un disco solista de hardcore, lo hago. Nada está preestablecido.

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