La Biblioteca Nacional, más allá de sus actividades tradicionales, se ha convertido, en parte por sus propios méritos y en parte gracias a los deméritos ajenos, en el principal centro cultural dedicado a la música actual. Entre las numerosas actividades coordinadas por Ezequiel Grimson, que incluyen la edición de libros sobre música y la friolera de 80 conciertos planificada para este año –entre los que se cuenta el excelente ciclo “Música en singular”, programado por Gerardo Gandini–, llama la atención Topofonías, que empieza hoy y se plantea ni más ni menos que tomar a la propia Biblioteca como material.

El compositor Miguel Galperín, creador de Topofonías, convocó a cuatro artistas para que tomaran el edificio diseñado por Clorindo Testa, su contenido, sus sonidos y sus espacios, como desafío. “La primera recorrida fue determinante”, cuenta Martín Liut, que será quien hoy a las 17 estrene el ciclo. “Caminamos por afuera y por adentro, y encontré un lugar que es lo más parecido posible a la sala de lectura. Está un piso más abajo y tiene la misma vista. Allí, además, por una cuestión de falta de aislamiento, el ruido de la calle se escucha muchísimo. Cuando se habla de paisajes sonoros, obviamente el sonido es aleatorio. Y me resultó fascinante que hubiera una audioteca y que no estuviera catalogada. Que allí estuvieran todos los sonidos posibles pero desordenados, y que se pudiera establecer un diálogo entre lo que está afuera y lo que está adentro.”

El autor de Adentro / Afuera. Voces encontradas y paisaje sonoro urbano ya había convertido el puente de la mujer, en Puerto Madero, en un arpa gigantesca, había hecho sonar las escaleras de la Universidad de Quilmes, donde dicta clases, y había creado una notable pieza acerca de la historia argentina donde los “sonidos de la plaza” armaban un relato que cercaba al público, reunido precisamente en la Plaza de Mayo. Con la asistencia de Juan Rodríguez Laxague y producción y edición de textos de Lorena Verzero, Liut elaboró una suerte de fresco en que la vista del atardecer se mezclará con los sonidos de adentro –entre ellos, las voces de Alicia Moreau de Justo y, por supuesto, la de Borges– y los de afuera. En la sala, las sillas apuntan al ventanal y están rodeadas por cuatro parlantes. “Todo lo que encontramos –cuenta Liut– es increíble, y lo más interesante es que todo puede volver a no ser encontrado jamás. Por otra parte, dejo que el sentido hable cuando hay cosas interesantes, como por ejemplo en una defensa hecha por el rector de la UBA, a fines de los ’50, del estudio de las carreras aparentemente inútiles, como Letras, Astrofísica y Música. Allí yo me retiro del montaje musical.” Galperín, por su parte, explica: “La coincidencia de una obra de Le Monte Young, en una capilla, con un terremoto, me convirtió en una especia de creyente en las obras para sitios específicos. Hay, en este caso, una idea del sentido llevada a un punto extremo. Y el lugar, tan claramente demasiado grande y con su profusión de detalles asombrosos, es privilegiado”.