Lun 28.07.2008
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MUSICA › MARíA JOSé MENTANA Y SU DISCO POR AMOR A BUENOS AIRES

De “Grandes Valores”... a Japón

La cantante, que supo brillar en el mejor momento del clásico programa televisivo, señala las contradicciones alrededor de un género que atrae multitudes turísticas, pero al que cree que no se le da el apoyo merecido.

› Por Cristian Vitale

“Muy buena recepción”, “gran aceptación”, “muy interesante”, “experiencia fantástica”, “teatro hermoso”, “me siento feliz”, “me parece fantástico”, “qué bárbaro”, “qué suerte”... María José Mentana canta muy bien pero hable de lo que hable, sea su último disco o la presentación (este miércoles en el C. C. Tasso, Defensa 1575), o la gira por Japón, se deshace en un ensamble de conceptos felices, encantadores, positivos, como durazno en almíbar. Probablemente sea el timing televisivo que la acompaña desde chica que obliga a dar una mirada así de las cosas. A los 13 años, para los memoriosos de la TV, ya cantaba en Grandes Valores del Tango, cuando el conductor aún no era Silvio Soldán, y allí permaneció –-casi como cantante de planta– unos 22 años. Más acá en el tiempo, estuvo otros diez conduciendo un programa para la TV venezolana (Desde tango y tango), cuyo contenido era entrevistar artistas de aquel país que tuvieran que ver con la historia del 2 x 4. “Había concursos de baile y los ganadores recibían como premio un viaje a Buenos Aires”, evoca ella, reinstalada en Argentina hace cinco años y a 23 de haber agregado su apellido paterno al María José “a secas”. “Una noche, en París, Horacio Ferrer me sacó el micrófono, se puso a cantar conmigo y me dijo ¿por qué no te agregás el apellido? Yo lo entré a contemplar, y lo tomé. Me pareció interesante... y ya llevo más años como Mentana que como María José. Es una manera de honrar a mi papá”, explica.

Descartado un preconcepto, entonces: la intérprete no modificó el nombre artístico por “pegado a”. Para ella, haber sido parte de Grandes Valores... fue un orgullo. “Alguien ayudó para que se lo desvalorizara, pero yo recuerdo que pasaron personalidades muy importantes por ahí... tenía un rating de 40 puntos y cualquier figura extranjera que venía, pasaba por él. Yo lo defiendo y lo quiero, aunque reconozco que después se fue deteriorando”, declara y sigue: “Pasaron muchos que fueron referencias para mí: el Polaco Goyeneche, Floreal Ruiz, el Sexteto Mayor, Amelita Baltar, Pugliese... Grandes Valores fue tan bueno como La Botica del Tango de Bergara Leuman.”

–¿La TV le da la espalda al tango, hoy?

–Tal cual. No entiendo por qué se deterioró tanto el tango en televisión... es una lástima que hoy no haya programas como aquéllos. ¿Por qué no tener un escenario con clase, con “charme”? ¿Por qué no hay nadie que crea en el tango, en nuestra cultura? Hay mucha gente talentosa que está desperdiciada en su casa. Un ejemplo: vas a pedir un sponsor para algo relacionado con el tango y te miran medio raro; ahora, los mismos productores reciben a empresarios extranjeros y los invitan a escuchar tango, porque es lo primero que quieren ver. Para mí es una contradicción total... el Café de los maestros, por ejemplo, tiene tanto éxito en el mundo como acá.

Entrelíneas, Mentana está reclamando espacios para que su reciente disco circule más allá de su círculo. Por amor a Buenos Aires –así se llama– abarca un recorrido por grandes compositores del género más un par de piezas “extra”: por caso, una bella versión de “Oración del remanso” (Jorge Fandermole) o “Corazón libre”, de Rafael Amor. Hay, además, una jugada a más: se llama “Lunes” y le pertenece. “La hicimos con Mireya, mi vieja profesora. Me está pesando el lunes, porque sábados y domingos la paso muy bien. Hace tiempo que le tengo bronca al lunes... qué sé yo, será porque me tengo que levantar”, se ríe. El resto es tango del bueno: el homónimo al disco, ejecutado junto a uno de sus compositores (Néstor Marconi); “Afiche”, con la presencia de uno de sus autores, Atilio Stampone; “Malena” o “Tango para dos manos”, una pieza inédita de Horacio Salgán, que grabó por pedido especial. “Hace dos años, el maestro me mostró dos temas suyos inéditos y me sentí muy honrada, de corazón. Es un grande en serio, un hombre generoso como pocas veces vi entre artistas”, dice.

–¿Pensó lo mismo cuando lo escuchó?

–Me llamó y sus palabras fueron un honor, porque esto es como todo... tenés roces, piedras, lágrimas, risas. De pronto, palabras suyas dichas así te ayudan a continuar. Fue tan emocionante como recrear “Afiche”, porque yo conozco bien la historia por la cual Homero la escribió. Además, los hermanos Expósito no podían faltar: aunque el tango te sea indiferente no podés ser indiferente a esa poesía.

–Una colega suya, Liliana Barrios, hizo un disco enteramente dedicado a ellos.

–Escuché una parte. Creo que nosotras tenemos la gran suerte de haber tenido compositores con tanta calidad, como Eladia Blázquez, que escribía una historia de tres minutos, pero con una llegada directa al corazón, imposible de no detectar. De ella grabé “Qué buena fe”.

La presentación debut del disco fue del otro lado del globo. En enero, Mentana recorrió 53 ciudades de Japón, país que visita cada dos años, y les tiró a los nipones las 13 canciones encima. “Ellos tienen la melancolía del Río de la Plata... no son sumamente expresivos, pero cuando les gusta algo te lo demuestran con hechos concretos. Yo hice un pequeño estudio y canto 20 temas en japonés, temas tradicionales que los paso a tiempo de tango. Ellos tomaron el tango de Francia, hasta que un japonés vino a Buenos Aires, compró partituras, las estudió y lo fue llevando. Hoy tienen peñas, museos, asociaciones. Vas a Sapporo, con la nieve hasta acá –se señala la frente– y sin embargo sorprenden las reacciones de ellos. Los admiro por la manera en que cuidan las cosas.”

–¿Cuánto pesan las barreras del idioma?

–Son muy estudiosos. Por lo general, se preocupan por saber qué estás diciendo; pero además, mientras estás cantando, detrás tuyo aparece la traducción. Ellos son muy tangueros. En mi primera experiencia allí, que fue hace como 18 o 20 años, me habían advertido que llevara solo una valija, porque iba a tener que comprar otra para cargar los regalos, y así fue. Me traían discos míos de cuando tenía 10 o 15 años ¡y había que firmarlos! Son cosas que te colman. Son respetuosos y agradecidos. A los japoneses todavía les importa el ser humano.

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