MUSICA › GERARDOPABLO Y LA TROVA CONTEMPORáNEA MEXICANA
Heredero del más influyente trovador mexicano de todos los tiempos, Guty Cárdenas, pero también de un abanico que va de Silvio Rodríguez a Serrat y León Gieco, Gerardopablo acaba de editar un disco en el que dialoga con la literatura de Eduardo Galeano.
› Por Cristian Vitale
Gerardopablo es un trovador mexicano. Vive en Tijuana y desde allí cruzó, caminando por las cuerdas de nylon de su guitarra, todas las fronteras (mal)habidas del continente, hasta llegar a Galeano. Grabó un disco basado en él –Los numerosos nadies– y quedó atrapado por el número 13. Tantas son las canciones del disco, como libros que leyó del escritor uruguayo –-todos los que se editaron en México– y los años que lleva trovando. “Parezco atrapado por ese número”, se ríe, reinstalado en Tijuana luego de una larga gira por América. “Tengo 13 años en el oficio y una particular fascinación por todo lo que desconozco”, sigue. Parte de ese paso, de lo desconocido al conocimiento, significa este disco en el que el hombre no copia, sino que contesta los decires del oriental. A la pregunta en off de Galeano que introduce a la obra (“¿Qué sentido tiene la aventura de la vida humana en este planeta? ¿Ser una caricatura del Norte? (...) que confunde la calidad de vida, con la cantidad de cosas”) él la relee en síntesis (“Qué tristes viven los esclavos del dinero”). Y así. “Tengo una pasión entrañable por compartir, que no es lo mismo que conquistar, a nuestra América latina donde la riqueza musical e intelectual me ilumina todos los días”, explica él y, en ese compartir, entonces, le fue Galeano.
“Me llegó a través de Las venas abiertas de América latina, cuando estaba en la universidad; después pasé por El libro de los abrazos y una de sus Ventanas la comencé a mencionar en medio del tema ‘Los grillos’, que para esos tiempos era la canción con que se me ubicaba en el panorama trovadoresco mexicano. Y hace cuatro años, componiendo los temas para este disco, había podido leer otros libros más, pero me encontré particularmente fascinado con la sencillez de Patas arriba... me atrapó el juego de palabras de Los numerosos nadies”, introduce, sobre la concepción de una obra rica en matices rítmicos, que esquiva la pureza de la trova en tanto canción despojada, e incorpora cumbias, rancheras, salsa y mucho son. “Trato de dejar de lado los colonialismos mentales y demás prejuicios que encapsulan a la trova en una voz y una guitarra. En México hay quien opina que la trova nació vieja, que por eso es de minorías. Yo digo que es natural y que los decadentes son aquellos trovadores que en la medida de sus fobias inconscientemente suman su canto a lo que sigue sonando a más de lo mismo”, justifica.
–¿Puede considerarse a la trova contemporánea mexicana como un movimiento?
–La trova, aquí, subsiste contra muchos intereses adversos al arte y la cultura responsable. Yo creo que nuestra trova, hoy, más que un movimiento es un reto. Y un reto bastante difícil, pues además de la ignorancia y la indiferencia, descubro que somos minoría los cantores que vivimos este compromiso con el ejercicio de comunicar la sensatez de una manera prudente y congruente.
–¿Prudente y congruente? ¿Por qué?
–Porque en México, el oficio del cantor con su guitarra y esa sonoridad, previamente influenciada por otras músicas en boga, continúa en muchos jóvenes talentosos. Pero es la ética que nos proponen, la que me hace reconocer que el suyo sí que es un movimiento instalado en peñas, bares y foros de trova, pero que no es propiamente trovadoresco: sus letras son baladas sentimentales enfocadas a arrancar suspiros del público femenino, están cada vez menos emparentados al lirismo y cada vez más peligrosamente camuflados y emparentados con Luis Miguel.
La paleta colorida que propone Gerardopablo debe su “ser así” –según él–- al más influyente trovador mexicano de todos los tiempos, Guty Cárdenas, pero también a la quintaesencia de la cubana (Silvio Rodríguez) y a una serie de nombres que va desde Serrat a León Gieco. “Escucho los discos de Gieco desde hace años y en los últimos descubro que ha hecho canciones tal y como yo las he venido intentando, y que me imaginaba que algún día podría llegar a hacer”, sostiene. Oriundo de Puebla, el trovador realiza la totalidad de su trabajo (grabación de discos, recitales, prensa) de manera independiente. Recorre teatros, peñas, foros culturales por fuera de los estándares de mercado. “Este disco me ayudó a reconocer la indiferente parsimonia de vivir siendo nadie, obviamente por no querer ningunear a los demás para ser alguien”, es el juego de palabras. Y otra vez a los nadies: “Como dice Galeano, los nadies son los sin voz, los sin ojos, los sin oídos, los sin corazón. Es decir, aquellos sentidos mutilados por el egoísmo y la terquedad. Los numerosos nadies lejos de ser una cifra, somos una oportunidad para cambiar a la voz de ‘ahora o nunca’, de una buena vez”.
–¿Por qué la decisión de inspirarse en Galeano?
–Porque es mi escritor de cabecera, porque el poder hacer un disco para un artista independiente significa años de mucho esfuerzo. Y así, hago justamente lo que me toca hacer: rendir desde este lado del mapa un homenaje a una voz ejemplar. Yo sabía que este trabajo tendría una gran influencia de Galeano y que tenía que manifestarla de modo diferente; o sea, del modo que a mí me parece el correcto. Que lejos de disfrazar o entrecortar a mi conveniencia su influencia, cabalmente lo que me correspondía era no jugar el juego del pozo sin fondo. Galeano, desde mi punto de vista, merece estar en todas las escuelas, casas, familias y conciencias latinoamericanas.
–Una de las temáticas que hilan su interés con el del escritor es la cuestión indígena. El tema “Lágrimas” profundiza de ella...
–Es que nací en Puebla, y conozco algunos pueblos fantasmas habitados por la tristeza, la pobreza y la nostalgia de los viejos, los niños y las mujeres. La mayoría de los hombres migrantes, a veces regresan para volverse a ir; y uno de los problemas en sus conductas sexuales es que a su vuelta dejan a sus mujeres portando VIH. Y ellas, solas, casi siempre rechazadas por sus familias, tienen que partir a las ciudades en busca de ayuda. Por eso escribí “Lágrimas”. Yo estimo que el problema indigenista actual pierde su romanticismo cuando al paso del tiempo y del hambre, los indios están cada vez más lejos de sus tradiciones, del colorido y la alegría de su raza, porque hoy les toca ser los más pobres y desprotegidos de las grandes ciudades, educados por la televisión, alimentados por la Coca-Cola, guiados y acorralados por caciques, políticos y sicarios del siglo XXI. Son la presa más fácil de la indiferencia y la ignorancia.
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