MUSICA › PEDRO AZNAR HABLA DE SU úLTIMO DISCO, QUEBRADO
Es su 17º álbum solista y esta vez viene por partida doble. Uno de estos discos está integrado por versiones de clásicos y no tan clásicos rockeros. Cada tema tiene su historia y aunque hizo “Angie”, de los Stones, se reconoce “un muchacho beatle de toda la vida”.
› Por Cristian Vitale
Pedro Aznar está de vuelta de una gripe. Estuvo llevando las canciones del flamante Quebrado por ciertas latitudes de Latinoamérica (Honduras, Costa Rica, Perú, mucho Chile) y, probablemente, el choque climático con Buenos Aires lo hizo rehén del pañuelo. Caída y recaída. “Si van a fumar, por favor en el balcón y con la puerta cerrada”, sugiere, con tono más bien secón. El ex bajista de Seru Giran, se intuye fácil, es correcto y un tanto neutro para el trato con un otro que no sea íntimo. Se cuida e impone cierta distancia. Un respeto que pretende recíproco. Una prolijidad. “Hacía dos años que venía pensando en el concepto del disco. Quería que tuviera esta doble mirada, desde la raíz mirando hacia delante”, dice, con la voz tomada, ya en plan de entrevistado. Quebrado es el álbum número 17 de un periplo solista que comenzó allá por 1982 con aquel álbum de diez canciones que llevaba su nombre. Es doble y resalta una particularidad entre tantas: la parte uno consta de canciones propias y la dos, de temas ajenos. “Estas canciones son como mi ADN musical. Recorren una buena parte de los autores por los cuales estoy marcado profundamente”, dice, sobre la parte que involucra, en doce visitas, a Sting, Spinetta, John Lennon (por dos), Nick Drake, George Harrison, Yupanqui, Sui Generis, Los Gatos, Cazuza, los Stones y Paul McCartney.
–Exceptuando “Los hermanos” de Atahualpa Yupanqui, el resto se engloba en lo que se denomina rock, en un sentido amplio. ¿Hay alguna causa en especial?
–Es que el rock es más mi impronta, es lo que más me determinó.
Así se piensa Aznar a los 49 años, luego de haber atravesado un sinfín de experiencias eclécticas: desde un temprano paso por Alas y Madre Atómica, a Seru Giran; de la experiencia jazzera en plena era pop con el Pat Metheny Group a música para películas (Hombre mirando al sudeste, El camino de los sueños, etc.); desde esa estupenda relectura sobre folklore que fue Parte de volar (2002) al pulso brasileño de Aznar Canta Brasil (2005). Un largo péndulo desde-hasta que, a la hora de seleccionar canciones preferidas, quedó –comprobado– entre paréntesis. Quebrado, cuya presentación oficial en Buenos Aires será el viernes 15 de agosto en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), fue grabado a fines del 2007 con el aporte estable de Andrés Beeuwsaert en teclados y voz, Facundo Guevara (percusión), Federico Dannermann (guitarra) y Juan Semprini (batería) más Andrés Vilanova, Pepi Taveira, Ramiro Gallo, Franco Luciani y Patricio Villarejo, como invitados. “El show es bien completo... dura casi tres horas y también tocamos clásicos”, adelanta.
–Al disco uno: ¿Por qué Quebrado?, ¿es sólo por lo que dice la primera canción?
–Sí, porque se hace preguntas que de alguna manera están presentes en todo el disco, aunque desde distintos ángulos.
–“Detrás de esta máscara, hay un chico asustado...”. Impacta la imagen. ¿Es nostalgia, retorno al imaginario infantil o qué?
–No recurre a la infancia, más bien ese verso se pregunta por la esencia del chico como símbolo de lo más sano de uno. No necesariamente es una nostalgia. La infancia, en definitiva, es un momento de la vida; pero el chico interior es por lo menos lo que nos gusta imaginar como la esencia más pura de los hombres. Yo no tengo nostalgia de la infancia como de la infancia en sí; pero sí de cierta visión felizmente sorprendida por la vida. Mágica. Es la percepción de que todo es una puerta que se puede abrir hacia nuevos horizontes, que con el tiempo se va perdiendo, porque uno empieza a tener una mirada menos abierta.
–¿Y el chico asustado quién es?
–El que se asusta ante la ferocidad del mundo.
“Nocturno suburbano” es otra de las canciones plumapropia de alto impacto. Es la más larga de las doce y Aznar la tenía guardada desde hacía unos años. “Es cosecha 2001”, puntualiza. El período de maceración tiene que ver, según él, con que no había encontrado su paisaje de pertenencia en discos anteriores. “Es de la misma zafra que ‘Lina de luto’. Los discos anteriores no eran buenos vehículos para ellas, hasta que apareció éste y las incluí.”
–¿A qué alude la frase “nunca escuches misa en una iglesia sin historia”?
–Son todos consejos de tía vieja de suburbio (risas). “Nunca batas claras viendo tele que se cortan”, “no bajes cordones en patín”. El protagonista es alguien que va caminando por un barrio suburbano, sintiendo los olores, percibiendo la imagen que aún hay presente en ese entorno, pero con el contrapeso de todo lo que tiene de chato y miserable en términos espirituales. Por eso explota y se pregunta cómo salir de ahí, ¿dónde está la vida que me imaginé?... el lugar tiene magia pero también todas las pelotudeces de tía vieja. Es como una larga letanía.
–¿Es un arquetipo o una situación que le tocó vivir?, ¿tuvo una tía vieja de suburbio?
–No es por lo de tía, lo de vieja, o lo de suburbio... es una figura poética. Pudo haber sido un tío piola de algún barrio paquete, y aun así es lo mismo.
Siguiendo con el disco uno, el peso afectivo se concentra en “Violinista”, una hermosa pieza instrumental en homenaje a su padre, fallecido el año pasado. Aznar se pone tenso y no quiere mostrar signos de emoción, pero se le escapan igual. “Mi padre era un tipo tremendamente honesto. Una de las cosas más lindas que aprendí de él fue su rectitud. Tenía una gran idea del honor y del respeto”, evoca. Cuando Pedro nació, su padre ya se había distanciado de su labor profesional al frente de un quinteto de tango, pero recuerda haber “zapado” con él durante la adolescencia. “Se contagió de mi entusiasmo y volvió a tocar un poquito, en casa”, recuerda.
–La muerte como cuestión reaparece en “Décimas”, la canción cuya autoría comparte con la cantautora chilena Elizabeth Morris: “la muerte mece su cuna”. ¿La piensa?
–Más que pensarla yo a ella la muerte me piensa a mí, a esta altura (se ríe). La idea de la eternidad típica de la juventud se me fue, para mal o para bien. Creo que haber perdido a mi viejo tuvo mucho que ver con eso, con la contundencia de la presencia de la muerte. Puede parecer una tontería, ¿no?: qué pavo, ¿todo este tiempo te llevó darte cuenta?... pero no se trata de entender, sino de vivenciarlo. Tu padre fue quien te precedió en el camino de la vida, y verlo irse es un poco verte a vos mismo yéndote.
–Al disco dos: entre las muchísimas canciones de Charly García para versionar eligió “Canción para mi muerte”. ¿Otra manera de abordar la cuestión o una intencionalidad de recuperar a un García que ya es pasado?
–No. Fue una forma de recuperar esa canción a mi memoria afectiva musical. Yo vengo de ahí...
–¿Qué siente por lo que le pasa a él, que ya lleva casi dos meses en tratamiento?
–Lo de siempre: cariño, respeto y admiración más allá de lo que haga. Lo que pueda decir yo no va a tener nada especial, más allá de que sea amigo suyo. Me da la misma sensación extraña que a todos los demás.
–Ardua tarea ésta de elegir un puñado de canciones para recrear habiendo recibido tanta y diversa influencia durante casi 30 años de música. ¿Por qué adaptó “Fragile” de Sting, por caso?
–Me dieron ganas de intentar una nueva traducción, porque las traducciones son todo un mundo... tienen muchas lecturas posibles. Me dieron ganas, por lo mucho que me gusta, de intentar una nueva versión castellana.
–También grabó “Credulidad”. ¿Cuándo fue la primera vez que la escuchó?
–A los 11 años, cuando salió. Creo que fue en 1971.
–En 1973, cuando apareció el doble de Pescado Rabioso...
–Entonces tenía 13. Es una canción que siempre me impresionó tanto como “Figuración”, básicamente por su riqueza armónica.
–¿Por qué tradujo “Jealous Guy”, de Lennon, como tipo y no muchacho celoso?, ¿una licencia?
–Es que nadie dice muchacho aquí. Si vos le decís a tu novia: “perdoname, soy un muchacho celoso”, no procede. Le decís: “perdoná, la cagué: soy un tipo celoso”. En este caso es una versión porque no la canto en castellano, pero quise poner una traducción al castellano para quien no conozca el inglés y se pueda meter en la piel del protagonista de la canción. “Tipo” es, de alguna manera, una palabra neutral que en toda Latinoamérica se entiende perfectamente bien.
–¿Por qué “Jealous Guy”?
–Y... los vicios son así. “Imagine” es uno de mis discos favoritos, pero hacer esa canción hubiese sido un despropósito, porque lamentablemente es un lugar demasiado común a esta altura. En cambio, “Jealous Guy” es como un glorioso Lado B, de alguna manera. De esos lados B como “Strawberry field...”.
–¿“El rey lloró” está dedicada a Oscar Moro sólo porque él la tocó con Los Gatos o hay una razón extra?
–No. Ninguna mención extra... si no es la primera canción que escuché de Los Gatos, le pasa raspando.
–¿“Angie”? ¿Recuerdo del primer desamor?
–Totalmente (risas). Con esa canción de los Stones sufrí mi primera decepción amorosa a los 13 años... cuando vivís todo como si fuese el fin de los tiempos. La primera patada en el culo, hablemos con propiedad. “Angie” fue durante y después, y después dolía para el carajo. Es pa’llorar.
–¿Fueron tan influyentes los Stones como Los Beatles para usted?
–No. Soy un muchacho beatle de toda la vida. En la antigua dicotomía yo era claramente beatle, militaba en ese partido, pero nunca dejé de apreciar que los Rolling estaban buenísimos... siempre tenía a mano mi Between the Buttons y Sticky Fingers como discos de cabecera. Pero Bach son Los Beatles...
–¿Y Led Zeppelin?
–Uh..., Wagner (risas).
–¿Por qué ninguna canción de ellos, usted que es tan fan?
–Produje “Friends” para Roxana Amed y la cantamos juntos en el Planetario. Estuvo buenísimo... Zeppelin es de mis bandas favoritas totales. Cuando pienso en rock power, mi referencia son ellos. No soy del palo AC/DC, Purple ni Ozzy... para mí con Led Zeppelin se corta el bacalao. La cabeza guitarrística-compositiva de Jimmy Page no tiene paragón, o al menos es sólo comparable con la de Pete Townshend. Eso es el buen rock, el mejor de los setenta que después se recicló, copió o vistió de manera distinta.
–Historia: ¿Qué le pasaba por la cabeza cuando Pappo y Vitico promocionaban Riff argumentando que Seru Giran no hacía rock?
–Que tenían razón (carcajadas). A ver: Piazzolla no hace tango, ¡ajá!, ¿mirá vos?
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