Jueves, 31 de julio de 2008 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA A CHUCHO VALDéS SOBRE CANTO A DIOS, SU úLTIMO TRABAJO
Así define el músico su más reciente CD, que presenta por estos días en gira mundial y que inaugura su sello Comanche. “Puedo hacer la música que se me ocurre sin tener a nadie que me diga qué hacer, la idea es mía”, asegura.
Por Cristian Vitale
“Yo vivo en un avión, chico.” Chucho Valdés (1941, Quivicán, Cuba) se declara incompetente para hablar de la situación política en la Cuba post Fidel. Hace un montón de tiempo que va y viene llevando su música por el Globo y no ha tenido tiempo de oler tranquilo los aires de la transición. “Es cierto que vivo en Cuba, porque tengo mi residencia en La Habana”, se ríe, irónico. Al momento de la llamada, está en Madrid. Lorena, su mujer, atiende a PáginaI12 por celular y de fondo, mientras lo rastrea por la habitación, se mezclan la voz de un nene con notas de piano. Puede que este auténtico animal de la música esté trocando descanso por ensayo: acaba de presentarse en Francia, España, Italia, Portugal y Grecia y está haciendo las valijas para viajar a el Líbano. La mayoría de las paradas son para presentar su último trabajo, Canto a Dios, una especie de suite ambiciosa y profunda que tiene un doble fin: tributar a las víctimas y sobrevivientes del huracán Katrina y a New Orleans, por su música. A la tierra donde nacieron el blues, el ragtime y el jazz. “Eso, en esencia”, remarca el pianista. “Es un trabajo como eclesiástico, bien sublime. El huracán estuvo a punto de pasarnos por encima en Cuba... estuvo pegado, pero cuando estaba llegando a la parte occidental se abrió hacia México. ¿Cómo olvidarlo?”
Canto a Dios, registrado en Cuba junto a la Orquesta Sinfónica local y un tendal de invitados, se puebla de cinco composiciones: “Claudia”, “Nanu”, “La tormenta y la calma”, “Canto a Dios” y “Tributo al Africa” e implica el debut –íntegro– de su nueva criatura, el sello independiente Comanche. Una idea del multiinstrumentista, que persigue un objetivo preciso: pensar la realidad por fuera de los parámetros del mercado. “Uno, cuando es músico, tiene que pensar en la música y no tanto en cantidades de venta. Con mi sello, puedo hacer la música que se me ocurre sin tener a nadie que me diga qué hacer... desarrollo mi idea, que puede salir bien o mal, pero es mía”, plantea.
–¿Quiere decir que ha tenido presiones grabando para otras compañías?
–A veces sí. No es el caso de Blue Note, por ejemplo, pero con otras sí, porque te dicen “Mirá, la onda es hacer esto o lo otro” y eso hace que choquen los intereses artísticos con los comerciales..., entonces es preferible tener la libertad de hacer lo que uno piensa y quiere.
Libertad, si se quiere, que lo transformó en referente inevitable del jazz, o de la música clásica, o hasta de los ritmos bailables de la isla, pasando por alto los prejuicios. Incluso religiosos. No es la primera vez que Valdés traza un puente entre música y religión. Ya lo hizo bien temprano (1978), con aquella suite para piano llamada “Misa Negra”, que ejecutó con el grupo Irakere cuando la situación en la isla era otra. “Es cierto que las religiones estuvieron un poco vedadas en Cuba, pero eso cambió hace mucho tiempo. Hoy no hay ningún problema, se liberó completamente. Hay muchos sacerdotes y una proliferación de ritos que buscan el bien... la familia, la salud, la unidad.”
–¿Es muy religioso usted?
–Bastante. Soy católico y de la santería. De las dos, que son diferentes entre sí, pero que en Cuba se han fusionado y han generado un secretismo muy particular, sabes. En Cuba hay muchas tendencias religiosas..., muchos católicos y protestantes, pero también se practica la santería como parte de la religión africana que permaneció con sus cantos y rezos propios.
–Lo musicaliza en la quinta composición de Canto a Dios, “Tributo al Africa”.
–Es como una sinfonía afrocubana, con muchos tambores, pero también una marcada influencia de (Stan) Getz. Se comunica muy bien con la música cubana por las raíces de Africa. Es un trabajo complicado, porque se trata de una suite grande que dura unos veinte minutos. Tiene toda la influencia africana, del jazz y del blues.
Pese a las complicaciones de la obra, en tanto ambiciosa y grandilocuente, Valdés se las ingenia para exponerla en distintos lugares de Europa. Manda las partituras a las diferentes orquestas, luego llega con el cuarteto y ensambla. Es lo que piensa hacer en Buenos Aires para marzo. La idea es presentarla en el Teatro Colón –si es que reabre para esa fecha– o en otro teatro porteño. “Estoy esperando que me lo propongan”, lanza. Mientras, planea reunirse con Tania María y Dyango para grabar un disco con ambos y ajusta detalles para el festival de jazz de La Habana, en el doble carácter de músico y presidente.
–Quedó inconclusa la respuesta sobre la situación política en la isla. ¿Nada para decir?
–He estado girando durante todo este tiempo. Por lo que dice la gente ha habido cambios, está mejorando la situación. Veré, cuando regrese, si lo constato.
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