Mar 22.11.2005
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MUSICA › JUAN SOSA, DE LA UTOPIA REVOLUCIONARIA AL CANTO CON FUNDAMENTO

“El recuerdo es productivo para mí”

Radicado en España, publicó el CD Desde el alma, en el que canta tangos propios y ajenos. Aquí habla de música y militancia.

› Por Cristian Vitale

Además de una banderita argentina y el crédito de Melopea Discos en su parte inferior derecha, la tapa del último disco de Juan Sosa, Desde el alma, tiene una foto en blanco y negro que la ocupa casi toda. Congela la imagen de dos muchachas y 22 muchachos entusiastas. Uno está haciendo la V de la victoria, algunos lucen de saco y corbata, otros ropa de trabajo, y está él, con una melena morocha que le llega hasta los hombros. Fue tomada algún día de principios de los ’70, cuando las primaveras revolucionarias proponían caminos venturosos y ninguno de esos rostros imaginaba encontrarse con el de la muerte. Pero así fue el destino, muy distinto del que eterniza la instantánea. La mayoría de ellos está desaparecido. “Los compañeros pertenecían a la agrupación gremial con la que tomamos el Astillero Astarsa en mayo de 1973 –explica Sosa, desde España–; muchos de ellos están muertos y desaparecidos por la dictadura. Para ellos y los sobrevivientes que mantienen viva la memoria de aquellas luchas he grabado estas canciones.”
¿Cabe entonces presentarlo como músico o como gremialista combativo? Quizá de las dos maneras a la vez. Es cierto que primero estuvo el músico –grabó su disco debut en 1971–, pero también que ese artista en ciernes, impulsado por la dinámica de la época, desaprovechó un contrato con RCA Victor con el objeto de sumergirse en la lucha obrera. “Sin la Revolución Cubana, el Cordobazo y las guerrillas, mi destino hubiera sido otro. Lo que hasta entonces era una intuición confusa y desorganizada, coaguló y me lanzó a la acción directa. Abandoné mi carrera profesional, entré a trabajar en el Astillero Astarsa y allí, ante la falta de oposición a la burocracia sindical, me aboqué a la creación de una agrupación gremial”, cuenta en sintonía. Para completar la historia, aquella agrupación aglomeró trabajadores de Terrabusi, Mestrina, Fate, Cadenaza y Matarazzo y logró la reincorporación de muchos obreros, pero el poder no tardó en tomarse revancha.
Dentro del librito que acompaña el CD aparece una lista con el nombre de 31 secuestrados, desaparecidos y fusilados. “Como decía Juan Gelman: ‘Veo mi corazón hinchado de desgracias / tanto lugar como tendría para las bellas aventuras’ –cita–. Quiero decir que, artísticamente, el recuerdo opera productivamente en mí. Unido a la fantasía, no afirma lo que hay sino lo que podría haber y representa, con un lenguaje de imágenes, lo no cumplido, pues el sentido del arte es hacer verosímil lo improbable.” Es imposible, entonces, abstraer a Desde el alma de connotaciones militantes, ideológicas, nostálgicas y afectivas. A través de 12 canciones, recitados, tangos y milongas, Sosa parece exorcizar fantasmas y socializar ausencias. Hay versiones de temas escritos por amigos (Manuel Picón, Tata Cedrón, Litto Nebbia, Atahualpa Yupanqui y Nacho Wisky), pero también creaciones propias, como Los muchachos del astillero.
–En la parte de atrás de la lámina del CD hay una placa que dice “Al compañero Juan Sosa, en agradecimiento por la reincorporación a la fábrica”...
–Me fue entregada en un asado homérico por los compañeros de Astarsa como reconocimiento a la agrupación que condujo la toma de la fábrica. En el pliego de reivindicaciones exigía, entre otros temas, la reincorporación de todos los despedidos desde diez años hasta esa fecha.
Sosa emigró a España en abril de 1976 y allí reanudó su profesión de músico. Lo primero que hizo, en este sentido, fue participar en Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, la obra de Pablo Neruda que musicalizó Picón. Después se mudó a Francia, donde hizo amistad con Yupanqui, y Cedrón le consiguió los primeros espacios para tocar. La última escala fue México. En tierra azteca, Sosa grabó la cantata para orquesta, coro y solista Las Madres de Plaza de Mayo, que fue regrabada en Holanda por el tenor Marco Bakker. “En cada país que viví desarrollé paralelamente mi profesión artística y la tarea de denuncia a la dictadura militar”, apunta. En abril de 1983, como muchos de sus compañeros, regresó al país. Pero resistió apenas cuatro años. “A fines de 1987 me volví a ir y me radiqué en Madrid, donde vivo dedicado a mi profesión y colaborando con la Asociación Argentina pro derechos humanos.” Instalado definitivamente, grabó con Héctor Alterio el disco Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges. En Desde el alma coexiste el recuerdo de sus compañeros con pluma propia y sensible con temas de Nacho Wisky, como Pasen, señores, pasen! o la bellísima Eso quiero de la vida. También hay versiones de Sólo se trata de vivir, de Nebbia; La mala reputación (George Brassens) e interpretaciones de La flecha –de Yupanqui– y Barrio pobre, de García Jiménez y Belvedere, que le dedica a su madre.

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